Siempre hace buen tiempo

Tres profetas de Adviento

Tres profetas de Adviento
Tres profetas de Adviento

1. Él miraba a lo lejos una tarde

2. Voz que clama en el desierto,

3.  Cuando contemplo el brillo de mi aldea

       Avanzamos en el Adviento. La liturgia nos presentan tres profetas de este tiempo de caminar en la esperanza: Isaías, Juan el Bautista y María, a los que he dedicado tres sonetos:

            ISAÍAS

Mirad, la joven está en cinta y dará a luz un hijo… Porque un niño nos ha nacido, nos han traído un hijo, consejero maravilloso, príncipe de la paz.(Is. 7, 14; 9, 4-5).

Él miraba a lo lejos una tarde

el horizonte rojo de temblores

y el asirio imperio en los horrores

que avanza, mata, arrasa,  hiere y arde,





empuñando la espada del cobarde.

Cuando una luz deshace sus dolores

y de la sangre brota entre las flores

una visión de paz como un alarde:

¡No temas más, que ya amanece un sueño:

un hijo trae la luz sobre la tierra,

un niño se os dará, la joven madre









ya está en cinta  y en su seno encierra

el sendero  de amor con que se abre

al mundo  un Dios que anhela ser pequeño!









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Juan el Bautista




JUAN EL BAUTISTA

Voz que clama en el desierto, ¡Preparad  el camino del Señor, enderezad sus sendas! (Mat. 3,3).

Si pudiera ser piedra en el camino,

si humilde valle junto a la montaña,

si simple flauta cortada de una caña

y flor oculta que esconde su destino,





si pesara aún menos que un comino

que a nadie importa , pie  que acompaña,

una voz que resuena  de la entraña

del desierto y apunta a lo divino,

podré gritar que vienes, que andas cerca,

bautizar con el agua de este río

que fluye sin quedarse y va derecho





a ese  mar que eres tú, oh Señor mío,

que vienes a  regar nuestro barbecho.

¡Quisiera ser el cubo de tu alberca!









Maria
Maria

       MARÍA

Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. (Lc 1, 31).

Cuando contemplo el brillo de mi aldea

bajo el sol que se ríe con la fuente,

o el trigo que se mece  blandamente

y promete nacer mientras verdea;





cuando escucho a José que carpintea

una cuna de olivo, oigo a la gente

que  me sabe feliz porque presiente

una ola de luz con tu marea…,

cierro los ojos y palpo tu presencia

en este santuario de mi seno

oh, mi Niño, te siento en mi regazo,





y te escucho latir con la querencia

de un vacío que nunca estuvo lleno,

y un mundo desvalido sin tu abrazo.





Pedro Miguel Lamet

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