CONSOLACIÓN
Detrás de mí, como una caracola
que me sonara a mar y a un sentimiento
de algo lejano traído por el viento,
una nube de ti vino en la sola
soledad, con que al despedirse inmola
la sangre de la tarde su momento
y se duerme de pronto el descontento
como la brisa acuna a la amapola.
Era un beso de fuego, una mirada,
la caricia sutil de una presencia,
una fuga del yo que se enamora,
un hueco de la luz desde la ausencia
que al sentirse vacía es liberada
si sabe que es el Todo sin ser Nada.
Pedro Miguel Lamet
A DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Para seguir tus pasos de aventura
y desterrar del mundo la tristeza,
quiero heredar un gramo de tu fuerza,
hermano en el ensueño y la locura.
Quiero embriagarme de tu desventura,
contigo cabalgar y con llaneza
desfacer el entuerto y la flaqueza
que empañan de injusticia la hermosura.
Quiero contigo alzarme a lo imposible,
volverme niño, salvar a Dulcineas,
matar molinos, conquistar aldeas
y cuanto pide al alma la esperanza;
sin que de tanto atarme a lo visible
me vuelva cuerdo como Sancho Panza.
Pedro Miguel Lamet
Porque he nacido y aún estoy presente
en este mundo de sombras y misterio,
como un soplo de nube y de penumbra,
tiemblo por ser y solo me pregunto
a dónde voy y por qué no entiendo
a qué vine a vivir tan de repente.
Respiro. No hay otra respuesta.
Soy aliento de algo que respira
dentro y fuera de mí; parte soy
de ese gran poema que sueña en cada cosa,
de una ausencia mayor que me sostiene,
de un gran vacío que se antoja lleno,
de un amor que me busca y se me escapa.
No me puedo abarcar, mas soy tan solo polvo.
Soy el ahora de un ayer fugaz,
y siempre me estoy yendo.
Soy el viaje que no tiene retorno
y chispa de una luz que no se mueve.
No me entiendo, ni nadie me lo explica.
Nada soy, más de algo ando muy cierto:
que alguien me habita y nunca estuve solo.
Pedro Miguel Lamet
Le buscaba la voz como una antorcha
en la garganta oscura de la estancia,
con el sabor a tiemblo que amanece
allá en el blanco amor de adolescencia.
Y mis pies conservaban aún
todo el aroma sutil
de aquella seda:
cabellos de mujer, misterio de la noche
derramada.
Amar a veces es decir me dueles.
Te espían mis sentidos por el hueco
pasillo del recuerdo,
la cueva de lo ignoto que desande
preguntas aún suspensas de la infancia.Eran sus manos las alas de un deseo
que había llegado a ser desvencijado amor
sin nombre, mil veces derramado
en un sabor a esquina, a asco, a beso
por denario.
Eran la bruma azul
con que el sueño dibuja los adioses
y Dios se hace tejido y primavera.
¡Y cómo eran de puras las palabras
que lloraban sus ojos en mí recién nacidos
como coplas, quejidos de lo eterno!
Escuchar era el agua de un arroyo
que nacía de dentro buscando el manantial.
¡Oh pámpanos antiguos, que vuelven
a la vida!
Me gustaba aquel nombre con son de bajamar
y el timbre de sus labios quebrándose en la tarde
al pronunciar "Rabboni",
mientras el Padre andaba
asomado a los lagos perfectos de sus ojos.
Me gustaba mirararla, caminar en la noche
con su paso de niña que no pesa,
blanca huida de risas que se esfuman
desde el quicio vibrante de un tiemblo de palmera.
¡Qué frágil la blancura del aire de su manto!
Era el amor así espejo de mi Espejo
y yo tan solo el Hombre.
¿No es hermoso ser hombre solamente?
La voz puso el amor al borde del abismo
y el sueño estaba en hora con mi asombro.
Pero no pude ser solo un israelita
enamorado
y amar con ese amor de solo un hombre...
Había que andar de nuevo aquel camino
y cubrirlo de sangre.
¿Se escurrirá el perfume entre mis dedos
para ser todo el Hombre con mi hombre?
Aun con la muerte cerca su voz me golpearía
en los oídos, oliendo a Jericó sobre los pies llagados:
¡Rabboni! ¡Maestro mío!
Y en cada golpe clavándose aquel verso:
"Amar a veces es decir me dueles".
Pedro Miguel Lamet
¿Cómo rimar un sueño en un instante
y componer el verso de una vida,
si el poeta respira por la herida
de poner a su verbo por delante,
y buscar la palabra que le cante
con la secreta voz desconocida?
¿Cómo encontrar la luz al ser debida
que desentrañe el alma del amante?
Solo el vacío de la noche oscura
en soledad y ausencia de ruido
puede engendrar la luz de la hermosura
y hacer que, como flor, ella se abra
sin más ropaje que un leve latido
al milagro sin par de la Palabra.
Pedro Miguel Lamet
AL ÁRBOL DE LA CRUZ
De tu dolor, del tiempo amanecido,
de una palabra ardiente que encendía;
de las entrañas puras de María
y del amor hasta la esencia herido;
desde tu cuerpo tres veces caído
y la noche oscura de la sangre mía,
devuelves con tu cruz a la armonía
este mundo que nace en tu alarido;
este mundo que abarcas con tu abrazo
y limpias con tu muerte de tristeza,
este miedo a vivir esta pobreza
que florece en tu árbol cual si fuera
hontanar para siempre en tu regazo
al colgar de tu cruz mi primavera.
Pedro Miguel Lamet
MI ÚLTIMA CENA
En esta noche tibia, quieta y llena
de un temblor de palabra y despedida,
de soledad y amor, el alma herida,
celebras tú, Jesús, la última cena.
Compartes con el pan esa honda pena
del sin sentido, la angustiosa vida
que es fracaso, dolor, obra incumplida,
y el vino de tu sangre nazarena.
En esta hora de la confidencia,
cuando Judas se hunde en su amargura
y Pedro negará con su despecho
cuanto aprendió a tu lado de dulzura,
déjame que ahonde en la experiencia
de apoyar, como Juan, mi alma en tu pecho.
Pedro Miguel Lamet
SONETO POR UCRANIA
Cuando miro el dolor en la pantalla
desde el blando sillón arrellenado
y esa imagen trae justo a mi lado
la sirena, la bomba y la metralla,
el hambre, la angustia y la canalla
del terror que arranca de lo amado
la vida, la niñez y lo sembrado
en cien años de paz, mi voz estalla
en un grito de horror contra la guerra
que vuelve a destruir y a abrir la herida
de un mundo que parece enloquecido;
me pongo de rodillas y te pido,
que regreses, Señor: ¡Ven a tu tierra
y desde tanta muerte tráenos Vida!
Pedro Miguel Lamet
Para ser feliz -te dijeron- encuentra al amor de tu vida; márchate de tu país; vete al campo, a vivir junto al mar, rompe con todo.
Quizás lo hiciste, quizás te ayudó. Y cuando comenzaste de nuevo allá lejos, comprendiste enseguida que nada había cambiado porque te llevabas a ti mismo con tus maletas.
El ego es indestructible, no lo puedes aniquilar.
Solo lo podemos ensanchar como el que hace obra en casa y convierte el viejo ventanuco en una inmensa vidriera abierta al mar.
Eso sí. Cuando el cristal está bien iluminado no se perciben las manchas en el vidrio, es como si no existieran.
No digas nunca ‟no», di siempre ‟más».
Ya no dependerá de dónde estés, qué tengas o quién te acompañe. Incluso viviendo entre los deseos y hasta frustraciones de tu yo pequeño, puedes descubrir el Yo real que eres.
Jesús lo llamaba el Reino de los Cielos y dijo:
‟Dentro de vosotros está».
Basta con estar atento y hacer silencio para que aflore.