NO ME SIRVEN LOS NOMBRES
No me sirven los nombres
ni los conceptos que encierran las palabras,
ni el pensamiento elaborado
que encarcela la vida en etiquetas.
He borrado al filósofo raquítico
que nada explica sino la ausencia
de sentido.
He colgado el álbum persistente
de las fotos con culpa
y el ego enamorado
de mi yo en el espejo temblando de existir.
Solo busco encontrarte en ese agujero de la nada
para hundirme en la esencia del “no sé”.
Sé que no sé, y eso me llena,
alimenta un rescoldo de presencia,
una luz tan pequeña en que reposo,
que calienta en lo íntimo
lo inefable, lo inmenso, lo remoto
el ahora, el ayer, lo imprevisible,
una chispa del fuego que seré
y ya me habita si no pienso.
Desde que estoy ausente de mí
me colma el Universo.
Pedro Miguel Lamet
LA LLAMADA DEL MAR
Cuando te miro sin pensar en nada,
mar de mi costa ribereña,
me siento el niño que perdido sueña
con navegar a la tierra deseada,
y el adolescente que en su mirada
quiere besar la plenitud sureña
del lejano horizonte que se empeña
en huir, gaviota en escapada.
Han pasado los años con presura:
el dolor, la alegría y la tristeza
como el velero ansía el infinito,
y tú, Señor, de nuevo con viveza
me gritas: ¡Ven, navega en mí, Pedrito,
por este Mar de amor y de locura!
Pedro Miguel Lamet
EL GORRIÓN
Tan pequeño, tan frágil y señero,
aquel gorrión se posó en mi mesa
tras una miga, y comió su presa
como si poseyera el mundo entero,
sin sentirse de nadie prisionero
en su vuelo gritaba una promesa
que me decía: “Abraza la sorpresa
de vivir con todo y a la vez ligero”.
Ay, gorrión, descúbreme el camino
que dibujan tus alas en el cielo
de cumplir con el fondo de mi esencia,
que se traduce en el papel divino
de pasar sin pesar con un anhelo:
¡Ser latido del Todo en la Presencia!Pedro Miguel Lamet
EL AHORA INFINITO
Cuando yo entre mis manos te sostengo
cada mañana al abrirse el día
y pronuncio esa palabra que no es mía
para hacerte venir, no te retengo,
ni siento mi poder, pues no intervengo
en ese prodigio del pan, tu eucaristía.
Es como si desapareciera en la sinfonía
de un canto universal del que provengo,
y, perdido mi yo, me disolviera
en el fuego inicial de esa mirada
con que el mundo exterior se hizo visible,
y tal tromba de luz me convirtiera,
abrazado al vacío de mi nada,
en un “ahora” infinito e inasible.
Pedro Miguel Lamet
CONSOLACIÓN
Detrás de mí, como una caracola
que me sonara a mar y a un sentimiento
de algo lejano traído por el viento,
una nube de ti vino en la sola
soledad, con que al despedirse inmola
la sangre de la tarde su momento
y se duerme de pronto el descontento
como la brisa acuna a la amapola.
Era un beso de fuego, una mirada,
la caricia sutil de una presencia,
una fuga del yo que se enamora,
un hueco de la luz desde la ausencia
que al sentirse vacía es liberada
si sabe que es el Todo sin ser Nada.
Pedro Miguel Lamet
A DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Para seguir tus pasos de aventura
y desterrar del mundo la tristeza,
quiero heredar un gramo de tu fuerza,
hermano en el ensueño y la locura.
Quiero embriagarme de tu desventura,
contigo cabalgar y con llaneza
desfacer el entuerto y la flaqueza
que empañan de injusticia la hermosura.
Quiero contigo alzarme a lo imposible,
volverme niño, salvar a Dulcineas,
matar molinos, conquistar aldeas
y cuanto pide al alma la esperanza;
sin que de tanto atarme a lo visible
me vuelva cuerdo como Sancho Panza.
Pedro Miguel Lamet
Porque he nacido y aún estoy presente
en este mundo de sombras y misterio,
como un soplo de nube y de penumbra,
tiemblo por ser y solo me pregunto
a dónde voy y por qué no entiendo
a qué vine a vivir tan de repente.
Respiro. No hay otra respuesta.
Soy aliento de algo que respira
dentro y fuera de mí; parte soy
de ese gran poema que sueña en cada cosa,
de una ausencia mayor que me sostiene,
de un gran vacío que se antoja lleno,
de un amor que me busca y se me escapa.
No me puedo abarcar, mas soy tan solo polvo.
Soy el ahora de un ayer fugaz,
y siempre me estoy yendo.
Soy el viaje que no tiene retorno
y chispa de una luz que no se mueve.
No me entiendo, ni nadie me lo explica.
Nada soy, más de algo ando muy cierto:
que alguien me habita y nunca estuve solo.
Pedro Miguel Lamet
Le buscaba la voz como una antorcha
en la garganta oscura de la estancia,
con el sabor a tiemblo que amanece
allá en el blanco amor de adolescencia.
Y mis pies conservaban aún
todo el aroma sutil
de aquella seda:
cabellos de mujer, misterio de la noche
derramada.
Amar a veces es decir me dueles.
Te espían mis sentidos por el hueco
pasillo del recuerdo,
la cueva de lo ignoto que desande
preguntas aún suspensas de la infancia.Eran sus manos las alas de un deseo
que había llegado a ser desvencijado amor
sin nombre, mil veces derramado
en un sabor a esquina, a asco, a beso
por denario.
Eran la bruma azul
con que el sueño dibuja los adioses
y Dios se hace tejido y primavera.
¡Y cómo eran de puras las palabras
que lloraban sus ojos en mí recién nacidos
como coplas, quejidos de lo eterno!
Escuchar era el agua de un arroyo
que nacía de dentro buscando el manantial.
¡Oh pámpanos antiguos, que vuelven
a la vida!
Me gustaba aquel nombre con son de bajamar
y el timbre de sus labios quebrándose en la tarde
al pronunciar "Rabboni",
mientras el Padre andaba
asomado a los lagos perfectos de sus ojos.
Me gustaba mirararla, caminar en la noche
con su paso de niña que no pesa,
blanca huida de risas que se esfuman
desde el quicio vibrante de un tiemblo de palmera.
¡Qué frágil la blancura del aire de su manto!
Era el amor así espejo de mi Espejo
y yo tan solo el Hombre.
¿No es hermoso ser hombre solamente?
La voz puso el amor al borde del abismo
y el sueño estaba en hora con mi asombro.
Pero no pude ser solo un israelita
enamorado
y amar con ese amor de solo un hombre...
Había que andar de nuevo aquel camino
y cubrirlo de sangre.
¿Se escurrirá el perfume entre mis dedos
para ser todo el Hombre con mi hombre?
Aun con la muerte cerca su voz me golpearía
en los oídos, oliendo a Jericó sobre los pies llagados:
¡Rabboni! ¡Maestro mío!
Y en cada golpe clavándose aquel verso:
"Amar a veces es decir me dueles".
Pedro Miguel Lamet
¿Cómo rimar un sueño en un instante
y componer el verso de una vida,
si el poeta respira por la herida
de poner a su verbo por delante,
y buscar la palabra que le cante
con la secreta voz desconocida?
¿Cómo encontrar la luz al ser debida
que desentrañe el alma del amante?
Solo el vacío de la noche oscura
en soledad y ausencia de ruido
puede engendrar la luz de la hermosura
y hacer que, como flor, ella se abra
sin más ropaje que un leve latido
al milagro sin par de la Palabra.
Pedro Miguel Lamet