Siempre hace buen tiempo

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La presencia, el corazón de la cebolla

Contemplo a la gente en vacaciones y se parece mucho a la estresada de la vida cotidiana. Viven el tiempo como una carrera; en verano, carrera del disfrute, desde el miedo a perder el minuto. Con lo cual este modo de huir nunca es un verdadero descanso, ni para el cuerpo ni para la mente.

Nadie para. Todo el mundo huye de algo, probablemente de sí mismo: de la tortura de un pasado que no se acepta y el miedo a lo que va a pasar en el futuro. El problema parte de una desconexión central. El yo del ser humano es como una cebolla, con capas superficiales que nos subyugan con incentivos múltiples y alimentan el pequeño ego, el del éxito, el apego, la inmediatez.

Hacer turismo, por ejemplo, es disparar fotos como una metralleta: cuanto más vemos, menos miramos, y las imágenes no calan en el interior. Se acumulan en la memoria del smartphone.

Solo se vive plenamente conectando desde la almendra de la vida, el silencio profundo, la capa que se oculta en lo innombrable. En un rincón hondo donde siempre hay Presencia. Desde la Presencia la vida es ahora, toda la Vida. Ese “yo soy” conecta con la libertad, la luz, la hermosura, la verdad. Pero no la puedes calificar. Si le pones un nombre, la estropeas. La parcelas, la conceptualizas. Es, es simplemente.

Morder una fruta, contemplar una flor, hundirte en un crepúsculo, ahondar en una mirada. Todo es gracia, todo es plenitud. Pero para vivirlo hay que dar el salto de la utilidad, la propiedad, el dominio o poder, el miedo a perder o la obsesión del tener.

El “negarse a sí mismo” del Evangelio, es un “no” a ese pequeño ego superficial y agobiado, y un sí genial al “yo” conectado con la Presencia. Aunque sea un instante, rompe con la mente y desde el silencio saborea la Presencia, más allá de tiempo.

“El reino de los cielos dentro de vosotros está” (Lc 17, 20-25)

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Meditación ante el mar

¿Qué sentimientos, impresiones o intuiciones me trae el mirar al mar?

PLENITUD Y MOVIMIENTO: En primer lugar, no es abarcable para la mirada. Por tanto, me supera, rompe mis coordenadas de captación y al mismo tiempo está continuamente moviéndose y cambiando de color, como la vida misma, que no sé dónde empieza y donde termina, pero que intuyo como algo con un fondo infinito, que permaneces más allá del movimiento de las olas. Es decir, que pasa y queda.

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Cómo sobrevivir a las malas noticias

Playa de Alvor (Portugal)

El bombardeo de noticias negativas en los informativos está creando un ambiente angustioso en las personas, que se ven afectadas consciente e inconscientemente. Siempre está vigente el axioma periodístico de que no es noticia que “un perro muerda a un hombre”, sino el que “un hombre muerda a un perro”, lo nuevo, lo diferente, lo ruptural. Pero hoy día son tantas las noticias negativas que es difícil permanecer incólume después de ver un telediario: guerra, crisis del gas, el petróleo, la economía, el medio ambiente, el drama de los pueblos empobrecidos, los suicidios, las fake news y un largo etcétera.

¿Qué hacer? Algunos han optado por evadirse y no seguir las noticias, porque no pueden más. Otros se hacen negacionistas contra la pandemia, el cambio climático, la veracidad de las noticias o su manipulación en favor de las grandes potencias. En todo caso, una reacción frecuente es la evasión. Pero ¿huir de la realidad es una actitud evangélica?

Quizás la única actitud realmente cristiana es cambiar nuestra óptica y mirar con gafas de profundidad. Hay que partir en primer lugar del sujeto que mira, que sigue la noticia. Si la seguimos desde lo obvio, lo inmediato y el futuro próximo, desde luego es para deprimirse: pero, si en nuestro interior estamos “en el centro” todo aparece distinto.

¿Qué es vivir en el centro? Situarse en una zona más íntima, más allá de las capas superficiales que se quedan en la apariencia, una zona serena donde nuestro ser conecta con el Ser.

Hoy la gente vive en la cáscara de todo, influenciada por la tabarra de su mente, agobiada por lo que no hizo o hizo mal en el pasado o preocupada por el futuro. Se pasa películas hipotéticas sobre lo que le va a suceder cuando pierda el trabajo, le pase algo a sus hijos, le llegue la ancianidad. Pues bien, hay en nosotros un “centro” que se encuentra bien y se conecta con la plenitud que fuimos, somos y seremos. Es el fondo del mar, donde el oleaje de las tempestades no llega.

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