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Category Archives: Cultura

«Una excelente novela histórica»

Las trincheras de Dios

Por MIGUEL DE SANTIAGO

Las trincheras de Dios

Vuelve un escritor de registros varios, el jesuita Pedro Miguel Lamet, ahora con una excelente novela histórica, titulada Las trincheras de Dios (Ediciones Mensajero), que tiene como protagonista de fondo al padre Fernando de Huidobro, que murió en el transcurso de una acción bélica —no martirizado— en los años terribles de la Guerra Civil.

Una mujer enamorada de su marido sufre la división y separación que les provocan sus respectivas ideologías. Ella procede de una familia conservadora y religiosa de Sevilla, marcada por el asesinato de sus familiares durante la guerra, y emprende una investigación en busca de la objetividad sobre el factor religioso en aquella contienda fratricida; él, socialista catalán, nada religioso, político progre, es un activista implicado en la llamada Memoria Histórica. Los recuerdos marcaron la infancia de ambos, tan ideológicamente divididos.

Muy bien trazados la exposición, nudo y desenlace, Las trincheras de Dios tiene como pretexto argumental la elaboración de una tesis doctoral sobre la figura singular del jesuita Huidobro, que se alistó como capellán de la Legión, intentó paliar el odio entre las dos Españas, se mostró contrario a los desmanes que se producían en las dos trincheras y asistió a todos a la hora de la muerte.

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El invierno de la vida

Terracota de Asís. (© P.M.Lamet)

La vida, como las estaciones, tiene su invierno, que coincide con la vejez, una etapa que, en nuestro mundo de hoy, la verdad, no tiene muchos partidarios. En los tiempos antiguos el “senior” solía ser aceptado por su sabiduría y consejo. De ahí surgió el término Senado en Roma, y en las tribus indígenas el jefe suele ser un hombre mayor, porque se le considera con capacidad de mirar más allá, desde la experiencia y el desprendimiento que dan los años

Ahora nadie quiere envejecer y no hay mayor valor para nuestra sociedad que la juventud, incluso cuando es violenta e insensata. Propósito inútil por ley de vida, pese a la cirugía estética, que consigue inexpresivos rostros de plástico y los pretendidos elixires de la “eterna juventud”.

Es verdad que, por marginación en residencias, enfermedades, soledad -recordemos la reciente tragedia de muchos durante la pandemia- hemos conseguido aumentar la tristeza de los ancianos. Pero ¿quién no ha conocido viejos jóvenes, personas maravillosas que han levantado nuestro ánimo solo con sentirlos cerca?

Quizás la clave esté en la manera de afrontar la cercanía de la muerte. Hasta un pagano como Cicerón creía en la inmortalidad del alma en su entrañable libro «De senectute», y la consideraba un proceso natural, del que deberíamos hablar sin miedo. O como le cantaba Ernesto Cardenal al místico Thomas Merton en el día de su muerte:  “Solo amamos o somos al morir, el gran acto final de dar todo el ser”. “Nuestras vidas que van a dar a la vida”, añadía.

Así el franciscano de la foto. ¡Qué dulzura, qué aceptación, qué blanda flexibilidad de fruta madura! ¿Por qué vive con plenitud su ancianidad? Porque hace mucho tiempo que reside en la Vida.

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Abísmame en tu Ser

«Mientras deambulo absorto por sendas de este espejo,
ABÍSMAME EN TU SER
 
Si del silencio hiciera 
 un abismado hueco,
 y en las tardes sin nadie 
 el diapasón ardiente
 del aire sobre el aire
 hasta matarme el ego
 por ser contigo
 uno,
 dormiría
 tan dormido y despierto,
 tan nada y todo en uno,
 como esa nube leve
 del sol atravesada.

 Si esta noche me dieras
 el saber sin concepto,
 un ser sin etiqueta,
 un navegar sin barco
 y una luna sin tiempo,
 que en las sombras fabrica
 la amenaza del miedo,
 quizás descubriría
 el vaivén de mi cuna
 y el sabor de tu verso.

 Si mañana es ahora
 y ayer ya no amanece
 y el hoy solo un instante 
 que se me esfuma yerto,
 abísmame en tu Ser
 porque así me diluya
 mientras deambulo absorto
 por sendas de este espejo,
 donde barrunto el aire
 de tu perfume eterno.

 Pedro Miguel Lamet
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Agua que llevas mis sueños

“Niño en el agua” (®PMLamet)

“El hechizo del agua detiene los instantes” escribe Luis Cernuda. Desde niños anhelamos el agua como reflejo quizás de lo que somos, pues dicen que agua es el principal componente de nuestro cuerpo. ¿Qué busca este chaval hundiendo sus pies en la orilla? ¿El añorado líquido amniótico, un trasunto de la vida, un inconsciente rito de purificación, la inmersión en lo infinito?

Sea de fuente, río, lago o mar, es hermoso contemplar el paso del agua, refrescarse, y aprender a fluir con ella; disfrutar del momento y no apegarse a él, sin miedo, confiados que en la desembocadura acabaremos por sumergirnos en el mar de donde partimos. Quizás como nunca, hemos anhelado el agua durante esta pandemia, porque es un símbolo de salud y libertad. Nadie puede parar la vida ni detener el tiempo, pero siempre nos queda soñar como Miguel de Unamuno: “Agua que llevas mis sueños / en tu regazo a la mar /, agua que pasas soñando, / tu pasar es tu quedar”.

 Jesús amaba el agua, el agua nueva que ofrece a la samaritana para que no tenga más sed. Ya que “el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna” (Jn 4,14). Y hasta el obsequio de un simple vaso de agua fría tiene premio: “Y cualquiera que como discípulo dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mt 10,42). ¿Insignificante y barato? Infinito, si nace del amor.

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El aura humana, ¿mito o realidad?

Supongo que habréis oído hablar alguna vez del aura. Aunque no nos demos cuenta en la religión católica es algo admitido en los santos, que se suelen presentar con aureola. Pero todos tenemos un tipo de aura. Aunque no se vea, puede experimentarse, cuando, por ejemplo, alguien se acerca demasiado y nos sentimos molestos porque ha invadido nuestro terreno, esa capa vibratoria que emitimos.

Los que dicen que pueden verla aseguran que las hay de muchas formas: como óvalo, largas y delgadas, cortas y gruesas, angostas y pegadas al cuerpo, estrechas por arriba y grandes por abajo y de diversos colores. No es que un aura sea mejor a otra, son simplemente distintas, como distintas son las individualidades, incluso cambian cada día.

A veces podemos sentir el cambio de aura del vecino, cuando por ejemplo, sin que haga el mínimo gesto, percibimos como intuitivamente sus cambios de humor. En medio de una fiesta alguien que charla y sonríe no puede ocultar que su aura por ejemplo está transmitiendo dolor. Incluso desde lejos puedes sentir que te están invadiendo el aura. Podría ser también una razón de por qué nos sentimos cansados tras estar con una multitud, por el influjo quizá de una mezcla de auras.

¿Se puede manejar el aura? Haz la prueba. Visualiza una burbuja circular en torno a ti. Bastan dos o tres segundos. La próxima vez que te encuentres en medio de un gentío, concéntrate e imagínate dentro de ese círculo tuyo de energía. Luego, cuando vuelvas a estar solo, comprueba si te sientes mejor, con mayor o menor energía. Esto no es poner un escudo protector ante los demás ni dejar de sentirlos. Te sentirás más dueño de ti mismo más capaz de ayudar y la gente mejor a tu lado.

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Próxima conferencia en Cádiz

CONFERENCIA EN CÁDIZ Y PRESENTACIÓN DE LA NOVELA

«DEJA QUE EL MAR TE LLEVE»

El próximo lunes día 14 de octubre pronunciaré una conferencia en el Casino Gaditano de la ciudad de Cádiz, a las 20 horas, presentado por el escritor Jesús Maeso de la Torre, con el título «Confesiones de un gaditano, escritor y Jesuita».

Será presentada mi última novela
DEJA QUE EL MAR TE LLEVE,
ambientada en tierras gaditanas.

Gracias a todos los amigos y paisanos que tenga a bien asistir

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Carta abierta a Bernardino M. Hernando

El periodista Bernardino M. Hernando

El periodista y sacerdote Bernardino M. Hernando falleció el pasado 7 de abril de un derrame cerebral. Como amigo y compañero de fatigas en los tiempos de “Vida Nueva” envío al vuelo de su silencioso paso por este mundo esta carta como homenaje y memoria.

Querido Bernardino:

Típico tuyo. Te has ido de puntillas, sin avisar, sin despedirte, en el anonimato que es lo que realmente te gustaba. Casi nadie se ha enterado de que fuiste uno de los curas periodistas importantes del posconcilio y la transición. Pero tú eras así, tímido, culto, lector empedernido, sonriente, poeta y un poco sarcástico y escéptico,  como mirando el mundo desde un palco y una asumida y radical libertad.

              Eras enormemente cordial y amistoso, pero cuando te acercabas te  retirabas un poco, te metías en la cueva de tus libros que nunca te cabían en casa. Aún recuerdo cómo me llamaste para entrar en la redacción de Vida Nueva, cuando te nombraron director. Con Joaquín Luis Ortega y Antonio Pelayo, a las órdenes de Martín Descalzo realizasteis la conversión de la revista de familiar a especializada., con ayuda de Mary G Santa Eulalia y María Luisa Bouvard. ¡Qué tiempos aquellos en los que escribíamos con la “tartamuda” y Paco IzquierdoJuan Barberán o Juanmi ilustraban y confeccionaban sin las ventajas de la informática noticias que miraban con lupa en Presidencia del Gobierno. A veces nos costaba caro, sobre todo cuando la censura de Fraga mandaba secuestrar la revista por los artículos de Martín Prieto con el seudónimo de Segundo Arteche. La gente leía esa página como una de las escasas ventanas abiertas a la libertad durante el franquismo.

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