«El mundo no es otra cosa que un momento», dijo el profeta. Y ese momento pasa delante de ti en forma de vivencia: una palabra, una sonrisa, una sensación, una mirada. Si por cualquier motivo se te escapa, has dejado de vivir. Porque sólo vives cuando te vives, cuando tus sentidos están despiertos, cuando te asomas con toda tu conciencia a la ventana del ser.
Mirar es ponerse en contacto con la corriente oculta de las cosas. Mirar es vivir con el alma despierta, asomada al cuerpo, conectada al instante. No basta con ver al mendigo de la esquina, al árbol en otoño, a la señora que va a la compra. Todos ellos están gritando algo, igual que el paisaje, o la tarde de lluvia o el entierro del amigo. Mirar es ser.
Este libro fue escrito para ayudar al sentido de la vista, un sentido un tanto minusvalorado en la historia de la espiritualidad; […] Surgió semana a semana en el semanario Vida Nueva, como una forma distinta de ilustrar los comentarios de la Palabra de Dios. Es, pues, una colección de píldoras que nunca fueron escritas para tragar atolondradamente una tras otra. Inseparables de las imágenes que ilustran, intentan mirar, a la luz interior del Evangelio, un mundo que habla solo, pero solamente cuando es captado desde nuestra subjetividad, cuando se intenta filtrarlo a través de la luz del corazón y leer o adivinar el lenguaje de los pequeños detalles. Quiere ser un libro de meditación en imágenes, que de nada serviría, si no despertara el apetito de mirar a fondo, de gozar de las impresionantes imágenes con que Dios ha ilustrado el libro de la vida. Sobre todo, teniendo en cuenta que esas imágenes son sus propias instantáneas, las únicas fotografías de Dios que tenemos a mano. A veces están muy borrosas como los espejos del tiempo de Pablo de Tarso. Pero más frecuentemente somos nosotros los que andamos dormidos, aunque creamos llevar los ojos abiertos.
Mi único deseo es que, en este álbum de familia -siento el mundo entero como un hogar- te encuentres con paisajes y rostros conocidos. Y, después de cerrar sus páginas, comprendas conmigo que, tanto estas fotos como las que tú puedas ir coleccionando dentro de ti, desde ahora mismo «conduzcan al rebaño de tus sentidos al verdeante prado de la Realidad» y la luz de tu mirada te lleve cada hora, cada instante hacia el lugar de la entera visión: un paraíso, en el que en cierto modo y anticipadamente ya estamos sumergidos. (Tomado del propio libro «La Luz de la Mirada»)
-Pedro Miguel Lamet-