Siempre hace buen tiempo

Category Archives: Autoliberación

Lavarse con silencio

Contaba una joven monja que muy agobiada fue a consultar a su director espiritual: “Mire, padre, estoy muy preocupada. Es que, cuando estoy mejor en la capilla, es cuando no hago nada, ni pienso en nada; simplemente estoy”. El sacerdote sonrió: “No se preocupe, hermana, acaba de descubrir el silencio”. La religiosa no se fue muy convencida. ¿Cómo podía alcanzar aquella paz interior sin pensar, reflexionar, sin leer algo? Y, sin embargo, estando así simplemente, saboreaba una quietud y una alegría que nunca hasta entonces había disfrutado.

Vivimos más que nunca ensordecidos por el ruido. Hay un ruido exterior que no para: en el bar, en el coche, en casa, en la calle. La radio, la tele, el móvil, mensajes, publicidad nos embotan los sentidos.

Pero hay otro ruido interior más peligroso, el de la mente, que runrunea dentro de nosotros desde un personaje que creemos ser y no somos. Te da la tabarra con la culpabilidad del pasado, que ya no existe, y, por tanto, se convierte en una tortura inútil. O con las preocupaciones de lo que va a venir, un futuro lleno de miedos que nos adelantamos también inútilmente de forma masoquista, porque aún no sabemos realmente cómo será. La mente siempre nos contamina con sus ruidos, alejándonos de lo que es.

Solo el silencio nos libera. Pero le tenemos pavor, porque lo identificamos con soledad y vacío, sin apreciar que es una soledad acompañada del Universo y un vacío lleno. Escribe Benedetti:

Continue reading…→
Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

La presencia, el corazón de la cebolla

Contemplo a la gente en vacaciones y se parece mucho a la estresada de la vida cotidiana. Viven el tiempo como una carrera; en verano, carrera del disfrute, desde el miedo a perder el minuto. Con lo cual este modo de huir nunca es un verdadero descanso, ni para el cuerpo ni para la mente.

Nadie para. Todo el mundo huye de algo, probablemente de sí mismo: de la tortura de un pasado que no se acepta y el miedo a lo que va a pasar en el futuro. El problema parte de una desconexión central. El yo del ser humano es como una cebolla, con capas superficiales que nos subyugan con incentivos múltiples y alimentan el pequeño ego, el del éxito, el apego, la inmediatez.

Hacer turismo, por ejemplo, es disparar fotos como una metralleta: cuanto más vemos, menos miramos, y las imágenes no calan en el interior. Se acumulan en la memoria del smartphone.

Solo se vive plenamente conectando desde la almendra de la vida, el silencio profundo, la capa que se oculta en lo innombrable. En un rincón hondo donde siempre hay Presencia. Desde la Presencia la vida es ahora, toda la Vida. Ese “yo soy” conecta con la libertad, la luz, la hermosura, la verdad. Pero no la puedes calificar. Si le pones un nombre, la estropeas. La parcelas, la conceptualizas. Es, es simplemente.

Morder una fruta, contemplar una flor, hundirte en un crepúsculo, ahondar en una mirada. Todo es gracia, todo es plenitud. Pero para vivirlo hay que dar el salto de la utilidad, la propiedad, el dominio o poder, el miedo a perder o la obsesión del tener.

El “negarse a sí mismo” del Evangelio, es un “no” a ese pequeño ego superficial y agobiado, y un sí genial al “yo” conectado con la Presencia. Aunque sea un instante, rompe con la mente y desde el silencio saborea la Presencia, más allá de tiempo.

“El reino de los cielos dentro de vosotros está” (Lc 17, 20-25)

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

Meditación ante el mar

¿Qué sentimientos, impresiones o intuiciones me trae el mirar al mar?

PLENITUD Y MOVIMIENTO: En primer lugar, no es abarcable para la mirada. Por tanto, me supera, rompe mis coordenadas de captación y al mismo tiempo está continuamente moviéndose y cambiando de color, como la vida misma, que no sé dónde empieza y donde termina, pero que intuyo como algo con un fondo infinito, que permaneces más allá del movimiento de las olas. Es decir, que pasa y queda.

Continue reading…→
Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

Sé tú mismo

Cada día encuentro a más gente angustiada. Me dicen que viven agobiados, deprimidos por las noticias, la crisis, el mundo que vivimos. Y, si son creyentes, los escándalos de la Iglesia les quitan la fe. Quizás porque los medios airean solo lo negativo. Para mí es un problema de enfoque. Vivimos en la cáscara de todo, desde el yo-idea, el pensamiento. Hay que buscar un camino directo al corazón.

Hace muchos años visitaba en compañía de un amigo un templo budista-zen en la sagrada ciudad de Nara (Japón). El pequeño jardín japonés, perfecto y recortado, brillaba desde la ventana a la altura de nuestros ojos mientras tomábamos una taza de té. Parecía un cuadro recién colgado ante nuestra mirada sorprendida.

El monje, de cráneo pelado y mirada penetrante, que se llamaba Nishizawa, se dirigió de pronto a mí en japonés. Mi acompañante, el profesor de la Universidad Sophia, Juan Masiá, me tradujo sus palabras, que nunca olvidaré: “Hazte plenamente el que ya eres”, me dijo.

Hoy cada uno de nosotros casi hablamos como los personajes de las series televisivas o programas de éxito, vestimos lo que nos dicta la publicidad y hemos cambiado nuestro “ser” por un “poseer”, que acaba por transformarnos en vulgares polichinelas de la sociedad de consumo. Estamos dormidos.

Solo unos pocos se libran de esta vorágine y se asoman al balcón de la vida con el suficiente distanciamiento para volver a ser ellos mismos. Entre estos, siempre estuvo el poeta, que es capaz de escuchar el latido secreto de la vida. ¿Pero qué ha sido hoy de los poetas? ¿Quiénes los leen? Además, no siempre la vida del poeta responde al resplandor de su inspiración. La verdad que el arte desvela es considerada inútil, además por el hombre pragmático actual.

Algo parecido han buscado los filósofos y los psicólogos cuando nos invitan al autoconocimiento para liberarnos de nuestros complejos conscientes o inconscientes. Lamentablemente, muchos se quedan en el proceso de darle más vuelta al coco.

Continue reading…→
Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

Decálogo de propósitos para el año nuevo

 Recibiré las pequeñas cosas de cada día como un regalo

Después de unos años llenos de incertidumbre y algunas noticias devastadoras, ¿cómo afrontar el que comienza? Se me ocurren estos diez propósitos para sentirnos liberados y al mismo tiempo fieles al seguimiento de Jesús de Nazaret:

1. Este año viviré en el presente, disfrutando del ahora, que es un taladro que me comunica con la eternidad.

2. Dejaré de rumiar los eventos pasados de mi vida, todo sentimiento de culpa, toda angustia provocada por lo no bien hecho u omitido, todo pensamiento negativo del ayer. El pasado pasó.

3. No me inquietaré por la inseguridad del futuro: ¿qué será de mí, de mi salud, situación económica, el futuro de los míos? No hay miedo posible, si sé de veras siento que estoy en manos de Dios.

4. Miraré más allá de los acontecimientos, noticias, percances, situaciones, consciente de que hay una trama que no veo, una mano providente que salva, un sentido misterioso en todos ellos.

5. Cerraré los ojos de vez en cuando para abrirlos desde la contemplación, lo que me permitirá encontrar el “sabor a más” que todo contiene.

6. Recibiré las pequeñas cosas de cada día como un regalo: desde el aire que respiro al árbol de la esquina; desde el niño que nace al hermano que muere; desde el canto del jilguero a la gran sinfonía, agradecido del don de la vida, pues “todo es gracia”.

7. Dirigiré mis pasos, en la medida de mis fuerzas, al planteamiento de las bienaventuranzas y su visión rompedora sobre los pobres, los pacíficos, los limpios, los misericordiosos, los que luchan por la justicia… Y si no tengo fuerzas para cambiar y comprometerme para que el mundo cambie, las pediré humildemente para que Dios lo haga en mí.

8. Miraré a todo hombre y mujer, sin distinción de razas, apariencia o condición, como un pedazo vibrante de mí mismo, y si mi instinto lo rechaza por alguna razón, diré para mis adentros: “Yo sin él no existo, Señor; ayúdame a amar a mi hermano, sea el que sea, y concienciar que solo llegaremos a ser, si todos somos uno”.

9. Tendré presente cada día la muerte, no desde el miedo como mi fin, sino como el “yo soy” definitivo, la puerta hacia mi plena identidad, la inmersión en el mar de luz del que procedo y, en el que, sin percibirlo, ya estoy ahora nadando.

10. Me alimentaré diariamente de la Palabra de Dios que sacia, sugiere, eleva e interpela, reclinando cada noche mi cabeza, como Juan, en el pecho de Jesús, y sintiéndome conducido como niño pequeño de la mano amable de María en medio de las turbulencias de este mundo. Amén.

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

Cómo sobrevivir a las malas noticias

Playa de Alvor (Portugal)

El bombardeo de noticias negativas en los informativos está creando un ambiente angustioso en las personas, que se ven afectadas consciente e inconscientemente. Siempre está vigente el axioma periodístico de que no es noticia que “un perro muerda a un hombre”, sino el que “un hombre muerda a un perro”, lo nuevo, lo diferente, lo ruptural. Pero hoy día son tantas las noticias negativas que es difícil permanecer incólume después de ver un telediario: guerra, crisis del gas, el petróleo, la economía, el medio ambiente, el drama de los pueblos empobrecidos, los suicidios, las fake news y un largo etcétera.

¿Qué hacer? Algunos han optado por evadirse y no seguir las noticias, porque no pueden más. Otros se hacen negacionistas contra la pandemia, el cambio climático, la veracidad de las noticias o su manipulación en favor de las grandes potencias. En todo caso, una reacción frecuente es la evasión. Pero ¿huir de la realidad es una actitud evangélica?

Quizás la única actitud realmente cristiana es cambiar nuestra óptica y mirar con gafas de profundidad. Hay que partir en primer lugar del sujeto que mira, que sigue la noticia. Si la seguimos desde lo obvio, lo inmediato y el futuro próximo, desde luego es para deprimirse: pero, si en nuestro interior estamos “en el centro” todo aparece distinto.

¿Qué es vivir en el centro? Situarse en una zona más íntima, más allá de las capas superficiales que se quedan en la apariencia, una zona serena donde nuestro ser conecta con el Ser.

Hoy la gente vive en la cáscara de todo, influenciada por la tabarra de su mente, agobiada por lo que no hizo o hizo mal en el pasado o preocupada por el futuro. Se pasa películas hipotéticas sobre lo que le va a suceder cuando pierda el trabajo, le pase algo a sus hijos, le llegue la ancianidad. Pues bien, hay en nosotros un “centro” que se encuentra bien y se conecta con la plenitud que fuimos, somos y seremos. Es el fondo del mar, donde el oleaje de las tempestades no llega.

Continue reading…→
Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

El alma de las cosas

Mucha gente se inventa vacaciones en sustitución de la fiebre del trabajo. Más en estos tiempos de vértigo. Viajes estresantes, fiestas continuadas, omnipresencia del móvil en la playa, la montaña o el turismo.

¿Por qué? Porque el parón veraniego les resulta insoportable y el silencio un revulsivo que nos deja solos ante nosotros mismos. El mundo de hoy nos ha hecho más activos que contemplativos y hemos emprendido tal carrerilla que no podemos parar. Hay que buscar recursos para que la sensación del paso del tiempo no nos enfrente con lo que realmente somos: el tema que ha preocupado a los filósofos de todos los tiempos: por qué estamos aquí, el misterio del paso de los años, el envejecimiento, la certeza de la muerte. En definitiva, la angustia de ser.

El verano y las vacaciones ofrecen una buena época para mirar. Bueno, «ver» es sencillo. En este periodo casi no hacemos otra cosa que ver: el paisaje, los monumentos, a gente. Pero vemos sin mirar, sin contemplar. Y cuando vemos, casi siempre emitimos un juicio de sorpresa, admiración, rechazo, lo que sea. Lo convertimos en pensamiento, lo limitamos en nuestra mente y le arrancamos el alma, su sabor a infinito.

Sugiero un ejercicio que en realidad es una actitud. No emitas juicios. Mira simplemente, contempla, como si vieras por primera vez, sin más. Procura que la contemplación no pase por tu cabeza, sino que vaya directamente hacia tu ser más íntimo, sin más intermediarios.

Quizás entonces descubras el alma de las cosas, penetrando directamente en tu alma, sin conceptualizaciones. Quizás descubras que eso es parte de ti, y tú de un todo. Pero no porque te lo diga yo, sino porque en el fondo de ti se produce un regusto especial, un calorcillo que no tiene nombre, una comunión con el Universo.

Eso se parece al amor del que estamos hechos. Cuando se siente estás bien, estás por encima de los pensamientos que te torturan y se pasan todos los miedos y angustias. Eso sí, necesitas al menos de un átimo de silencio y eso mucha gente no quiere permitírselo. ¡Madre mía, lo que se pierden!

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

Pascua con ojos niños

Hay un breve poema del colombiano Rafael Pombo titulado “El alma y el niño” y publicado nada  menos que  en 1873, que dice mucho más que grandes  tratados de teología:

«¿Dónde está Papá Divino?
Preguntó a su niño el ama;
Te daré un dulce en la cama
Si me respondes con tino».

Y él, con sonrisa de cielo.
Repúsole: «Y yo, bah! bah!
Te daré un rizo de pelo
Si dices dónde no está».

Los niños están continuamente contemplando el rostro de Dios, porque aún viven dentro de él. Antes de que los maliciemos son ángeles que nos devuelven la esperanza en el ser humano, porque viven cerca de nuestro origen, la luz de donde salieron: el “Papá Divino”. Por eso, nada mejor que celebrar la Pascua desde los ojos abiertos y puros de un niño, nuestro niño, el que fuimos y volveremos a ser de nuevo en la casa del Padre. Mientras, de camino, Jesús nos propone la tarea para pertenecer a su reino y resucitar, retornar al niño.

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

No digas nunca «no»; di «más»

 Para ser feliz -te dijeron- encuentra al amor de tu vida; márchate de tu país; vete al campo, a vivir junto al mar, rompe con todo.          

  Quizás lo hiciste, quizás te ayudó. Y cuando comenzaste de nuevo allá lejos, comprendiste enseguida que nada había cambiado porque te llevabas a ti mismo con tus maletas. 

            El ego es indestructible, no lo puedes aniquilar. 

            Solo lo podemos ensanchar como el que hace obra en casa y convierte el viejo ventanuco en una inmensa vidriera abierta al mar. 

            Eso sí. Cuando el cristal está  bien iluminado no se perciben las manchas en el vidrio, es como si no existieran.

   No digas nunca ‟no», di siempre ‟más». 

            Ya no dependerá de dónde estés, qué tengas o quién te acompañe. Incluso viviendo entre los deseos y hasta frustraciones de tu yo pequeño, puedes descubrir el Yo real que eres. 

            Jesús lo llamaba el Reino de los Cielos y dijo: 

            ‟Dentro de vosotros está». 

            Basta con estar atento y hacer silencio para que aflore. 

Continue reading…→
Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

El invierno de la vida

Terracota de Asís. (© P.M.Lamet)

La vida, como las estaciones, tiene su invierno, que coincide con la vejez, una etapa que, en nuestro mundo de hoy, la verdad, no tiene muchos partidarios. En los tiempos antiguos el “senior” solía ser aceptado por su sabiduría y consejo. De ahí surgió el término Senado en Roma, y en las tribus indígenas el jefe suele ser un hombre mayor, porque se le considera con capacidad de mirar más allá, desde la experiencia y el desprendimiento que dan los años

Ahora nadie quiere envejecer y no hay mayor valor para nuestra sociedad que la juventud, incluso cuando es violenta e insensata. Propósito inútil por ley de vida, pese a la cirugía estética, que consigue inexpresivos rostros de plástico y los pretendidos elixires de la “eterna juventud”.

Es verdad que, por marginación en residencias, enfermedades, soledad -recordemos la reciente tragedia de muchos durante la pandemia- hemos conseguido aumentar la tristeza de los ancianos. Pero ¿quién no ha conocido viejos jóvenes, personas maravillosas que han levantado nuestro ánimo solo con sentirlos cerca?

Quizás la clave esté en la manera de afrontar la cercanía de la muerte. Hasta un pagano como Cicerón creía en la inmortalidad del alma en su entrañable libro «De senectute», y la consideraba un proceso natural, del que deberíamos hablar sin miedo. O como le cantaba Ernesto Cardenal al místico Thomas Merton en el día de su muerte:  “Solo amamos o somos al morir, el gran acto final de dar todo el ser”. “Nuestras vidas que van a dar a la vida”, añadía.

Así el franciscano de la foto. ¡Qué dulzura, qué aceptación, qué blanda flexibilidad de fruta madura! ¿Por qué vive con plenitud su ancianidad? Porque hace mucho tiempo que reside en la Vida.

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather