Como voces secretas de una vida,
del verano aquel vuelve el sonido
con sordina de grillos, sin ruido,
y música de lejos ya perdida.
La noche quieta y la palabra huida
se han quedo en el aire y el olvido
añorando aquel joven perseguido
por la luna de ensueños pretendida.
Pero el ardor que anhela tu mirada
que desde el mar buscaba mi sonrisa,
sigue, Jesús, clamando con ternura
con la misma palabra enamorada:
“Sígueme, amigo, óyeme en la brisa,
y húndete ahora en toda la hermosura”.
Pedro Miguel Lamet
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