Siempre hace buen tiempo

Category Archives: Poemas

Soy Adviento

               SOY ADVIENTO

¡Cómo me gusta andar por los caminos,
sentir bajo mis pies latir al mundo,
mirar al horizonte en lo profundo
y respirar el aire de los pinos!

¡Cómo me calma de mis desatinos
marchar de paso como un vagabundo,
mientras, sin pensar, los ojos hundo
en reflejos de amores tan divinos!

Pues de pronto comprendo iluminado
que en caminar consiste nuestra vida
hacia la luz del gran descubrimiento,

puesto que andando advierto que he llegado;
y en el buscar presiento la venida.
Nací para esperar, pues soy Adviento.

Pedro Miguel Lamet




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Miedo a mi noche

MIEDO A MI NOCHE

Cuando en la noche viene el pensamiento
a robarte la paz desde la loca mente,
o, sin saberlo, atruena al subconsciente
de voces con el ímpetu del viento,

y ese miedo a la vida que fomento
entre sombras, se hace tan presente
que no eres tú, sino el latir caliente
de ese otro yo que invade el sentimiento,

recuerda que naciste de un misterio,
desnudo como flor de la mañana
para alegrar la vida de este espejo,

y que solo soltando el cautiverio
del poseer, abrimos la ventana
a la luz de ser Uno en tu reflejo.


Pedro Miguel Lamet
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Presencia

                 LA PRESENCIA

“Si no hablas, tu palabra será la de Él.
Si no tejes, Él te tejerá”.
Rumi


Como una red me envuelve el pensamiento,
el ayer y el mañana, lo vivido,
y ese miedo a perder lo más querido
que el futuro me trae al sentimiento.

Vivo en una telaraña al viento
que yo mismo tejiendo he esparcido
por culpa, miedo y llanto que no olvido
sin disfrutar del instante y este aliento.

Despójame del yo que runrunea
en mi mente y calla la querencia
del cuento que me cuento cada día,

para ir más allá de quien desea,
y, perdido en el mar de tu Presencia,
halle el ser en tu Ser el alma mía.


Pedro Miguel Lamet
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El dulce nombre

EL DULCE NOMBRE

Cuando pronuncio tu nombre
y vuelvo al adolescente
que te velaba en la noche
ante tu altar de muchacha,
se paraba el mundo entero
bajo un manto de esperanza
con mi miedo de ser hombre.

No te llamaba mi boca
ni mis labios, solo el alma
se acurrucaba muy pobre
como un niño en tu regazo
a reposar en tu calma.

Ahora cargado de tiempo
te llamo de nuevo a solas
desde la sombra y el miedo.
¡Qué alegre suena, María,
sentir vibrar en mi entraña
como una brisa de vida
la dulzura de tu nombre!

Pedro Miguel Lamet
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Flor, agua, brisa

FLOR, AGUA, BRISA

Para la flor el tiempo se escabulle,
fallece su color en un instante
como el regalo gratis y acuciante
que dispensa la vida cuando fluye.

Para el río el agua se diluye
en su pulir la piedra itinerante
y va a morir al mar como un amante
que en su abrazo la anula y la destruye.

Para mi ser la vida es una brisa
que en el nacer me sopla amablemente
me derrumba, me salva, me enloquece

y convertida en viento de repente
me anega en una lágrima, una risa
hasta besar el Mar eternamente.

Pedro Miguel Lamet


Foto: Río Urola (Guipúzcoa). ©PMLamet
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Las voces del verano

Foto: «Noche en Portimao». PMLamet
LAS VOCES DEL VERANO

Háblame, Señor, con voces del verano,
cuando sube la hormiga por mi brazo,
y me evoca otra vez que parte soy del sueño,
y la hierba o la arena me devuelven conciencia
de que fui tierra algún día, o sigo siendo polvo,
mas polvo enamorado de esa sed infinita
que alienta a este universo.

Acúneme el sopor con brisas de la noche,
-¡oh noches de verano ungidas de nostalgia!-,
con silencio habitado de lejanas canciones
y grillos escondidos que taladran el alma
de luna y soledad.

Recuérdame otra vez, más allá de los árboles,
ese mar de la infancia que me acuna en la noche
con su salmo de olas: “¡Navega, sé mi azul!”

Tararea el verano una copla perdida
de amor, de adolescencia, y llora en mis entrañas
desde aquel tocadiscos boleros de Ravel.

Me estrena sus mañanas con perfume de sol,
y acompaña mis pasos por la vera del río
en volandas del aire hacia una Virgen niña
que aún espera en su ermita un piropo infantil:
¡Dios te salve, María; qué llena estás de gracia!

Han pasado los años con luces, con sus sombras,
y el dolor en los huesos que limita mis pasos
susurra tantos nombres que son risas y lágrimas
pero también presencias que tiemblan a mi lado,
y jamás morirán.

Háblame de aquel niño que fui y ahora presiento
más cerca, más humano,
pues voy transparentando con el paso del tiempo
un verano en mis venas llevado de tu mano,
vacaciones eternas de alta Mar.

Pedro Miguel Lamet


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Tengo un velero

TENGO UN VELERO
“El reino de los cielos
dentro de vosotros está”
(Lucas 17, 20-25)
Tengo un bonito velero embarrancado
en la arena olvidada de aquel tiempo,
en que de niño zarpaba cada tarde
desde la triste playa de mis sueños
a navegar a solas sin más norte
que el ansia de abrazarte en cualquier puerto.

Han pasados los años, las borrascas
del dolor, la angustia y hasta el miedo;
y tú, Señor, sin más me has enseñado
que ningún horizonte estaba lejos,
ni bogar a otro mundo me hace falta
cuando toda la Mar la llevo dentro.


Pedro Miguel Lamet

Foto: Portimao (Portugal) ©PMLamet
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Tu niño oculto

Nico

Los niños son pedazos de Dios y no lo saben,
van saltando en la lluvia y no se mojan;
el aire besan sin ser sus propietarios;
dan regalos sin precio, a solas juegan
y van acompañados de todo el universo.

Los niños aún no saben
qué papel les darán en la comedia;
y cuando miran, te ven directamente,
sin careta, te ven como tú eres,
sin sopesar qué vales o qué cobras;
si eres peón, ministro o propietario,
joven o viejo, o el puesto que te han dado
quienes reparten roles de apariencia.

Juegan los niños con tu niño oculto
y solo si lo abrazas te vives como eres.

Pedro Miguel Lamet

Foto: “Nico”.© PMLam
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Resucitar a la presencia

RESUCITAR A LA PRESENCIA

Si me miro en el fondo de mí mismo
sin dejar que mi yo se me interponga,
ni el triste pensamiento me proponga
toda la vaciedad del propio abismo.

Si busco sin buscar con heroísmo
la luz secreta que de Ti prolonga
ese amor que ya soy, haz que me imponga
sumergirme contigo en tu bautismo,

que es nacer otra vez a la alegría
de saberme pequeño como un niño,
tan grande como el mar en su querencia

y navegar tan solo en el cariño
de ese Dios que embriaga el alma mía
por la resurrección de la presencia.

Pedro Miguel Lamet

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Al papa Francisco en sus once años de pontificado

      AL PAPA FRANCISCO

Como una estrella de una luz lejana
que ilumina el desierto, de repente
viniste a Roma sencillo y sorprendente
a abrirnos de par en par una ventana;

rompiste el protocolo y la mundana
vanidad de una Iglesia indiferente
para sentarte sin más entre la gente
como un pastor que ríe en la mañana.

Amigo de los pobres y pequeños,
voz de los sin voz, alzas tu cayado
contra un mundo de odio e injusticia;

como Jesús, no temas a los dueños
del mundo del poder y la malicia,
pues en tu cruz ya has resucitado.

Pedro Migue Lamet, sj



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