Dice Pablo que somos espectáculo ante Dios y ante los hombres. El showman de la foto, además de hallar una forma de supervivencia durante la crisis, se ha convertido en estatua de barro en medio de los curiosos viandantes. Ha elevado a mimo la miseria, la sumisión, la terrosidad del obrero explotado. Su estampa parecería responder a tiempos pasados, anteriores a la globalización y la tecnocracia. Pero por desgracia no es una imagen de barro, sino de carne y hueso, tan real como que vive en los países en vías de desarrollo, en muchos de nuestros inmigrantes y en una sociedad donde los más pobres y débiles –hasta niños y mujeres- llevan sobre sus hombros el saco de los desperdicios de nuestro bienestar. Hoy se habla, sí, de solidaridad y ONGs; pero muy poco de justicia, previa a cualquier paliativo o caridad.
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