Siempre hace buen tiempo

Entrevista de 21rs sobre «Las palabras vivas»

Pedro Miguel Lamet 

«ESTE ES UN MUNDO DE IMAGEN HUERA Y RUIDO CONTINUO»

 

«En el imperio del consumo los poetas no cuentan»

 

Entrevista con Pedro Miguel Lamet en la revista RS21

 

 Por Mª Ángeles López Romero

 

El escritor y periodista Pedro Miguel Lamet (Cádiz 1941) ha abandonado momentáneamente sus exitosas incursiones en la novela histórica para sumergirse en un proyecto literario a medio camino entre la poesía, la ficcón, la mística y la exégesis del evangelio. Las palabras vivas: confidencias del discípulo predilecto (Paulinas) es una rara avis cargada de lírica que muestra el amor de su autor por la figura de Jesús e invita al lector a meditar, despertar y sentirse palpitar con el latido de todos los hombres.

-Éste es un libro diferente a sus últimos éxitos editoriales y difícilmente clasificable. ¿Qué tenía Juan de interesante y por qué esta fórmula literaria? 

Siempre he cultivado dos vertientes literarias: la de mis versos y la de la narrativa histórica y biográfica. Un antecedente de este libro es «Las palabras calladas», varias veces reeditado, mezcla de ficción, reconstrucción bíblica y comentario espiritual, en el que María de Nazaret evocaba en primera persona sus recuerdos. En su caso la recreación narrativa era importante, porque sabemos muy poco sobre ella. Con Juan pasa exactamente lo contrario, tenía como base el evangelio más teológico y poético. El trabajo ha consistido esta vez en acercarlo a la gente, poner en calderilla su lenguaje simbólico, hacer como dice Ignacio de Loyola «composición de lugar», o «como si presente estuviera»  e intentar evocar mediante la sugerencia su vibración interior. 

-¿Es quizás su libro más místico?

-Es posible, por su planteamiento. Intenta identificar al lector con lo que Juan sentiría mientras estaba apoyado en el pecho del Maestro durante la última cena. Por eso el libro no es cronológico sino diacrónico. Cada palabra, cada capítulo es como una vida de Juan junto a Jesús  en torno a cada tema.

-Junto a lo espiritual, hay una gran presencia del lenguaje poético en él. ¿La poesía es su gran pasión? ¿Quizás su mayor orgullo como escritor? 

-Mi primer libro, que publiqué cuando tenía veinticuatro años, «El alegre cansancio» fue un poemario. Luego siguieron más, y siempre, aún en el periodismo y los libros en prosa, he intentado salpicar algo de poesía. La poesía, decía Rahner, es la «protopalabra», la última palabra humana más próxima a la palabra de Dios. Por eso, como decía Dámaso Alonso, toda auténtica poesía es  en definitiva religiosa. Hoy por desgracia apenas ocupa espacio en las librerías.  En el imperio del consumo los poetas no cuentan.

La imagen del mar abre y cierra el libro. ¿Qué significan para usted sus raíces gaditanas y marineras?

-Mis abuelos eran hombres de mar. El paterno, maquinista de barco de pesca. El materno, farero de Cádiz, una ciudad rodeada por el Atlántico. Llevo pues el mar en la sangre y el corazón, y mi vocación la sentí en bicicleta, a medio pedal de mi pierna enferma, mirando al mar, símbolo de lo infinito y lo absoluto. Así lo utiliza por ejemplo Ingmar Bergman en sus películas cuando se habla de Dios.

-Esta obra transparenta el profundo amor de su autor por la figura de Jesús. Pero es también una apuesta por un modelo concreto de teología. Por una forma de entender la fe y la manera de ponerla en práctica, alejada de exclusivismos ni planteamientos fundamentalistas, ¿no es cierto?  

-Desde luego. Pero creo que de ninguna manera manipulo el evangelio de Juan en mi provecho. Grandes comentaristas como Brown, Mateos y Tuñí, que he consultado junto a otros muchos exegetas están de acuerdo en el mensaje abrasador del Águila de Patmos y su pensamiento liberador que se puede resumir en  que el que cree en Jesús y le da su adhesión disfruta ya aquí y ahora de «vida definitiva». ¡Qué magnífica libertad por ejemplo la del ciego de nacimiento, cuando se le abren además la vista interior y se enfrenta sin miedo con los fariseos! Es una paliza a la norma, la ley, representada por aquellos hipócritas y explotadores del Templo. ¿Cómo es posible que un sector de la Iglesia prefiera también hoy día la letra al espíritu? Juan es vida y mística experimentada directamente. Por desgracia muchas veces el pensamiento teológico elucubra y marchita al introducir en el microscopio de la lógica lo que supera todo análisis y dogma.

-En algunas cuestiones, por medio del protagonista, bordea tan al filo de la ortodoxia los temas más controvertidos que casi da vértigo: el amor humano de María de Magdala, la resurrección de Jesús (“Era Él y no era él”) ¿No le preocupaba al escribirlo, por ejemplo, que se pudiera malinterpretar como relación homosexual la imagen de Juan y Jesús, en estos tiempos en que tanto gustan los escándalos sexuales mezclados con la religión? 

-Ni por asomo aparece en mi libro la más mínima alusión o escena de la que pueda colegirse relación sexual alguna. Sí hablo del amor, es porque es un tema preferido de Juan, tanto en su evangelio como en sus cartas,  pues  se llama a sí mismo «el discípulo que amaba Jesús». Frente a la interpretación de una religión para esfinges, que a veces se nos ha enseñado, resulta que Jesús tenía un discípulo predilecto, un hogar de amigos queridos, como Lázaro, Marta y María, y una mujer a la que libera y descubre al pie de su cruz y dedica la primera aparición. Lo que defiende mi libro es que el amor es más fuerte que el sexo, aunque no puede dejar de  transmitirse por gestos del cuerpo, como el hecho de que Juan se reclinara sobre el pecho de Jesús. Pero los hechos prueban que la misión del Padre estaba por encima de todo apego,  incluso de toda caricia, toda lágrima. Respecto al resucitado, las apariciones muestran que, siendo el mismo Jesús, resultaba también intangible: «No me toques» le dice a María de Magdala. Lo curioso es que estos libros míos como «Las palabras calladas» tienen varias lecturas y pueden gustar a un lector del Opus como a uno de comunidades de base. Milagros de la poesía.

-¿Es usted uno de esos hombres de Iglesia que vive a la intemperie (término varias veces empleado en el libro) con todas sus consecuencias? 

-Quisiera vivir así, aunque la verdad es que lo hago rodeado de seguridades. Ser sacerdote, jesuita, escritor más o menos leído,  son facetas  que me arropan demasiado. Pero también me la he jugado en varias ocasiones, por ejemplo, por la libertad de expresión en la Iglesia haciéndolo compatible con la obediencia  religiosa. «Me pueden encerrar en una nuez, pero soy dueño de los espacios infinitos» (Shakespeare) y «no hay señorío mayor que la libertad» (Baltasar Gracián). La verdadera pobreza, más que material, es la intemperie. Muchos por desgracia se parapetan en las formas, lo que está mandado, los capisallos.

-Ha construido un Juan y un Jesús de carne y hueso, tangibles y cercanos. Pero, como usted mismo dice a través de ellos en el libro, “la carne escandaliza”. Escandalizó y sigue escandalizando. ¿Es ése uno de los problemas más graves que tiene hoy la Iglesia?

Se ha dicho por ejemplo que la Iglesia tiene miedo a la menstruación de la mujer. No sé si es exagerado. Pero de hecho la sigue teniendo preterida. Quizás porque es el símbolo de la carne. Pero Jesús habla con la samaritana y deja que las mujeres le sigan, en una cultura  donde nadie podía dirigir la palabra a una mujer en la calle y se consideraba contaminante. Sin embargo hay más  mujeres que hombres al pie de la cruz. Quizás Juan, como poeta de la vida, tenía algo de femenino en su aspecto púber y de más sensibilidad, por ejemplo, que el bronco Pedro. Y ¿acaso toda carne, bien mirada, no transmite espíritu? 

-Juan dice “He escrito miles de palabras sobre la Palabra”. ¿Hay demasiado discurso y poca acción en nuestras vidas de creyentes? 

-Sí, y poca palabra que se hace carne. Tampoco la acción nerviosa de nuestro mundo, incluso la actividad en ONG’S, cuando se convierte en huida de la realidad, más que auténtico compromiso, convence. Este es un mundo de imagen huera y ruido continuo.

El libro propone una manera muy oriental de vivir la espiritualidad. ¿Es esta una nueva oportunidad de encontrarnos con  otros creyentes y con no creyentes en el camino de la mística?

-La verdadera mística es una, ni oriental ni occidental. Ahora se descubren por ejemplo las grandes coincidencias entre San Juan de la Cruz, el murciano sufí Ib’n Arabí y los grandes maestros del Zen. ¿Por qué? Porque si se pasa de envoltorios culturales,  el que se une a Dios experimenta la nada, el vacío del sentido, la fusión, la llama de amor viva y nuestra participación de la naturaleza divina. Todo eso está en el evangelista Juan y en sus símbolos de luz, agua, hora, vida y sobre todo en su maravilloso prólogo. Quizás nuestras excursiones a lo Oriental nos estén ayudando para descubrir lo que ya teníamos en casa. Vi en una abadía benedictina de Praglia (Italia) meditar juntos a monjes de muy diversas religiones. Se entendían de maravilla. Si hubieran sido teólogos habrían acabado tarifando.

-“Nuestro instinto se aferra a lo visible”, se afirma en sus páginas. Y propone cambiar la forma de mirar. ¿En qué dirección? ¿Es viable proponer en estos tiempos materialistas de recortes y primas de riesgos que encontremos nuestra esencia en el amor? 

-He de repetir una vez más la famosa frase de Rahner: «El siglo XXI será místico o no será». La incursión en el no-tiempo nos ayuda a comprender el tiempo. Ignacio de Loyola defendió la «contemplación en la acción» consecuencia de su cósmica «Contemplación para alcanzar amor». Si nuestro modo de mirar cambia y descubrimos el sabor eterno de todo, que somos chispas que se han olvidado de su pertenencia a un único fuego, despertamos.

-¿Usted percibe esos “relámpagos de luz” en medio de la oscuridad? ¿Se siente, citando de nuevo sus propias palabras, palpitar “con el latido de todos los hombres que, aun sin darse cuenta, son partes del Uno”?

-Es como reclinarse sobre el pecho de Jesús; se siente el ahora infinito y en él  se quema la culpa del pasado o el miedo al futuro. Entonces la acción eficaz fluye sola, se vive en lo que de veras tenemos, el ahora, y te das cuenta que el parado, el enfermo, el terrorista, la castañera de la esquina e incluso ese pariente olvidado e inaguantable  son pedazos tuyos. Precisamente ese es el mensaje-testamento de Jesús en la cena desde que la Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros.

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2 thoughts on “Entrevista de 21rs sobre «Las palabras vivas»”

  1. Te sigo, siguiendolo a EL, me gusta mucho leer a Pedro, en lo elevado, la sencillez y la poesia que brota en cada palabra escrita, estoy consiguiendo este libro, para leerlo.

    Gracias, y un muy fuerte abrazo. Carmina

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