Siempre hace buen tiempo

Pedro Arrupe hizo voto de perfección

Hoy, 5 de febrero, se cumplen 29  años de la muerte de Pedro Arrupe, cuyo proceso de canonización ha sido incoado el año pasado. Es una buena ocasión para recordar un aspecto admirable de su vida que casi nadie conoce. Que hizo “voto de perfección” al parecer en la última etapa de su formación espiritual, mientras hacía su Tercera Probación (especie de segundo noviciado que se usa en la Compañía de Jesús) en Estados Unidos.

Casi nadie tampoco suele conocer en qué consiste este voto de perfección, que solo algunos santos han pronunciado en su vida. Se trata de obligarse mediante voto a que, entre dos opciones lícitas que se presentan en la vida, elegir la más perfecta. Creo que es una clave importante para comprender en profundidad muchas de las actitudes del que fuera general de loes jesuitas en situaciones difíciles.

Por ejemplo, cuando su secretario personal y amigo, Cándido Gaviña, revelaba decisiones secretas de la curia jesuítica al Vaticano desde su óptica conservadora, Arrupe callaba. Y jamás destituyó de secretario personal, al que era su acusador y una especie de Judas. O cuando respondía con bondad a algunos ataques y calumnias que le desprestigiaban de parte de algunos obispos y jesuitas españoles ante los papas Pablo VI y Juan Pablo II.

¿Cómo sabemos que Arrupe hizo este tremendo voto? El subsecretario de la Compañía de Jesús Nicolás Verástegui narra en carta autógrafa a Ignacio Iglesias que, al desatarse la enfermedad final de Pedro Arrupe, él, por encargo del general Kolvenbach, recogió sus cosas personales; y añade: «En el cajoncito del reclinatorio, junto a la puerta de comunicación con el despacho, encontré, entre otras cosas, una tarjeta postal con la imagen del Señor (creo que del Sagrado Corazón), impresa monocroma en tono verdoso oscuro,  en cuyo reverso tenía escrita la fórmula de su voto de perfección. Tengo la impresión de que entonces deduje que estaba hecha en, o al fin de su Tercera Probación. Ahora, después de veintitrés años, no puedo concretar más» Por tanto, parece que el texto original existe, y es posible que esté en el expediente de la causa-.En su menuda y veloz escritura de sus apuntes de Villa Cavalleti, después de ser elegido general, reaparece su particular devoción al Corazón de Jesús y a la eucaristía:

En el monte Fuji. Misa nada más llegar a Japón: "Nunca pensé al alzar aquellas manos  que iba a sufrir tanto"
En el monte Fuji. Misa nada más llegar a Japón: «Nunca pensé al alzar aquellas manos que iba a sufrir tanto»

Presencia real de Cristo, de mi amigo, de mi gran jefe, pero al mismo tiempo mi íntimo confidente. La obra es de los dos: él me comunica sus planes, sus deseos; a mí me toca colaborar externamente en sus planes, que él ha de realizar internamente con su gracia. Qué obra tan grandiosa la que él pone en mis manos; eso exige una unión de corazones completa, una identificación absoluta, ¡Siempre con él! ¡Y él nunca se apartará! Yo tengo que mostrarle confianza y fidelidad. Nunca separarme de él. Pero la raíz está en ese amor amicitiae («amor de amistad»), en sentirse el alter ego de Jesucristo. Con una humildad profundísima, pero con una alegría y felicidad inmensas también. ¡Yo siempre con él! ¡Siempre colgado de sus labios y sus deseos! ¡Qué vida tan feliz! ¡Gracias Dios mío! ¡Aquí me tienes, Señor!

Copio otro fragmento, imprescindible para comprender el motor de toda la vida de Arrupe, lo que él llama «Jesucristo y yo: la relación personal única: Ese amor personal tiene un carácter de exclusividad o de unicidad muy importante. Al fin y al cabo lo único que queda es Jesucristo. El resto de la colaboración, estima personal y hasta amor sincero queda como algo contingente limitado, temporal, variable. Lo único que queda siempre y en todo lugar, que me ha de orientar y ayudar siempre, aun en las circunstancias más difíciles y en las incomprensiones más dolorosas, es siempre el amor del único amigo, que es Jesucristo. Esto no quita nada a las demás amistades, a las relaciones verdaderamente caritativas, de una sinceridad y valor de parte de los seres humanos. La vida es así, los hombres somos así, y las dificultades personales subjetivas son tales, que solamente puede contar siempre y en todas circunstancias con Jesucristo. Idea de un valor inmenso. Hay que llegar al convencimiento o teórico y práctico de ello. Jesús es mi verdadero, perfecto, perpetuo amigo. A él me debo entregar y de él debo recibir su amistad apoyo, su dirección. Pero también su intimidad, el descanso, la conversación, la consulta, el desahogo…; el lugar es ante el sagrario: Jesucristo nunca me puede dejar. Yo siempre con él. Señor; que yo no te deje et numquam me a Te separare permittas.

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