byI.
ORACIÓN DE MARÍA MAGDALENA
AL PIE DE LA CRUZ
Se ha hecho de noche aunque es mediodía
en este monte donde te me mueres,
oh Jesús, amor, sueño y vida mía.
Cómo siento tu sed y dueles en mi carne
donde hienden tus clavos su amargura fría
hasta romper mi alma desde tu abandono
tú que solo bondad y luz nos repartías.
¿No te acuerdas, Jesús, el sol que relucía
en aquella mañana que fui sola a buscarte?
El lago estaba azul y el prado se reía
con una primavera repleta de la gente
que buscaba al pastor con alegría.
Me miraste de lejos y sólo una mirada
desnudó mis entrañas aquel día.
La angustia de mi alma se esfumaba
mientras mi ser entero se encendía.
Supe de pronto que amar no es ese juego
de dar placer a cambio de una orgía,
ni tomar prestado un cuerpo por el otro,
ni recibir sin dar, ni destruir tu vida
en una dependencia que vacía.
Amar, Jesús, es abrazarme entera
al don gratis de irme a la deriva;
de beber en tus labios la palabra
y entregarme del todo en despedida.
Amar es, como tú, abrirme desde dentro
para hundirme en tu mar, sentir la herida
de los otros que aúllan de pobreza,
querer sin buscar jamás el ser querida.
Es perdonar, sentirse perdonada.
Es abrazar de abrazos desprendida.
Es sonreír con lágrimas de gozo.
Es un llorar de amor hasta la risa.
Dame, Jesús, desde tu cruz un beso
como el mar nos regala con su brisa
y junte nuestra tierra con tu cielo
y regale por siempre a esta tu niña
el abrazo de Dios que hace del hombre
un dios de amor nacido de una herida.
II
PALABRAS DEL DISCÍPULO JUAN
AL PIE DE LA CRUZ
Bájate, Jesús y ven conmigo,
volvámonos ahora a Galilea.
que aún se mece la barca en la marea
añorando regreses como amigo.
Deja esa cruz, Maestro, y sé testigo
de un nuevo amanecer. Ven, pastorea
esa muchedumbre que jadea
sin pan, sin luz, sin agua, sin abrigo.
Llena mi noche con sólo tu mirada,
deja que apoye de nuevo mi cabeza
en tu pecho de amigo que me abre
un camino de amor y de certeza:
“Ahí tienes a tu hijo, madre amada.
Ahí para siempre tienes a tu madre”.
III
PALABRAS DE MARÍA DOLOROSA
A SU HIJO MUERTO EN LA CRUZ
¿Qué te han hecho, Jesús, hijo del alma?
¿A dónde el odio y la envidia te han traído,
que tu cuerpo te sangra malherido
y una espada atraviesa mis entrañas?
¿Dónde fueron las risas de aquel niño
que jugaba en la puerta de mi casa?
¿Dónde partió mi joven carpintero,
dónde, muerto José, mi único amigo?
Te ha matado el poder, la fuerza bruta
que no sabe de luz, que solo mata.
Ya no puedo escuchar tu voz bendita
ni puedo acariciarte con mis nanas.
El tiempo se ha parado, todo es noche,
tus discípulos todos han huido.
No hay consuelo ni alivio. Pon tu calma
en medio del dolor, mira qué frío
llena al mundo de miedo y pesadumbre.
Todo pide que vuelvas con tu Pascua.
Resucita, Jesús, en tus hermanos
vuelve otra vez a tus campos y tu barca.
Siembra entre los hombres el alivio
de saber que la vida es tu Palabra.
Repártenos tu Pan, danos tu Vino,
confirma que el Amor todo lo salva.
¡Vuelve a mostrarnos de nuevo tu camino!
¡Ven, Jesús, resucita! ¡Maranatha!
Pedro Miguel Lamet
2 thoughts on “Tríptico de la Pasión”
Deja una respuesta Cancelar la respuesta
Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.
Muy hermoso poema
Bellisimo. Cala profundo el alma.