Uno no sabe a ciencia cierta quién copia a quien, si el muñeco al muchacho o éste al muñeco. Lo importante es que ambos ríen y son como caricaturas de si mismos. La mayor tragedia del hombre actual es un rictus de seriedad que no acaba de quitarse de la cara y que trasciende a la convivencia, el tráfico, la prisa ciudadana, los negocios y hasta los informativos de televisión. Rara es ya la noticia amable, la broma a tiempo en el mostrador de la tienda, la voluntad de quitar hierro a las calamidades y limitaciones propias del vivir. Por eso, esta imagen del joven dependiente, tan risueño como su muñeco de trapo, me recuerda que el humor es el gran bálsamo de la vida y la única óptica verdadera para mirar adecuadamente un mundo que pasa. Quizás la mejor manera de relativizar y comenzar el año: Con una amplia sonrisa, y como quien juega.
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