Cuando llega la primavera, la tierra parece gritar con toda su alma: no llores más, porque tus lágrimas cayeron en mí dando mucho fruto. Suelta tu abrigo, apaga el fuego y corre a saltar por los campos porque tu vida hacia dentro se transforma ahora en floración hacia fuera. El gris de tu nublado se viste de color, y el miedo a la borrasca en el estallido de la alegría. No hay primavera sin invierno; pero en medio de la estación inclemente ya vivía soterrada toda esta explosión de júbilo. ¿Acaso has olvidado que nada se pierde, todo existe a la vez y solo hay un ahora infinito? ¿Por qué entonces pasas tan fácilmente de la alegría a la tristeza, de la euforia a la depresión? Podrías, si quisieras, vivir en paz siempre desde ese fondo, con todo tu ser vestido de primavera
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