Pasa la vida ante nosotros y nos limitamos a ver, que no es lo mismo que mirar. O quizás leamos, curiosos, el anuncio con atención en este mundo dominado por el imperio de la publicidad. Estamos en la ciudad de Portimao, al sur de Portugal. El cartel anima a los viandantes: “¡Más deporte para todos!”. ¿Para todos?
La cámara ha capturado a esta mujer del pueblo, por la vestimenta anclada en el pasado, que acaba de pasar junto al anuncio. Va corriendo para hacer quizás su exigua compra de chicha y nabo para poblar un exiguo puchero para los suyos.
Sin duda el deporte es importante. También lo es la imagen que damos a los demás con nuestra vestimenta. Pero para esta mujer –de negro en pleno agosto- no funcionan los parámetros establecidos por una sociedad de consumo, competitividad y apariencia. Pasa de todo eso.
Dos mundos que hoy, en los refugiados, la inmigración, el hambre y la sociedad del bienestar, se cruzan, conviven, se contraponen.
¿Quién tiene más verdad? Gloria Fuertes lo intuye:
La gente dice:
«Pobres tiene que haber siempre»
y se quedan tan anchos
tan estrechos de miras,
tan vacíos de espíritu,
tan llenos de comodidad.
Yo aseguro
con emoción
que en un próximo futuro
sólo habrá pobres de vocación.
Pues solo un corazón pobre tiene los ojos limpios para saber mirar.
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