Siempre hace buen tiempo

Daily Archives: 16 febrero, 2004

La guerra según Walt Disney

El ciudadano global asistió como pudo –dicen que en directo- a la absurda guerra de Irak, servida por corresponsales provistos de casco y censurados por el Pentágono, que avanzaban con el ejército estadounidense; y no daba crédito a sus ojos. Ni por asomo aparecieron las temidas armas de destrucción masiva, ni los fieras guardias superentrenados del dictador, ni por supuesto el fatasmagórico Sadam, que, como otro Bin Ladem se ha esfumado del universo mundo.

Aunque esta vez los pilotos de la U.S. Navy se han abstenido de comentar los “bonitos fuegos de artificio”, como hicieron en la primera guerra del Golfo, esta guerra unilateral parecía filmada por Walt Disney. Menos mal que Al Yazira, mientras pudo, nos sirvió algunas imágenes de muertos e infectos hospitales y ciudadanos pidiendo agua y pan como almas en pena. ¿Se ha dado cuenta el lector del escamoteo de los muertos para acicalar la guerra al más puro Hollywood, y resaltar los avances del Séptimo de Caballería? Y no me refiero sólo a la muerte de nuestros periodistas sino al apocalipsis de toda guerra.

En esta era de la sociedad intercomunicada el ciudadano global se ha sentido engañado como un chino. Por otra parte espero que un día nos enteraremos de algo de lo que realmente ha sucedido con el temido Sadam. Lo que resulta evidente, como moraleja de esta tremenda historia, es lo que ya sabíamos: que el petróleo es mucho más importante que la gente.

Al mismo tiempo estos meses hemos asistido a la consolidación de un fenómeno nuevo. Tras la caída de los dos grandes bloques, al pensamiento único neoliberal le ha salido un grano, y es la masiva voz del pueblo, representada por las ONG’s. Es cierto que hay mucha ganga y mucho pescador en río revuelto en los sistemáticos “noes a la guerra”, pero hay también el nacimiento de una conciencia que despierta. Y que esta conciencia de la gente ni es partidista, ni necesariamente equiparable con la nueva izquierda, aunque haya una izquierda que se aproveche de ella. Es la voz de la saturación que no soporta más manipulaciones de los grandes y que tiene y tendrá cada vez más fuerza.

Prueba de ello es el rechazo masivo que ha despertado en el mundo civilizado contra los anacrónicos, injustos, arbitrarios y espeluznantes fusilamientos de Cuba. El no a la violencia arbitraria en la gente de la calle va superando cada día más las siglas y banderías. En este sentido hay que destacar las palabras de radical disenso de un viejo escritor comunista como el nóbel Saramago.

Ahora viene el dopoguerra, casi más complicado que la guerra misma, en una zona geopolítica que es un verdadero puzzle con la cuestión judeo-palestina detrás, las amenazas al vecino sirio y el reparto del botín. La voz del Papa, cargada por la personal experiencia del horror en su juventud, ha sido coherente con su trayectoria en defensa de la vida y contra toda guerra. Él ve más allá, ve el peligro de un odio alimentado con sangre entre civilizaciones. Ojalá se equivoque el ciudadano global cuando su intuición le dice que sólo estamos empezando.

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En torno a «Gran hermano»

Todos hemos sucumbido alguna vez a la tentación de mirar por el ojo de la cerradura. Los teóricos del cine aseguran incluso que el séptimo arte tiene algo de eso como fundamento psicológico y sociológico. Nos liberamos de nuestras propias historias escapando, por identificación con los personajes, con otras historias más dramáticas o divertidas que las nuestras.

De hecho la proliferación de programas sobre la vida privada de los famosos, llámese prensa del corazón o del cotilleo, da igual, responde al mismo fenómeno. Una sociedad aburrida busca alimentar su necesidad de novedad, morbosidad e historias ajenas, porque la suya ha perdido por lo general pasión y horizontes.

Todos sabemos que «El gran hermano» no deja de ser un juego y un programa de televisión. Pero estoy seguro de que va a dar mucho que hablar. Por el momento he visto poco a los miembros de esa curiosa pecera humana. Pero de partida ya me resultan un tanto rocambolescos los comentarios que se están lanzando sobre sus actitudes, sus lágrimas, su solidaridad y su pretendida «rebelión, como si fueran auténticas.No digo que sus sentimientos no sean reales, como el llanto de Maria José al salir o la amistad creada entre ellos. Digo que son cobayas y sus actitudes están provocadas por la presión

No es «El show de Truman». Yo no creo que esas personas puedan ser naturales, ni siquiera interpretarse a ellas mismas delante de una cámara y millones de miradas espiándoles. No entro en cuestiones éticas, sino en la credibilidad mediática y estética. Es verdad que en determinado momento uno tendrá que olvidarse de ese perenne ojo del Gran Hermano que les ve: Parábola incluso teológica del ojo sobre triangulo («Mira niña que la Virgen lo ve todo») de una visión demasiado antropocéntrica y agobiante de la divinidad. Pero el experimento no pasa en realidad de ser otra manifestación de la necesidad de convertir la vida en espectáculo. Del «reality show» ya hemos saltado a la jaula humana del circo televisivo.

Si la vida es sueño, representación, teatro, cine o inconsistente «maya» como dicen los orientales, ¿qué es «El gran hermano»? Ficción dentro de la ficción, gallos, fieras, cristianos o gladiadores lanzados a la arena por el Nerón de turno, para contentar a una masa de esclavos. Al final la ética se reduce a una profunda cuestión estética.

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