El ciudadano global asistió como pudo –dicen que en directo- a la absurda guerra de Irak, servida por corresponsales provistos de casco y censurados por el Pentágono, que avanzaban con el ejército estadounidense; y no daba crédito a sus ojos. Ni por asomo aparecieron las temidas armas de destrucción masiva, ni los fieras guardias superentrenados del dictador, ni por supuesto el fatasmagórico Sadam, que, como otro Bin Ladem se ha esfumado del universo mundo.
Aunque esta vez los pilotos de la U.S. Navy se han abstenido de comentar los “bonitos fuegos de artificio”, como hicieron en la primera guerra del Golfo, esta guerra unilateral parecía filmada por Walt Disney. Menos mal que Al Yazira, mientras pudo, nos sirvió algunas imágenes de muertos e infectos hospitales y ciudadanos pidiendo agua y pan como almas en pena. ¿Se ha dado cuenta el lector del escamoteo de los muertos para acicalar la guerra al más puro Hollywood, y resaltar los avances del Séptimo de Caballería? Y no me refiero sólo a la muerte de nuestros periodistas sino al apocalipsis de toda guerra.
En esta era de la sociedad intercomunicada el ciudadano global se ha sentido engañado como un chino. Por otra parte espero que un día nos enteraremos de algo de lo que realmente ha sucedido con el temido Sadam. Lo que resulta evidente, como moraleja de esta tremenda historia, es lo que ya sabíamos: que el petróleo es mucho más importante que la gente.
Al mismo tiempo estos meses hemos asistido a la consolidación de un fenómeno nuevo. Tras la caída de los dos grandes bloques, al pensamiento único neoliberal le ha salido un grano, y es la masiva voz del pueblo, representada por las ONG’s. Es cierto que hay mucha ganga y mucho pescador en río revuelto en los sistemáticos “noes a la guerra”, pero hay también el nacimiento de una conciencia que despierta. Y que esta conciencia de la gente ni es partidista, ni necesariamente equiparable con la nueva izquierda, aunque haya una izquierda que se aproveche de ella. Es la voz de la saturación que no soporta más manipulaciones de los grandes y que tiene y tendrá cada vez más fuerza.
Prueba de ello es el rechazo masivo que ha despertado en el mundo civilizado contra los anacrónicos, injustos, arbitrarios y espeluznantes fusilamientos de Cuba. El no a la violencia arbitraria en la gente de la calle va superando cada día más las siglas y banderías. En este sentido hay que destacar las palabras de radical disenso de un viejo escritor comunista como el nóbel Saramago.
Ahora viene el dopoguerra, casi más complicado que la guerra misma, en una zona geopolítica que es un verdadero puzzle con la cuestión judeo-palestina detrás, las amenazas al vecino sirio y el reparto del botín. La voz del Papa, cargada por la personal experiencia del horror en su juventud, ha sido coherente con su trayectoria en defensa de la vida y contra toda guerra. Él ve más allá, ve el peligro de un odio alimentado con sangre entre civilizaciones. Ojalá se equivoque el ciudadano global cuando su intuición le dice que sólo estamos empezando.
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