Para ser feliz -te dijeron- encuentra al amor de tu vida; márchate de tu país; vete al campo, a vivir junto al mar, rompe con todo.
Quizás lo hiciste, quizás te ayudó. Y cuando comenzaste de nuevo allá lejos, comprendiste enseguida que nada había cambiado porque te llevabas a ti mismo con tus maletas.
El ego es indestructible, no lo puedes aniquilar.
Solo lo podemos ensanchar como el que hace obra en casa y convierte el viejo ventanuco en una inmensa vidriera abierta al mar.
Eso sí. Cuando el cristal está bien iluminado no se perciben las manchas en el vidrio, es como si no existieran.
No digas nunca ‟no», di siempre ‟más».
Ya no dependerá de dónde estés, qué tengas o quién te acompañe. Incluso viviendo entre los deseos y hasta frustraciones de tu yo pequeño, puedes descubrir el Yo real que eres.
Jesús lo llamaba el Reino de los Cielos y dijo:
‟Dentro de vosotros está».
Basta con estar atento y hacer silencio para que aflore.
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