
Hace 50 años fui ordenado sacerdote por el obispo Ramón Echarren. Una efemérides llena de recuerdos que marcó mi vida y me llena de gratitud a Dios y a todas las personas que me han acompañado en esta maravillosa aventura. Hoy, junto a mi familia y hermanos de comunidad lo he recordado con esta homilía que os ofrezco, queridos amigos, para que os unáis en mi acción de gracias.

HOMILÍA EN MIS 50 AÑOS DE SACERDOCIO
Celebramos este año el V centenario de la Conversión de San Ignacio, desde aquella herida que le cambió y ha arrojado tanta luz desde entonces en el mundo a través de nuestra Compañía. Salvando las distancias, en estos cincuenta aniversario de mi ordenación sacerdotal, quiero recordar que debo la luz también a una pierna quebrada, una tuberculosis ósea en la cadera que me mantuvo escayolado e inmóvil a mis seis años durante un año entero y luego más años hasta los once de edad, con sucesivos aparatos en la pierna, que impidieron arrancar a la vida como cualquier niño normal. Eso me permitió ver el mundo, los juegos, la familia, los acontecimientos como desde un balcón. Y también, como Ignacio, leer mucho: tebeos, aventuras y vidas de santos. De ahí, de ese distanciamiento, nació mi vocación a la Compañía de Jesús y al sacerdocio.






