Nunca como ahora en nuestras vidas necesitamos recuperar las estrellas de los Magos, volver a encenderlas en nuestras vidas. Nunca como ahora nos hemos sentido mundialmente ayunos de ilusiones, no solo por el azote del covid, sino por un materialismo que desde hace muchas décadas encauzan los ideales raquíticos hacia el enriquecimiento personal y colectivo de las naciones, los políticos y casi todos los líderes.
La Epifanía es una fiesta que enfoca las conciencias hacia lo universal. La manifestación de Jesús a todas las naciones a través del símbolo de los Magos, que les hace caminar hacia lo imposible para encontrar la Buena Noticia, sigue viva en el corazón de los pequeños que escuchan la música interior del corazón. Solo desde dentro vuelven a aparecer en el horizonte las señales que bis mueven hacia un «más» entusiasmante.
Os ofrezco estos dos poemas que intentan despertar en nosotros el niño dormido:
LA ESTRELLA DE LOS MAGOS
En medio de la noche rumorosa y en un bosque de brumas ateridas caminaba sin rumbo solo a oídas de ese miedo interior que me rebosa, cuando entre nubes refulgió preciosa, como bálsamo azul en mis heridas una estrella entre nubes desleídas que encendió la ilusión por cada cosa. De pronto renació en mí el niño huido que en el cuarto de estar abría la puerta al regalo de ser, al sueño tierno de un día de Reyes que perdió el olvido, y en una bici la sorpresa abierta de volar de nuevo hacia el amor eterno. *** **** *** *** *** *** DEVUÉLVEME MI ESTRELLA Ahora que el niño se acurruca en este gastado cuerpo y que el mundo va camino de no saber caminos, devuélveme la estrella en su esplendor de estaño, que anoche he vuelto a escribir cartas a la vida y no responde nadie. Ve al buzón de allí cerca a recoger la mía, la que hace setenta años deposité a los Magos pidiéndoles una bicicleta azul para dar libertad a mi cojera, pues quisiera escuchar aún sus pasos desde la almohada, el oído semidespierto a un lejano rumor de dromedarios camino de mi casa y de mi ensueño. Voy ahora a despertar a mis padres, a levantarlos de la tumba para ir en pijama hacia el cuarto de estar y brincar con ellos de alegría, pues aún conservo intacta la sorpresa que ellos supieron sembrar tragándose las lágrimas. Desde entonces tomé el oficio más bello de la tierra: restaurador de sueños o, si queréis, perseguidor y lustrador de estrellas. Pedro Miguel Lametby