Siempre hace buen tiempo

Monthly Archives: enero 2021

«Para alcanzar amor», una novela histórica sobre San Ignacio de Loyola

Para alcanzar amor

A partir del 27 de enero está en la calle mi nuevo libro Para alcanzar amor: Igancio de Loyola y los primeros jesuitas. Hace veinte años escribí mi primera biografía novelada de San Ignacio de Loyola, El caballero de las dos banderas, pero centrada, como suele suceder, en los años más movidos de la vida del fundador de los jesuitas: sus tiempos de gentilhombre «desgarrado y vano», su conversión, sus años de peregrinaje. Ahora lanzo una novela histórica biográfica integral que engloba también los años más difíciles, los de la fundación de la Compañía de Jesús y su relación con sus compañeros, los primeros jesuitas.

TEXTO DE CONTRAPORTADA

El escritor Pedro de Ribadeneira, reconocido clásico de nuestra literatura, regresa a los ochenta y cuatro años de edad a su natal Toledo, y, a orillas del Tajo, evoca las peripecias de su larga vida: Desde el momento en que partió aún adolescente, como paje del cardenal Farnesio, hacia Roma, donde conocería casualmente a Ignacio de Loyola que, cuando solo contaba catorce años, le admitió en la naciente Compañía de Jesús. Eso le convirtió en su primer biógrafo y uno de los hombres que más trató y mejor conoció al fundador de los jesuitas.

                Ahora en su ancianidad rememora la vida del fundador, sus raíces, su época airada de caballero, su conversión, los tiempos de peregrinaje, de estudios, de fundación junto a sus compañeros y los años de oculto gobernante de la orden que ya extendía su influjo por todo el mundo conocido. Se plantea además las dudas y críticas que algunos han vertido sobre su libro, escrito en el marco de los acontecimientos de la España de Felipe II, la reforma y la contrarreforma, y bajo el condicionamiento de los inicios del proceso de canonización del futuro santo.

                Pedro Miguel Lamet viene a introducirnos también en los apasionantes hechos que enmarcan el nacimiento de la Compañía de Jesús, dentro del complejo ambiente político y social del Siglo de Oro, con su habitual amenidad y rigor histórico. Contrasta la personalidad de Ribadeneira, escritor sensible y algo quejumbroso, con la de Ignacio, provisto de honda armonía interior, amor apasionado a Jesucristo, e insólita capacidad de sintetizar la mística y el sentido práctico, cualidades que supo imprimir en la orden religiosa más eficaz y polémica de la Historia.

En el V Centenario de la herida y conversión que transformaron

al gentilhombre Íñigo de Loyola

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ISBN9788491649748 – Fecha de lanzamiento: 27 de Enero de 2021 – Idiomas: Castellano – Género: Novela histórica – Formato: Tapa blanda – Editorial: LA ESFERA DE LOS LIBROS – Dimensiones: 23.5 x 15.5 – Número de páginas: 520

COMENTARIO

Pedro Miguel Lamet: «Para alcanzar amor»

Por David Cabrera

Lamet, Pedro Miguel: Para alcanzar amor. Ignacio de Loyola y los primeros jesuitas. La Esfera de los Libros, Madrid, 2021. 520 páginas. Comentario realizado por David Cabrera.

Este año 2021 comienza el V centenario de la herida y conversión que transformaron al gentilhombre Íñigo de Loyola. Será en Pamplona donde este hombre vasco, formado en la corte de los Reyes Católicos en la Castilla del siglo XVI, defendiendo la fortaleza recibió un cañonazo que le cambió la vida. Desde ahí, comienza todo un itinerario de conversión. Años después y, al vivir una experiencia profunda espiritual, fundará junto con un grupo de hombres la Compañía de Jesús.

Pedro Miguel Lamet es un reconocido autor de novelas históricas en las que narra la vida de santos. Al contrario de lo que otros hacen, modificar los datos para ensalzar al personaje, Lamet lo que ha hecho es darle voz a los protagonistas de la historia de este santo de Loyola para que podamos conocer con hondura y con realismo lo que es su vida. La voz principal la tendrá Pedro de Ribadeneira, uno de los hombres que más trató y mejor conoció al fundador de los jesuitas y su primer biógrafo. Este joven jesuita que se formó a los pies de Íñigo va relatando los hechos históricos de la vida del santo jesuita. La particularidad de esta obra se refleja en la veracidad de los hechos históricos que facilitan, de alguna manera, introducirse en la lectura más contemplativa para comprender lo que fue la figura de este hombre que fundó la Compañía.

No solo podemos destacar el entramado de relatos históricos de la España del siglo XVI, de los vericuetos de la Corte real y de los personajes que dieron lugar a unos hechos fundantes de la cultura y de religiosidad del momento. Además, el autor va intercalando textos de las cartas y de los escritos de san Ignacio y de los primeros jesuitas para ir conociendo de primera mano lo que supuso la fundación de los jesuitas.

Tiene también la particularidad de que no solo cuenta la vida de san Ignacio de Loyola en su complejidad, sino que relata hechos de los primeros jesuitas y de los primeros años de la Compañía de Jesús. Lo que estos hombres, valientes por Cristo, salieron a los caminos de Europa para transmitir el Evangelio de Cristo y asentar las bases de nuestra fe. Impresiona leer los hechos que se van describiendo en esta novela histórica sobre la andadura de cada uno de los primeros jesuitas, lo que vivieron por fuera tenía que ver con lo que habían vivido por dentro a través de la experiencia de los Ejercicios Espirituales.

Pedro Miguel Lamet describe con maestría la vida de este santo que nos puede ayudar hoy día a reflexionar sobre nuestra propia vida de fe. Aunque es historia y es mucho anterior a nosotros, se va reflejando la interioridad de un hombre que se convirtió para seguir un deseo, vivir la vida como la vida de Jesucristo. No se puede buscar un relato espiritual en este texto, porque no es lo que se pretende. Sino que se relatan hechos de una vida y de una historia que puedan ayudarnos a reflexionar a conocer internamente lo que san Ignacio conoció y vivió

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El arte de creer

Cuenta una vieja leyenda hindú que hubo un tiempo en que todos los hombres eran dioses, pero abusaron de su divinidad y el dios supremo Brahma decidió despojarlos de su ser y poder divinos y ocultarlos donde ningún hombre pudiera encontrarlos. Fue ardua la tarea de encontrar un buen escondite.
Algunos dioses menores convocados a consejo para dar con el lugar adecuado para esconder la divinidad del hombre propusieron ocultarla en lo más hondo de la tierra o arrojarla al fondo de los océanos; otros dijeron que lo más seguro sería elevarla por los aires a la más alta de las atmósferas.
Pero Brahma dijo que él sabía de qué pasta había hecho al hombre y que llegaría un día en que los seres humanos excavarían las entrañas de la tierra, descenderían al suelo de las aguas más profundas y surcarían las bóvedas celestes. Así que podrían reencontrar su divinidad.
Se desalentaron los dioses menores: no había lugar en el mundo donde esconder la divinidad de modo que nadie pudiera encontrarla. Meditó un rato Brahma, y presentó su decisión: escondería la divinidad del hombre en lo más profundo del propio ser de los humanos; era el último sitio donde irían a buscarla.

Como cualquier otro aspecto de nuestra vida, cualquier tipo de fe o religación trascendente es en sí misma ambigua. Religiosos dicen ser los suicidas fedayines que matan indiscriminadamente en nombre de Dios y otros fanáticos más cercanos que confunden fe religiosa con intolerancia, culpabilidad, angustia y miedo.
La religión mal entendida ha fabricado mucha infelicidad y reglamentarismo huero, si no terror y hasta locura. En cambio, la fe auténtica en el Dios-amor, ese que según el citado relato hindú se esconde en lo profundo del corazón humano, ha liberado conciencias, ha hecho crecer al hombre, le ha reportado alegría y capacidad de superar las mayores desgracias, ha engendrado santos tan heroicos como Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, el Poverello de Asís o Ignacio de Loyola, Francisco de Javier, o defensores de la paz y la justicia como Gandhi o Ellacuría.


La pregunta, desde esta perspectiva, siempre es la misma: ¿Hasta qué punto la religión o cualquier suerte de fe en algo trascendente nos ayuda en nuestra realización como personas? Parece que la respuesta siempre es la misma: Todo el mundo cree en algo, aunque sea en el amor de su novia o en un ensueño de felicidad futura. Si no, viene el desmoronamiento de la persona.

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«Así como nosotros»

El que no perdona nunca rompe los barrotes de su propia cárcel.

Ha llovido mucho desde que Séneca escribió en su libro “De moribus”: “Perdona siempre a los demás, nunca a ti mismo”. Entre otras cosas el gran filósofo cordobés no conoció al gran especialista del perdón, Jesús de Nazaret, que dio en la clave al mostrar la gran razón para hacerlo, el amor: “Muchos pecados le son perdonados porque amó mucho”; y la ignorancia: “Perdónalos porque no saben lo que hacen”. Sólo el cristianismo cambió, incluso culturalmente, el arte del perdonar, que es simultáneamente un modo de amor y de humor.

Si esta vida es un sueño o una película, un pasar en definitiva, el que es incapaz de perdonar y perdonarse no sabe relativizar, absolutiza lo transitorio, le da tal importancia a la ofensa que desea cristalizarla para siempre. Su morbo se vuelve contra él como un boomerang, volviendo su corazón duro como una piedra, amargado e infeliz.

Hoy se quejan los moralistas que no hay demasiada conciencia de pecado, ni en el orden social, ni económico, ni sexual. El pecado es una palabra casi desterrada de nuestro lenguaje. Sin embargo, ¿por qué la gente vive infeliz, estresada, con una vaga y difusa conciencia de culpa? Han surgido en esta sociedad consumista pequeños nuevos “pecados”. Hoy es pecado fumar, sobre todo para los americanos del norte. Es pecado tirar papeles en el campo y desperdiciar agua tontamente. Es pecado no tener buen tipo y no ser joven. Sobre todo la televisión nos enseña que todo lo malo que ocurre cada día y aparece en el telediario es culpa nuestra: los accidentes de tráfico, el hambre del mundo, la droga, el sida, el cáncer, la bajada de la bolsa, hasta la pandemia y el cambio climático.

Todo ello crea en nosotros una especie de mala conciencia que amarga. Y como el viejo remedio del confesonario no está ya en boga –quizás porque en vez de liberar muchas veces, por mala interpretación de la reconciliación cristiana, hacía más pesado el talego del sentimiento de culpa– se busca al psiquiatra, al vidente, al astrólogo o, lo que es peor a diversas formas de drogas duras y blandas. La cosa es escapar.

Siempre defiendo que el hombre ha nacido para ser feliz, si su mente y su corazón pueden despertar a la verdad profunda y a la armonía universal. Para conseguirlo es necesario perdonar a los demás y perdonarnos a nosotros mismos.

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¿Quién mató al padre Huidobro?

Fernando de Huidobro, SJ

El pasado día 8 de enero fue reabierto el proceso de canonización del P.Huidobro a petición del Arzobispado Castrense

Había sido interrumpido porque había duda si lo mató un proyectil enemigo o el fuego amigo. Hilari Raguer sostenía que lo asesinaron compañeros disgustados por haber escrito a Franco contra los fusilaimientos.

Discípulo de Heidegger en Friburgo se ofreció para ser capellán de cualquier ejército, preferiblemente republicano.

Será procesado, por tanto, al parecer, no como «mártir», sino como «confesor»

El pasado 8 de enero por la tarde, al iniciarse la reciente gran tormenta de nieve, se celebró en la residencia de los jesuitas de la calle Maldonado de Madrid, la apertura del proceso de beatificación/canonización del padre Fernando de Huidobro Polanco, SJ (1903-1937), capellán de la legión fallecido violentamente durante nuestra guerra civil. En realidad, se trata de una reapertura promovida por el arzobispado castrense, porque el primer proceso iniciado por la Compañía de Jesús, se interrumpió en tiempos de la transición, entre otros motivos porque era difícil probar que el obús que le mató provenía de la zona roja o el fuego amigo, y por tanto poder encauzar el proceso como mártir. En todo caso lo que sí se pone hoy de manifiesto es que se trata de una figura de reconciliación que incluso escribió a los mandos nacionales en contra de los fusilamientos indiscriminados de jóvenes rojos, a los que atendió también  a riesgo de su vida.

UN INTELECUAL EJEMPLAR, DISCÍPULO DE HEIDEGER

Carnet de estudiante en Friburgo

Nacido en Santander en el seno de una familia acomodada -su padre era ingeniero que fue destinado a Melilla, Málaga y Madrid-, gozaba de gran simpatía de carácter y brillantes cualidades intelectuales. Después de fallecer su padre y cursar el bachillerato, sintió vocación a la Compañía. Su madre y sus hermanos le aconsejaron que esperara un año, en el que hizo en Areneros un curso de preparación a Derecho, que aprobó en la Universidad Central con matrícula de Honor. Tras su noviciado y juniorado en Granada, fue destinado a Oña donde sufrió en octubre de 1939 la supresión de la Compañía y subsiguiente expulsión a Bélgica, donde estudió en Marneffe y luego en Valkenburg (Holanda) ciudad en la que fue ordenado sacerdote.

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La estrella de los Magos

Os deseo a todos el mejor regalo de Reyes, recuperar la ilusión
y reencontrar la estrella.
¡Felices Reyes!

Una estrella entre nubes desleídas


LA ESTRELLA DE LOS MAGOS

En medio de la noche rumorosa
y en un bosque de brumas ateridas
caminaba sin rumbo solo a oídas
de ese miedo interior que me rebosa,
cuando entre nubes refulgió preciosa,
como bálsamo azul en mis heridas
una estrella entre nubes desleídas
que encendió la ilusión por cada cosa.
De pronto renació en mí el niño huido
que en el cuarto de estar abría la puerta
al regalo de ser, al sueño tierno
de un día de Reyes que perdió el olvido,
y en una bici la sorpresa abierta
de volar de nuevo hacia el amor eterno.

Pedro Miguel Lamet
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