Siempre hace buen tiempo

Monthly Archives: agosto 2011

Cuando declina el día

Cada vez que cae la tarde sobre el mar es como si el mundo muriera un poco y la tierra se apagara para dar paso a la negrura de la noche; como si todo entrara en meditación y supiéramos de pronto que el sol no se ha ido, sino que está oculto detrás, allá dentro, donde hace falta cerrar los ojos para verlo. En este tiempo de vacaciones me gusta pasear a la hora del crepúsculo, en el instante de intercesión entre el día y la noche, y preguntarle a Dios adónde se ha ido. Entonces la brisa fresca y el resplandor del poniente sobre el mar me responden con un susurro que el chillido de los colores y los ruidos del agitado día no me lo dejaban ver. Que me muera un poco con el crepúsculo cada día para contemplarlo mejor y aprehender el corazón secreto de la vida. Porque solo muriendo se vive y cerrando los ojos se ve.

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Aparcar el burro

 

De pronto, en la acera de una pequeña ciudad portuguesa, este carro, convenientemente aparcado, con su mulo paciente y sus perros amigos, se diría una aparición. Parece una imagen arrancada de otros tiempos, cuando el encontrar sitio para el coche no era una obsesión, ni nos quitaban puntos del carné, ni había caravanas de automóviles en la carretera, ni ranking de muertos, ni tanto ruido, ni tanta prisa y consiguiente miedo a vivir. Cuando el carro, la calesa o el landó marcaban el ritmo de la vida más naturalmente, y abundaba el tiempo para escuchar el pálpito secreto de nuestro corazón y la palabra de nuestros congéneres. Hoy vivimos mas de prisa, vivimos más años, sí; con móviles, portátiles, Internet, información instantánea. Pero ¿vivimos? Juan Ramón no conversaría con Platero ni exclamaría al cabalgar por las calles de Moguer: “A caballo va el poeta, qué tranquilidad violeta”.

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De tú a tú con el marqués

 

Al señor marqués le han puesto una estatua en el pueblo, sentado en un banco de la plaza, como si tal cosa. ¿Imaginan la expectación que hubiera originado si el marqués se hubiera dignado a sentarse ahí un día en carne y hueso? Todo habrían sido reverencias y “señor marqués por aquí, señor marqués por allá”. A la Pascasia, desde luego, no se le habría ni pasado por la imaginación aposentarse enfrascada en sus pensamientos sin hacer maldito caso a su excelencia. Lo mismo digamos del Eufrasio y el Nicanor, que están de cháchara sin importarle un pito codearse con el aristócrata. ¿Será que la muerte iguala a todos y ahora el prócer, pese a los honores en bronce del Ayuntamiento, no es sino uno más del pueblo? ¿Recordarán los jóvenes de ahora quién fue aquel adinerado marqués? ¡Oh muertos, a quienes este todos los noviembres hace iguales el eterno corazón de Dios!

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Mirada de Navidad

Navidad es nacer de nuevo y, asomados a la escalera de la vida, levantar los ojos sorprendidos para recuperar la capacidad de sorpresa. Es retornar al niño dormido detrás de nuestro ego pertrechado de toda clase de ropajes mentales, palabras retóricas, objetos y propiedades. Navidad es entrar en un reino donde los sueños cobran vida y la esperanza amanece cada día en forma de estrella, señalando un camino más allá del camino, que no tiene nombre, ni navegador gps, ni ruta programada, pues carece de hospedaje cierto y hasta de destino conocido. Navidad es conectar con ese otro yo más yo que mi mismo del que andan más cerca los pequeños porque aún no se han creado su propio personaje, creen en lo imposible y navegan ya sin darse cuenta en la luz de Dios. Navidad es ver y sentirse arropado en medio de la aterida soledad de la noche.

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El parque y el ordenador

 

Cuando ayer abriste tu ordenador portátil en el parque, ¿pensaste en cuántos gigas harían falta para contener todos las variaciones del color verde del parque que tenías delante? ¿Te detuviste un instante, antes de navegar por Internet o chatear con los amigos, a escuchar el milagro del silencio? ¿O, drogado por la obsesión de un nuevo programa, el frenesí de un trepidante juego galáctico o el piratear como un loco canciones y “pelis”de la Red, te enajenaste una vez más perdido en un mar de impactos, leyendo sin leer, viendo sin mirar, buscando sin encontrar? ¿Por qué, antes de abrir el word y “copiar y pegar” sin ton ni son, no apagas un momento la máquina y miras a tu alrededor? Quizás en un primer momento te sientas abrumado por el silencio, el rumor del viento entre las hojas y el canto de algún olvidado pajarillo. Pero luego, detrás de ese silencio y en el latir solitario de tu corazón quizás puedas percibir una música escondida, una palabra callada, un universo total que nunca alcanzarás en web alguna, porque sin darte cuenta navega con luz dentro de ti y en el bendito Cosmos que te rodea.

 

 

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La gramática del amor

«Y el hombre dejará a su padre y a su madre, y vivirá con su mujer, y ambos serán una misma carne». Fuerte la expresión de la Biblia en todos los aspectos, en su componente sexual y espiritual. Quizás la primera parte, como esa pareja de la foto, es fácil al comienzo, así, contemplando la puesta de sol entrelazados, cuando el enamoramiento reviste de irisaciones a la persona del otro y los sueños de futuro iluminan el presente. Pero, ¿y luego? ¿cuando disminuyen las fuerzas, la vida y sus problemas endurecen los corazones y hasta la comunicación resulta difícil? Entonces se percibe mejor la diferencia entre el enamoramiento pasajero y el amor de verdad. Pues «por lo que tiene de fuego, suele apagarse el amor», decía Tirso de Molina. Y por lo que tiene de entrega suele avivarse el amor, ya que, como dice Ignacio de Loyola, se demuestra con las obras más que con las  palabras, y porque, como dijo no sé quién , «la igualdad no es una regla en la gramática del amor», ya que el amor puede esperar siempre, incluso cuando la razón desespera.


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El niño y el mar

Hay gente que se empeña en entender a Dios. ¿Cómo Dios permite eso? ¿Por qué me mandó aquello? ¿Cómo voy a creer, si me arrancó a mi hijo, a mi marido? Valdría como única respuesta esta hermosa leyenda atribuida a San Agustín: «En cierta ocasión en que el glorioso doctor se hallaba en África, mientras iba paseando por la orilla del mar meditando sobre el misterio de la Trinidad, se encontró en la playa con un niño que había hecho un hoyo en la arena con una pala; recogía agua del mar y la derramaba en el hoyo. San Agustín al contemplarlo se admiró, y le preguntó qué estaba haciendo. Y el niño le respondió: “quiero llenar el hoyo con el agua del mar”. “¿Cómo?” dijo San Agustín, “eso es imposible, ¿cómo vas a poder, si el mar es grandísimo y ese hoyo y la pala muy pequeños?”. “Pues sí podré”, le contestó el niño, “antes llenaré el hoyo con todo el agua del mar que tú comprendas la Trinidad con el entendimiento”. Y en ese instante el niño desapareció.»*  El mar entero no cabe en un agujero, pero en cualquier caso lo que cabe, ¿no es también algo del mar? No podemos abrazar al infinito, pero sí sentir una bocanada de su mar en nuestro pequeño corazón.



* De la Leyenda Áurea o Vida de Santos, Reunida por Jacobo de Voragine, Arzobispo de Génova en 1275, y publicada en 1470. Traducida al inglés por William Caxton en 1483.

 




 

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A caballo va el poeta


 

 

Un día Juan Ramón Jiménez, el padre de la poesía moderna en lengua castellana, salió de su casa de Moguer (Huelva) a la hora mágica del crepúsculo y plasmó en un par de versos la sensación estremecida del momento: «A caballo va el poeta / qué tranquilidad violeta». La poesía, con sus palabras conjuradoras, originales, abiertas, no es lo que dicen dichas palabras, sino lo que entre ellas aletea, una evocación que apunta a un sabor a más, quizás a «ese no sé qué queda balbuciendo» de San Juan de la Cruz. Si podemos explicarlo, ya no es poesía. Si se llena de sentido utilitario o práctico, tampoco. Y es que el poema, cuando merece tal nombre, apunta a la nostalgia de infinito que llevamos dentro, es un modo de entrever por el resquicio de la belleza una chispa del resplandor inabarcable de Dios.

 

 

 

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