EL PUNTO DE LUZ
Sólo soy cuando dejo de ser
y vuelco la existencia sobre el vano
vacío de la sombra.
Me pierdo y me descubro
en la sima abisal de la marea.
El tiempo es solo ola,
la vida permanencia.
Sé que estás prendido de la estrella
allí donde la estrella ha dejado de serlo
y es el punto de luz
donde amanezco.
Pedro Miguel Lamet
BAJA A MI NOCHE
Baja ahora a mi noche con la piedad del beso
con que posa en la hoja la gota de rocío
y límpiame el espejo con que copio este mundo
de tristeza de niños sin niñez
y ancianos sin arropo.
Cántame tu nana, Señor, que tengo miedo
a las sombras que tejen los dueños del dinero
y a la frialdad de campos que engendran
rascacielos con índices nikeis e ibex trentaicinco,
cuando las flores huyen y los pájaros mueren
sin ramas protectoras.
Desándame el camino, que, perdidos sin norte,
escarbamos asfaltos en busca de esperanza.
Vuelve a casa, mi amigo, enciende tu fogata
saca el pan con que hornas la ternura, y el vino
con que sangras de nuevo entre misiles,
que hace tiempo que no encuentro la risa
sentados en la mesa de tu cuarto de estar.
Me falta la cretona y el canto del jilguero,
la tisana y la tarta, un calor de merienda
y el croché de la abuela, sentada en su butaca
y su nube sin tiempo.
Que la tele no grite
zafiedades al aire y noticias que abruman
al corazón exhausto.
Salgamos a correr.
Pedro Miguel Lamet
Os deseo a todos el mejor regalo de Reyes, recuperar la ilusión y reencontrar la estrella. ¡Felices Reyes!
Una estrella entre nubes desleídas
LA ESTRELLA DE LOS MAGOS
En medio de la noche rumorosa y en un bosque de brumas ateridas caminaba sin rumbo solo a oídas de ese miedo interior que me rebosa, cuando entre nubes refulgió preciosa, como bálsamo azul en mis heridas una estrella entre nubes desleídas que encendió la ilusión por cada cosa. De pronto renació en mí el niño huido que en el cuarto de estar abría la puerta al regalo de ser, al sueño tierno de un día de Reyes que perdió el olvido, y en una bici la sorpresa abierta de volar de nuevo hacia el amor eterno.
En esta Navidad tan atípica os deseo más que nunca, queridos amigos y lectores, felicidad de dentro. Quizás la fragilidad, inseguridad e incertidumbre en que vivimos por la pandemia, las restricciones que condicionan estas fiestas nos puedan ayudar más que nunca a acercarnos al desasimiento total con que vino Jesús a este mundo, despojándose de todo. Al final, paradójicamente, la más profunda razón de nuestra alegría.
Algo que he querido plasmar en este soneto:
NOCHEBUENA DE LA PANDEMIA
Nunca el mundo sintiose tan propicio ni la tierra un erial tan deseable para anhelar el Verbo que nos hable desde el amor que era en el principio.
Nunca vimos tan cerca el precipicio como en esta pandemia abominable, ni sentimos el miedo a lo inestable por un tiempo insalubre de desquicio.
Y nunca nochebuena fue tan buena como la de habitar en lo inseguro con una paradójica alegría,
ya que nunca la vida fue tan plena ni el amor tan gratis y tan puro como nacer en brazos de María.
¿Cómo puede un hombre nacer
siendo viejo?
(Jn 3,4) Para nacer de nuevo en la mirada
y destapar el alma de la vida
que se oculta debajo de esa herida
del dolor, el absurdo y hasta la nada;
para sentir la sangre emocionada
que en el fondo del Ser ríe y anida
con un sabor a gloria y despedida
de este mundo de tiempo y alborada,
despiértame al secreto de la rosa,
sumérgeme en tu mar por un segundo
desde el cráter feliz de cada cosa,
haz que abrace el amor a lo pequeño
para saber que soy en lo profundo
un rayo de tu sol y de tu sueño.
Pedro Miguel Lamet
Avanzamos en el Adviento. La liturgia nos presentan tres profetas de este tiempo de caminar en la esperanza: Isaías, Juan el Bautista y María, a los que he dedicado tres sonetos:
ISAÍAS
Mirad, la joven está en cinta y dará a luz un hijo… Porque un niño nos ha nacido, nos han traído un hijo, consejero maravilloso, príncipe de la paz.(Is. 7, 14; 9, 4-5).
AMOR DE AUSENCIA
Me anocheces, Señor, cuando te miro
desde el silencio oscuro de la muerte
y en el hondo agujero que es tenerte
como la nada habita en un suspiro
Porque en ese vaciarme que respiro
al olvidarme contigo de mi suerte,
soy un velero que navega inerte
hacia el mar del que vengo y al que aspiro.
No dejes que mi alma se ate al puerto
por miedo de las olas y el futuro
o que ancle mi nave en la querencia
del fugaz mundo que se escapa incierto.
¡Arrástreme tu viento al inseguro
abrazo que me ocultas en la ausencia!
Pedro Miguel Lamet
TE BUSQUÉ DESOLADO
Te busqué desolado en mi dolencia,
niño enfermo que anhela solitario
divisar en el mar algún corsario
sobre el velero de su adolescencia.
Perseguía en los libros tu querencia
buscando el infinito en el diario
mirar tras la ventana un campanario
por repicar tu luz y tu presencia.
Al cabo de los años he sabido
que no debo buscarte, oh Dios, afuera
ni forzar tu llegada o el encuentro
que es detener un gozo perecido,
pues siempre el Sol estuvo en mi ribera
y en el Mar que me habita desde dentro.
Pedro Miguel Lamet
Era de noche y sin embargo el cielo
bajaba a tus pupilas con el tono quebrado
en son de despida con que el maestro había dicho
su adiós.
Chacales parecían los olivos, cuando hundiste
tus pasos en la tierra roja como sangre
en busca de un camino.
¡Ay Judas! ¡Qué cerca estás de mí!
De ese plano inclinado, de esa hambre de cosas,
de este afincarme en algo por si dura,
de esa envidia al que roza el trono del dominio.
Me he quedado con Juan escuchando el latido
o con Pedro confuso en la incierta jofaina de su miedo
y el alma se me escapa tras tus pasos de amigo y
traidor al mismo tiempo,
de hombre sin más, a fin de cuentas.
Te he querido esta noche a la luz de Nissan,
porque eres mío, tan mío como el mundo
que se siente arrastrado por la oscura querencia
de ser alguien.
Vas a ser cardinal en la tragedia, el segundo
del drama.
Y abandono el cenáculo y salgo como loco
tras tus pasos. Pues contigo me duelo
y con todos los judas que se beben la sangre
de los pobres, los niños, las mujeres, los inútiles.
Detente, que aún es tiempo y al mismo tiempo corre,
que sin ti no es posible la cruz.
¡Oh, sálvame, Judas, de mi Judas!