Hoy meditamos el evangelio del Buen Pastor (Jn 10, 1-10)

02.05.2020 Pedro Miguel Lamet
La alegoría del Buen Pastor y la puerta de las ovejas siempre han sido entrañables para conocer a Jesús, y lo son especialmente en estos momentoS que vivimos. Impactó a la primitiva Iglesia, ya que su efigie aparece muy pronto en las catacumbas y sarcófagos, una imagen evocadora especialmente para los que iban a morir. Como veremos, en el relato de Juan, a diferencia de los sinópticos, el texto se mueve entre la simbología teológica y la diatriba contra los malos pastores.
La economía de los pueblos de la cuenca mediterránea se sustentaba en dos pivotes: La agricultura y la ganadería, dos tesoros: la viña y el rebaño. Los pastores en su mayoría tenían fama de tramposos ladrones y salteadores. Por ejemplo, la Misná lo consideraba un oficio “despreciable”, por lo que estaba prohibido comprarles leche, lana o cabritos.javascript:false

Jesús es el pastor bueno (kalós: bello, es más que bueno). Para él no somos un número, somos un nombre, “un tú”. El cristianismo es la religión del tú, de la relación íntima y personal. Este pastor nos acompaña, pero no nos sustituye, no nos priva de libertad. El evangelio no es una obligación, es una invitación al seguimiento. Su figura encarna ternura, mansedumbre, paciencia hasta la muerte, hasta “dar la vida” y también poder: su mano es fuerte, nos sostiene en valles oscuros. Estamos en buenas manos.






