Siempre hace buen tiempo

Category Archives: Poemas

Cada día es fin de año


Ni el tiempo es oro, como dicen los ingleses, ni el tiempo existe en realidad.
Nosotros somos el tiempo, los que le prestamos su densidad, su efectividad, su dolor o alegría.
Más que un tiempo para cada cosa, como dice el Eclesiastés, hay un hombre para cada tiempo, porque el reloj que funciona es el interior.
¡Parece que fue ayer”, “cómo vuela el tiempo!” ¡Has visto a fulanito, está hecho un vejestorio!”. Se diría que nacimos ayer y cada vez nuestra percepción del paso de las horas, los días y los años es más fugaz, según nos vamos haciendo mayores. Al contemplar nuestra foto de niño en el rincón del viejo hogar, donde ya algunos de sus habitantes solo son ausencia, te preguntas: “¿Qué guardo yo ahora de aquel chaval?” Todo ha cambiado: la apariencia, las células, los intereses, las aficiones. En este río del tiempo todo sufre continua transformación. El viejo fraile del higrómetro se ha quitado cientos de veces la capucha, y señalado con su bastón miles de borrascas, lluvias, soles y ventiscas. ¿Y qué queda de este soplo, de “este poco de hierba que es y no parece”?
Queda ese sueño que está detrás de los ojos, ese “estar presente” de mí mismo, esa vinculación con el alma del mundo, el “ahora” misterioso infinito. Si desde el principio estuviéramos anclados espiritualmente allí, la vieja foto no nos traería tanta nostalgia, ni miedo insalvable al futuro. Distinguiríamos entre la verdad, el fondo del mar, y la superficie de las turbulentas y cambiantes olas.
Por eso tampoco es fuera sino dentro, donde hace buen o mal tiempo. Dominado o drogados por su reloj tirano (ganar dinero, tener cosas, éxito y placer o lo que cree que es placer), el hombre de hoy no parece tener tiempo para nada. Su ritmo corre tan apresurado que no deglute la vida, la vida se lo come a él.
Los filósofos aseguran que el tiempo es un ente de razón. Pero basta con echar una ojeada a una aldea de montaña o pueblo perdido de pescadores y comparar su tiempo con el de Wall Street o del Metro de Sol a una hora punta para percibir la diferencia.
El hombre de las redes sociales, el móvil, el ordenador, el lunch, la huida del fin de semana, piensa que está conquistando su vida. El crac de la economía de mercado es como un termómetro de su absurda carrera hasta convertir por ambición el dinero en virtual, en nada.
Respira y conecta con el no tiempo.
Ese instante, ese “ahora” te abre al infinito, dondequiera que estés.
Esa es nuestra naturaleza real, la que permanecerá cuando acabe esta película o apariencia de la vida.


MEDITACIÓN DE FIN DE AÑO


Cuando al mirarme en el espejo, vago
hacia la sombra que detrás me dejo
y desayuno en la ventana un poco
de esta luz que me regala el tiempo,
te pregunto, Señor, cómo me llamo
y quién es este que pregunta al cielo
ahora que dicen que se acaba un año
y lo despiden con risas y festejos,
como si el fin no fuera cada día
y cada hora un nuevo comienzo;
como si pudiera retornar al niño
que jugaba a peonzas en el suelo
o al soñador sentado en la escollera
por bucear tu luz entre los versos.
Me parece este paso como un río
que no puedo atrapar; cual un intento
que no tiene otro fin ni otra diana
que despeñarse en un desfiladero
donde el “yo” ya es la nada iluminada,
una gota en el mar del Universo.


Pedro Miguel Lamet


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¡Feliz Navidad del desconcierto!

Cuando miro, ¿qué miro? ¿La realidad de las cosas o una imagen incierta, que procesa mi cerebro a partir de los datos que capta mi retina? ¿Es mi mundo verdadero o una ilusión, un sueño, solo maya como dirían algunos orientales? El apóstol Pablo opina que pasa la efigie de este mundo y que vemos “como en un espejo”, de los de su época, claro, en los que apenas se veía con definición, sin muchos “megapíxeles” diríamos ahora.
Sea como fuere, dicho espejo está muy requetebién, y me confieso enamorado de la apariencia de nuestro mundo, trasunto, reflejo, chispa de la luz total. Como caminar a través de la lluvia, caminito de misa bajo el paraguas, con frío afuera y calor por dentro.
Ese fuego de hogar que da la fe, esa manera de mirar distinta del que se sabe de paso, pero encantado de la vida que Dios mismo eligió para su Hijo en la primera Navidad, cuando descubrimos hasta qué punto lo pequeño es grande y cómo el cuerpo, la tierra, y hasta el frío de la lluvia se convierten desde esa noche en signo de esperanza, sacramento.
Es lo que os deseo en esta nochebuena, en la que con rebrotes de pandemia, problemas económicos, amenazas de guerra, tragedias migratorias, como nunca sentimos que en nuestra fragilidad reside nuestra fuerza y en la incertidumbre la esperanza que brota de la fe. Feliz Navidad, queridos amigos y lectores, con este soneto:

NAVIDAD DEL DESCONCIERTO

En esta Navidad del desconcierto
cuando busca el migrante su destino
y el pobre, el refugiado, un camino
por este mundo triste, solo y yerto;

cuando el poder, el oro y su desierto
enajenan al hombre peregrino
que se aparta del calor divino
cerrando un corazón que estaba abierto,

muéstranos que el vacío de la cueva
y el arropo interior de tu cariño,
en la noche que brilla de alegría,

encarnan esa luz de Buena Nueva
por el cálido amor de un frágil Niño
que llora hoy en brazos de María.

Pedro Miguel Lamet



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Sabatina

SABATINA

Era aún el chaval adolescente
que en las tardes lucía la alegría
de sentir en mi pecho, madre mía,
la cinta azul de tu medalla ardiente.

Y en los sábados, pálido e inocente,
postrado ante tus pies te repetía:
“Ayúdame a soñar desde esta fría
soledad de poeta evanescente”.

Y tú, joven ideal de lo imposible,
me inundabas del mar de tu mirada
más allá de las nubes y del viento

con solo esa sonrisa inaprensible
de la Madre que exclama emocionada:
“Ve tras mi Hijo y no pienses en nada”


Pedro Miguel Lamet
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¿Dónde andas los muertos?

¿DÓNDE ANDAN LOS MUERTOS?

El que no vive existe diluido
en los valles que ando y en la rosa
que llena de perfume cada cosa,
pues casi del todo aún no se ha ido.

Decidme, muertos, ¿qué dulce latido
es el que siento en la piel porosa
y qué noche me invita misteriosa
a vivir en presente lo perdido?

¿Dónde andáis o por dónde me parece
que ando yo este sueño de quimera
que es sentiros sin veros ni palparos?

¿No será que un ahora me amanece
en el que sin el tiempo venga a amaros
para ser Uno en una primavera?

Pedro Miguel Lamet
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El hueco del silencio

Sobre el cristal va rezumando el frío
EL HUECO DEL SILENCIO


A veces cuando dentro llora el alma
en las tardes de lluvia del estío
sobre el cristal va rezumando el frío
que acaba con la luz y el aire en calma.

Se desploma la noche que me empalma
con lo oscuro del ser; se para el río,
regresa el miedo y vuelve el desafío
que es perderme sin ti lo que me ensalma.

Entonces me acurruco como un niño
en el hueco que surge de la nada
cual si fuera la cuna del silencio

y de pronto descubro la ensenada
que eres Tú sin estar y te presencio
en un vacío lleno de cariño.

Pedro Miguel Lamet
 
 
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Abísme en tu ser

ABÍSMAME EN TU SER

Si del silencio hiciera
un abismando hueco,
y en las tardes sin nadie
 el diapasón ardiente
del aire sobre el aire
hasta matarme el ego
por ser contigo
Uno,
dormiría
tan  dormido y despierto,
tan nada y todo en uno,
como esa nube leve
del sol atravesada.

Si esta noche me dieras
el saber sin concepto,
un ser sin etiqueta,
un navegar sin barco
y una luna sin tiempo
que en las sombras fabrica
la amenaza del miedo,
quizás descubriría
el vaivén de mi cuna
y el sabor de tu verso.

Si mañana es ahora
y ayer ya no amanece
y  es hoy solo un instante 
que se esfuma ya yerto,
abísmame en tu Ser
porque así me diluya
mientras deambulo absorto
por sendas de tu espejo.

Porque ahora  he nacido
y tengo tanta Vida
cual si estuviera muerto.

Pedro Miguel Lamet

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Lumbre de Dios

Y buscaba temblando la centella…
LUMBRE DE DIOS

“El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; 
a los que habitaban en tierra de sombra de muerte, 
la luz resplandeció sobre ellos”. (Is. 9,2)

Desde la sombra de la noche aquella
que también es la noche tuya y mía,
cuando esta tierra abandonada y fría
perdió sin ti la risa de tu huella,

y buscaba temblando la centella
de un sueño, una palabra, una alegría
para aliviar ese horror en que sufría
el ser sin ser, la vida sin estrella,

de pronto te asomaste a la ventana
y preguntaste al Padre de esta guisa:
-¿Qué te parece proclamar cariño

y que el hombre se sienta en la mañana
tu júbilo, tu lumbre, tu sonrisa?
-¡Bájate, Hijo, y llora como un niño!

Pedro Miguel Lamet
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Cuando no estoy

… y nada solo en el mar en que nadaba antes del tiempo.
CUANDO NO ESTOY

Cuando no estoy, estás tú
y cuando estás, amanece
ése yo  sin figura,
que, dormido, más que nombre
y deseo o poder o residencia
es río, manantial, ola y abrazo
de este pasar en busca de su Ser
que es tu presencia.

Me miro en ti, cuando camino
sin camino, como un niño
que acaba de nacer y nada solo
en el mar en que  nadaba 
antes del tiempo.

Te vuelvo a ver mirándote en el lago
detrás de la violeta y en el trino
de un jilguero que canta para nadie.

Soy un pedazo de ti en este mundo
y un ciego cegado de dulzura
que despierta si muere cada día.

Soy el fuego de un beso que tú diste
en tránsito a su hoguera, y una gota
de un agua que no cesa de brotar
y solo descansa si se olvida
de sí misma por refrescar la tierra.

Cuando no estoy, estás tú
y al tu venir, 
me llamas “siempre”.


Pedro Miguel Lamet

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Soñé con ser tu marinero

Mar de Alvor, Algarve, Portugal. ©PMLamet
SOÑÉ CON SER TU MARINERO

Soñé de niño ser tu marinero
y cruzar por los mares de la vida
sin más norte que esa tu luz que anida
en el sol que acaricia a mi velero.

Quise alcanzar la gloria prisionero
de mi poder, mi fuerza y mi partida,
sin comprender que estaba ya perdida
por llevar el timón tan altanero.

Ahora en el atardecer descubro
que nunca mi bogar fue de mi mano,
que no alcancé más puerto que la brisa

en la frente, y ese horizonte hermano
hacia un mar que me lleva y que columbro
para anegarme entero en tu sonrisa.

Pedro Miguel Lamet
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Amar no tiene nombre

“Te amo” .dijo el Principito- . “Yo también te quiero” –Dijo la Rosa-
“No es lo mismo”, respondió él.


AMAR NO TIENE NOMBRE

 Amar es un vacío,
un llevar en las manos
el temblor de estar solo
mirando las estrellas,
un saberse una pluma
movida por la brisa
y olvidarse que el miedo
hizo en ti su morada
y arrumbar en lo oscuro
los planes ya trazados
y dejar que tu alma
llore a solas lo absurdo
que es estar y no estar.



Amar es un insólito
querer ser lo imposible,
derrotar los deseos,
recomponer el mundo
a trozos de ilusiones,
arrimar a las rosas
la eternidad rompiente
y regar con ausencia
la cuna de la noche
donde acecha el dolor.



Amar no es el anhelo
de vivir la primicia
de un ser entre los brazos
o llevar de la brida 
el feliz yo caliente,
o andar con un espejo
de un tú mismo mejor





















Ni pensar que ya es tuyo
el ser que has aprehendido,
ni pregonar al mundo
desde un tú apuntalado,
ni reírse del salto
que el otro no ha querido,
ni poner a tus ojos
parcelas por el mundo
con un cartel: "No entrar".

Amar es un perderse
en la noche estrellada
y saber que hace tiempo
has dejado de ser.
Es flotar sin un norte
por el mar de tu alma
y mañana ¡quién sabe!
no saber, no saber...


Amar es estar solo
con todo en compañía
y morir de vivirse
tan lleno del presente,
canción de un gran vacío
de lo amado que nace
en llamas del recuerdo
y el grito de un instante
que es, que fue, que apenas
vuela en lo casi perfecto
en la luz que no ha sido.

Amar no tiene nombre, 
quizás sólo la noche
que queda si has querido
al borde de la orilla,
una huella en la playa
que dejaste al pasar
y ser mar en la mar.


Pedro Miguel Lamet

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