El bombardeo de noticias negativas en los informativos está creando un ambiente angustioso en las personas, que se ven afectadas consciente e inconscientemente. Siempre está vigente el axioma periodístico de que no es noticia que “un perro muerda a un hombre”, sino el que “un hombre muerda a un perro”, lo nuevo, lo diferente, lo ruptural. Pero hoy día son tantas las noticias negativas que es difícil permanecer incólume después de ver un telediario: guerra, crisis del gas, el petróleo, la economía, el medio ambiente, el drama de los pueblos empobrecidos, los suicidios, las fake news y un largo etcétera.
¿Qué hacer? Algunos han optado por evadirse y no seguir las noticias, porque no pueden más. Otros se hacen negacionistas contra la pandemia, el cambio climático, la veracidad de las noticias o su manipulación en favor de las grandes potencias. En todo caso, una reacción frecuente es la evasión. Pero ¿huir de la realidad es una actitud evangélica?
Quizás la única actitud realmente cristiana es cambiar nuestra óptica y mirar con gafas de profundidad. Hay que partir en primer lugar del sujeto que mira, que sigue la noticia. Si la seguimos desde lo obvio, lo inmediato y el futuro próximo, desde luego es para deprimirse: pero, si en nuestro interior estamos “en el centro” todo aparece distinto.
¿Qué es vivir en el centro? Situarse en una zona más íntima, más allá de las capas superficiales que se quedan en la apariencia, una zona serena donde nuestro ser conecta con el Ser.
Hoy la gente vive en la cáscara de todo, influenciada por la tabarra de su mente, agobiada por lo que no hizo o hizo mal en el pasado o preocupada por el futuro. Se pasa películas hipotéticas sobre lo que le va a suceder cuando pierda el trabajo, le pase algo a sus hijos, le llegue la ancianidad. Pues bien, hay en nosotros un “centro” que se encuentra bien y se conecta con la plenitud que fuimos, somos y seremos. Es el fondo del mar, donde el oleaje de las tempestades no llega.
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