“Sono Martini rosso, non Martini bianco“, dijo, haciendo un chiste con el color de la bebida y de las sotanas de cardenal y de papa, cuando entró en el Cónclave. Teníaaspecto y porte de príncipe italiano del Piamonte, pero un corazón sapiencial de sacerdote, que amaba igualmente a Dios y a sus creaturas y que se adelantó a su tiempo en sus intuiciones eclesiales.
Podría haber llegado a ser un gran papa. Pero diversas circunstancias se lo impedían. Primero, sin duda el hecho de ser jesuita, una orden que marca mucho en la Iglesia. Pero sobre todo porque los tiempos, después de Juan Pablo II, y el electorado cardenalicio que había dejado nunca se lo hubieran permitido.
Es curioso que ya entró en el Cónclave, con un bastón, que normalmente no usaba,para indicar que estaba enfermo. Antes de ser elegido Pedro Arrupe general de los jesuitas se comentaba en Roma que el papa lo hizo arzobispo de Milán para que no ocupara ese cargo.
Se va dejando una estela de prestigio, finura, categoría moral y profunda espiritualidad. Lo admiraban sus alumnos del Bíblico, del que fue rector, lo admiraban los miembros de la Compañía. Lo admiraban los sacerdotes de Milán, que disfrutaron de su valioso ministerio y sus innumerables charlas de formación y ejercicios que han ocupado centenares de libros traducidos en todo el mundo.
Se puede asegurar que también lo han respetado sus opositores, comenzando por el propio Ratzinger, ya que sus ideas sobre el sacerdocio femenino, el celibato, los estudios bíblicos y la postura de la Iglesia frente a la ciencia y el progreso no eran compartidos en la misma medida por ambos. Pero nadie podía poner en tela de juicio su categoría moral y teológica.
Uno de los hechos más significativos en este sentido fue el diálogo entablado con Umberto Eco y otros intelectuales italianos.
Lo mejor de Martini sin duda era su autenticidad, que acaban de alabar con motivo de su muerte, algunas personalidades italianas. “Hablaba con el corazón”, “decía sin doblez lo que pensaba”, “su autoridad procedía de su autenticidad”.
Pero además siempre fue un buen religioso y sacerdote enamorado de Jesucristo. En uno de sus libros que acaba de publicar en España Sal Terrae, ” La transformación de Cristo y del cristiano a la luz del Tabor“, cuenta que “cuando era un muchacho , me preguntaba: “¿cómo se ama la Iglesia?” La pregunta tenía razón de ser porque yo conocía a la Iglesia como puede conocerla un niño bautizado y que había hecho la Primer Comunión. Pero he amado a la Iglresia en la medida en que he invertido mis energías, tratando de servirla y apostando mi vida por ella. He ido familiarizándome con ella y la reconozco como madre que me ha engendrado, alimentado y sostenido”.
Reconoce que es “una casa en la que puede haber envidias y calumnias“. Pero “sin embargo la Iglesia es más grande que los hombres, porque es la esposa de Cristoy con los ojos de la fe la vemos como un reino de Dios que viene”. Según Martini, puede haber miedo y temores, pero a la postre, si se persevera, se “capta toda su verdad y maternidad”. Reside en lo que Pablo llama “un misterio de piedad”.
Cuando los periodistas con motivo de sus bodas de oro sacerdotales siendo arzobispo de Miláne le preguntaron en 2002 cuál era el recuerdo más hermoso de su ministerio, respondió: “El haber celebrado la misa todos los días, porque la es la Iglesia vivida, la eucaristía es justamente el ‘misterio de la piedad’”.
Decía Ignacio de Loyola que “como en la vida toda, así también en la muerte” hemos de dar testimonio de nuestra fe. Martini quería terminar sus días en Jerusalén. Allí se fue, pero el Parkinson, que le aquejaba desde hace 16 años, no se lo permitió. Tuvo que regresar a Italia y morir como un sencillo jesuita en el filosofado de Gallarate. Su último rasgo es no haber admitido el escarnecimiento terapúetico, sin alargar su vida artificialmente.
Ahora Carlo María Martini, es definitivamente un “Martini bianco”
Su última entrevista es de alguna manera un testamento valiente y lleno de luz:
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Buenos dias: Tremendo personaje el Cardenal, soy un profundo admirador suyo y seguidor de sus libros y conferencias -cuando es posible-, volví a la Iglesia -de la que nunca me tuve que haber ido- de la mano de Pedro Arrupe, recuerdo perfectamente un articulo de un jesuita que estuvo en Murcia y que se titulaba «Hace diez años ya» publicado en el diario La Opinión, tanto me impacto que me propuse investigar la figura del General fallecido, cuando me viene a dar cuenta estaba inmerso de lleno en esa iglesia que predicaba con sus matices, ahora frecuento varias veces a la semana la Iglesia de Santo Domingo, y alli, entre los pocos asistentes -a veces muchisimos- por la mañana encuentro aquello que tanto he deseado y aun deseo en la vida, solo paz y amor.
Muchas gracias
Me encanta leer un comentario noble sobre el Cardenal Martini, cuando leí que estaba escrito por el P. Lamet, me dije esto si vale la pena leer, es una persona que su amor a la
Compañía no le impide ser profundamente objetivo.
Me encantaría leer algo del Cardenal Martini sólo conozco un pequeño librito sobre la Sagrada Escrita, digo me encantaría conocer sus opiniones y criterios que han dado luz
y abierto ventanas para que entre aire puro a nuestra casa común.
Sugiéranme algunos títulos. Gracias. Carmen
Fiquei muito triste quando soube que o Cardeal Martini,estava de mudança para Israel,
e que não aceitaria concorrer ao papado,ele dabe muito bem o que é bom para a igreja
que ele tamto ama…!!!