A veces, cuando vuelves,
de nuevo soy aquel
que en bicicleta
renacía del mar
el aire y el silencio,
compañero de amor,
mi Dios de cerca;
y escucho en mí otra vez
el canto agudo
del piñón, lanzando la cadena,
mientras, azul el cielo,
volaban gaviotas.
Me renacen las teclas olvidadas
de un piano de agua
y de requiebros.
Oh voz, palabra familiar,
desde la sangre antigua,
llamándome otra vez
a ser del todo
una gota en el mar
polvo del aire,
y andar con los bombachos
soñoliento
por las olas sin rumbo
que inventa el horizonte.
Pedro Miguel Lamet






