Siempre hace buen tiempo

Los enigmas de «El árbol de la vida»

Leo en Willigis Jäger: “El deseo de sentido de la vida y de integridad, y la necesidad cada vez mayor de traspar los límites del yo de forma universal y mística, exigen una espiritualidad universal y transconfesional”.

La frase me ha venido a la memoria después de disfrutar del film Él árbol de la vida, una película que provoca en los espectadores igual rechazo que entusiasmo, pero que está entre las más taquilleras de las últimas semanas y despierta en todo caso una curiosa fascinación.

No voy a hacer aquí un comentario crítico como tal de la colosal película de Terence Malick, un catedrático que no concede entrevistas y después de rodar, se vuelve a meter en su agujero. Sólo diré que rompe los códigos establecidos del cine y crea un poema fílmico sin precedentes introduciendo la imagen de forma epico-lírica en el ámbito de la metafísica y la espiritualidad, como nunca antes se había conseguido.

Con un enfoque macro y microcósmico, El árbol de la vida se mueve en el ámbito del origen del universo y en el de una familia de Waco (EE. UU.) en los  años cincuenta, los O’Brein . El dolor de la pérdida de un hijo plantea las preguntas iniciales del film sobre el sentido de la vida, el problema del mal, la facultad del libre albedrío, y sobre todo las fronteras del amor y la violencia.

Como es habitual en su filmografía Malik tiene fallos de ritmo, alarga quizás con exceso las secuencias de contemplación del universo y la segunda parte de la historia real, pero el conjunto es un bellísimo canto a la creación y a la vida humana y sobre todo quizás la película que mejor se pregunta sobre por qué estamos aquí, la ambigüedad de la conciencia y en definitiva qué somos respecto a ese misterioso Dios, que  crea la belleza y permite el sufrimiento.

La película requiere un talante contemplativo que no es frecuente en el espectador de hoy. ¿Por qué van a verla entonces tantas personas? ¿Por Brad Pitt, que hace el papel de un padre americano entre fundamentalista, “triunfador”, triste, violento y amoroso? No lo creo. Ningún personaje es realmente protagonista de esta obra coral, ni siquiera la dulce y maternal señora O’ Brien, donde los importante es la vida. Creo que la clave está en que el film no deja indiferentes: toca tales fibras del ser humano y lo hace desde una angulación, planificación y contemplación desde fuera que hipnotiza e inquieta al mismo tiempo.

¿Un film católico, como se ha dicho? La familia cuyo drama recoge durante unas vacaciones de verano, es católica y tradicional. El padre,un fundamentalista; un sacerdote, tiene en la homilía del funeral aproximaciones a un Dios desconcertante, bastante acertadas sobre Job, cuya cita sirve de arranque. La madre parece curarse de su angustia en su ofrecimiento final a Dios del hijo muerto. Todos confluyen en un cielo, un poco de zombis (el cine fracasa siempre cuando pretende plasmar el cielo o el más allá), donde parece que el amor es la única respuesta dada al ser humano más alllá del tiempo. Acertadísimos los planos iniciales y finales con una enigmática llama de fuego de donde parece partir y donde confluye todo.

La índole de música o sinfonía de esta explosión de imágnes, que culminan en el requiem final, impregna toda la película, tan abierta como un poema y que roza el silencio de Dios desde la evocación y la belleza, sin escamotear el lado oscuro de la vida del hombre: la violencia, el miedo, la opresión, la soledad y sobre todo la ambigüedad reflejada en el inquietante personaje del hijo mayor que luego, encarnado por Sean Peen, el Jack O’Brien adulto que deambula entre gélidos rascacielos en busca de nuevo de una respuesta.

Hay un paralelo entre las imágenes de documental sobre el origen de la vida y el proceso inconmensurable de la naturaleza y la familia O’Brein, que confluyen en un punto, que parece ser el fuego, la luz, aunque afortunadamente la mayoría de preguntas quedan sin respuesta, como en la vida misma y la mejor poesía. Ninguno de los queridos lectores de este blog, deberían perderse esta película.

 

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