Hoy, acodado frente al mar, he vuelto a leer los versos de Manuel Machado: “Para mi pobre cuerpo dolorido, / para mi triste alma lacerada, para mi yerto corazón herido, / para mi amarga vida fatigada…. /¡el mar amado, el mar apetecido, / el mar, el mar, y no pensar en nada!”.Porque cuando nuestra mente le da vueltas a las cosas las estropea. En cambio la pura contemplación desde el silencio nos sitúa en la verdad de un ahora que taladra el infinito. Pues el mar es una copia del cielo, el de Juan Ramón: “Oh mar, cielo rebelde / caído de los cielos!”. Y la vela, como canta Pemán, un símbolo de nuestro paso por la vida: “Igual que pasa una vela / llena de sol sobre el mar, / pasó dejando una estela / de gracia y luz al pasar”. La vela pasa y el mar de Dios, en el que nos movemos y somos, siempre nos queda.
vía Pedro Miguel Lamet.






