Las carreteras se han vuelto agresivas y peligrosas. Pese a las multas, pérdida de puntos y campañas de tráfico, cada fin de semana se convierten en sepultura de cientos de personas que dejan su vida en una curva o un adelantamiento. Lo tienen aún más duro los profesionales del volante, como los camioneros, que día y noche han de afrontar múltiples riesgos para ganarse el pan. El de la foto no se avergüenza en proclamar que Jesús, que dijo “yo soy el camino, la verdad y la vida”, es su compañero de viaje. No sólo lleva su efigie bien grande junto a la puerta, sino también su sagrado corazón. Como si su cabina predicara por las carreteras aquella jaculatoria eterna: “Corazón de Jesús, en vos confío”. Ante tantas agresiones como provocan la crisis, la competencia, la falta de trabajo, las enfermedades, las guerras, y el miedo al futuro, ¿qué eslogan, qué rostro llevamos nosotros grabado en el alma para el camino?
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