Las trincheras de Dios
Vuelve un escritor de registros varios, el jesuita Pedro Miguel Lamet, ahora con una excelente novela histórica, titulada Las trincheras de Dios (Ediciones Mensajero), que tiene como protagonista de fondo al padre Fernando de Huidobro, que murió en el transcurso de una acción bélica —no martirizado— en los años terribles de la Guerra Civil.
Una mujer enamorada de su marido sufre la división y separación que les provocan sus respectivas ideologías. Ella procede de una familia conservadora y religiosa de Sevilla, marcada por el asesinato de sus familiares durante la guerra, y emprende una investigación en busca de la objetividad sobre el factor religioso en aquella contienda fratricida; él, socialista catalán, nada religioso, político progre, es un activista implicado en la llamada Memoria Histórica. Los recuerdos marcaron la infancia de ambos, tan ideológicamente divididos.
Muy bien trazados la exposición, nudo y desenlace, Las trincheras de Dios tiene como pretexto argumental la elaboración de una tesis doctoral sobre la figura singular del jesuita Huidobro, que se alistó como capellán de la Legión, intentó paliar el odio entre las dos Españas, se mostró contrario a los desmanes que se producían en las dos trincheras y asistió a todos a la hora de la muerte.
El novelista traza un paralelismo de una guerra entre hermanos —objeto de la investigación emprendida— y otra guerra interior —de la doctoranda— derivada de las diferencias ideológicas, políticas, religiosas, que rodean a quien busca la objetividad histórica y se encuentra con enfrentamientos, distancias, separaciones en la propia familia y amenazas externas. La figura del padre Huidobro es el prototipo de reconciliación, el símbolo de servicio a cuantos luchaban sin mirar ideologías. La novela muestra cómo la guerra continúa y las heridas siguen abiertas, y quiere ofrecer un ejemplo contra el guerracivilismo que se reinstala en nuestra sociedad, perfora nuevas trincheras, busca la revancha, juzga el pasado con mentalidad del presente y manipula la objetividad histórica.
Entonces se enfrentaron dos ideales, la cuestión religiosa estuvo por medio con carácter determinante. Pero la novela no es sectaria, trata de ser objetiva con las circunstancias que se fueron acumulando, sea la dudosa legitimidad de la II República, las injusticias sociales que asolaban al campesinado, el fracaso de la clase política, los movimientos revolucionarios, el anticlericalismo, el nacionalismo…
Lamet cuenta con fluidez la historia, le otorga el ritmo preciso con técnica de guion cinematográfico, utiliza con eficacia las transiciones y el flash back y logra una gran plasticidad en descripciones y diálogos. Todos los personajes, tanto los ficticios como los reales, están perfectamente retratados, pues no en vano sus vidas corren parejas con la del propio novelista; además, no es difícil entender que las ideas de los protagonistas (padre Huidobro y su investigadora) son trasunto de las del propio novelista. Aquel jesuita representa la tercera España, que buscó la justicia, la paz y la reconciliación. Las trincheras de Dios está bien documentada y, ocasionalmente, culturalista ma non troppo; bastaría citar el iter de la famosa carta colectiva del episcopado durante la Guerra Civil.