Hay un breve poema del colombiano Rafael Pombo titulado “El alma y el niño” y publicado nada menos que en 1873, que dice mucho más que grandes tratados de teología:
«¿Dónde está Papá Divino? Preguntó a su niño el ama; Te daré un dulce en la cama Si me respondes con tino». Y él, con sonrisa de cielo. Repúsole: «Y yo, bah! bah! Te daré un rizo de pelo Si dices dónde no está».
Los niños están continuamente contemplando el rostro de Dios, porque aún viven dentro de él. Antes de que los maliciemos son ángeles que nos devuelven la esperanza en el ser humano, porque viven cerca de nuestro origen, la luz de donde salieron: el “Papá Divino”. Por eso, nada mejor que celebrar la Pascua desde los ojos abiertos y puros de un niño, nuestro niño, el que fuimos y volveremos a ser de nuevo en la casa del Padre. Mientras, de camino, Jesús nos propone la tarea para pertenecer a su reino y resucitar, retornar al niño.
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