Siempre hace buen tiempo

En mis 50 años de sacerdocio

Un momento de mi ordenación sacerdotal hace 50 años

Hace 50 años fui ordenado sacerdote por el obispo Ramón Echarren. Una efemérides llena de recuerdos que marcó mi vida y me llena de gratitud a Dios y a todas las personas que me han acompañado en esta maravillosa aventura. Hoy, junto a mi familia y hermanos de comunidad lo he recordado con esta homilía que os ofrezco, queridos amigos, para que os unáis en mi acción de gracias.

Pedrito, de bebé y con su primera sotana

HOMILÍA EN MIS 50 AÑOS DE SACERDOCIO

Celebramos este año el V centenario de la Conversión de San Ignacio, desde aquella herida que le cambió y ha arrojado tanta luz desde entonces en el mundo a través de nuestra Compañía. Salvando las distancias, en estos cincuenta aniversario de mi ordenación sacerdotal, quiero recordar que debo la luz también a una pierna quebrada, una tuberculosis ósea en la cadera que me mantuvo escayolado e inmóvil a mis seis años durante un año entero y luego más años hasta los once de edad, con sucesivos aparatos en la pierna, que impidieron arrancar a la vida como cualquier niño normal. Eso me permitió ver el mundo, los juegos, la familia, los acontecimientos como desde un balcón. Y también, como Ignacio, leer mucho: tebeos, aventuras y vidas de santos. De ahí, de ese distanciamiento, nació mi vocación a la Compañía de Jesús y al sacerdocio.

Invitación y recordatorio de primera misa

Junto a ese personal momento de mi enfermedad fueron siguiendo otros kairoi o momentos sagrados que han sido como teofanías, apariciones de Dios en mi vida: desde la fe de mi padres y mi hermanos a la ayuda en la congregación de los kostkas del inolvidable padre Joaquín Muzquiz,SJ  con sus Ejercicios Espirituales, y todos los formadores que me llevaron hasta el servicio a mis hermanos y el altar. Reinando sobre ellos la Virgen de la Congregación Mariana, a la que consagré mi juventud. Por eso siento la necesidad de recordar a mi paisano, maestro y amigo José María Pemán, que cantaba así a nuestra patrona:

Salve a ti, Madre nuestra 
que tiendes tu mirada 
sobre el mar español,
Cádiz pone en tus manos divinas  
un rosario de gotas divinas, 
enhebradas en un rayo de sol.

Todo desde entonces ha sido para mí un sacramento: el mar de Cádiz, cuyo horizonte me llamaba a un más allá, los primeros versos, que me abrían a la creación, un misterio de belleza sin solución de continuidad con Dios, los encuentros, los amigos: Sobre todos mis abuelos, mi padres, Pedro y Margarita, mis hermanos, Margury, Ana, Migué Ángel y Ángeles, la gente que nos servía en casa y son también nuestra familia: Candelaria, Luisa, Antonio, Rosario, Larry, y los amigos de infancia, sobre todo Manolo Galindo.
Dando la comunión a mis padres

Y en la Compañía nombres inolvidables como Pedro Arrupe, un santo iluminado del que obtuve la gracia de recoger sus últimas palabras, el poeta padre Juan Bautista Bertrán, que me ayudó a que los superiores aceptaran mi afición a la pluma y la poesía, Antonio Blanch, Gómez Caffarena, y un sinfín más de compañeros y amigos, últimamente el añorado compañero de esta casa, Juan Bautista Boj, que ha sido para mí todo un ejemplo. Y desde luego todos los santos y grandes hombres que han cruzado por las páginas de mis biografías y novelas históricas.

 Siento el sacerdocio no solo como un servicio a los demás y al altar, sino sobre todo como una forma divina de administrar el sacramento de todas las cosas, del Dios en el que como dice San Pablo “nos movemos, existimos y somos”. En ese sentido sí me siento “pontífice” (fabricante de puentes). Creo que los puentes con todos, incluidos los ateos, agnósticos o diferentes, más que el cuidado de la ortodoxia o la  institución como “guardería de adultos”, son hoy más que nunca necesarios en la Iglesia. Siempre en mis escritos he defendido una Iglesia como plaza del pueblo más que como castillo inexpugnable.

Concelebración: Por la derecha: J.L.Martín Descalzo, R.de Andrés. J.B.Bertrán, Celebrante, J.Gafo, T.Zamarriego, etc.

Como dice el texto de Isaías de la primera lectura yo me siento elegido por el Dios que habita en todo: “te he cogido de la mano”, dice, para dar luz, liberar de todas las cadenas, hacer justicia, para anunciar algo nuevo. No puedo negar que muchas veces me he sentido también débil, quizás dormido, como tanta gente en este nuestro mundo de hoy por el fulgor de lo visible. Hasta que con San Juan de la Cruz llegué a la conclusión de que “por toda la fermosura / nunca yo me perderé / sino por un no sé qué / que se alcanza por ventura”. Ese más que habita en el corazón de todas las cosas.

Con mis padres y una sorprendente tarta

La sombra, la ternura, el cayado del Buen Pastor me ha mantenido desde mis debilidades en este camino, sin que nada me falte. Creo que el tiempo no es más que un epifenómeno, la cáscara de la vida, pues ya vivimos, ya estamos, sin darnos cuenta en un ahora eterno. ¿El sentido de la vida? Recuperar lo que se significa en cada Eucaristía, nuestra auténtica naturaleza:  como dice Juan, el amor. Nos hemos olvidado de que somos una chispa de un fuego eterno. El sentido de la vida es ese, es darnos cuenta de que somos amor: “Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”, un amor que impide el temor, el miedo. “¿Cómo no voy a ser optimista si creo en Dios? Los hermanos son para nosotros la mejor manifestación de ese Dios invisible que habita en todo. Por eso Jesús en su discurso de despedida nos dice: “Manteneos en ese amor que os tengo”. Ser sacerdote es ser elegido por Dios para ponernos en camino y dar fruto, como amigo, no como siervo, para “en todo amar y servir”. Por tanto, hoy más que nunca, doy gracias, como diría San Ignacio “por tanto bien recibido

Mi plegaria cotidiana consiste en pedir a Dios que me permita estar despierto y con  ojos de niño bien abiertos en la transparencia de Dios de cada cosa, cada flor, cada amanecer, cada gesto, cada herida cada fragilidad humana, señalando lo único que permanece más allá del tiempo: el amor. Desde la humildad escribí hace más de cuarenta años un sencillo poema oración que sigue siendo mi oración cotidiana:    

         

                   SABERTE

Dame, Señor, la sencillez de espíritu,
la del alma dormida en su silencio,
toda abierta con grandes ojos niños.
No quiero ya mi voz. Ni mi palabra llena.
Me aburre estar conmigo, tan atento,
seguro de una luz sin Ti perdida.
Así impotente, sólo, casa hueca,
va a colmarse tu voz de resonancias 
familiarmente puras y serenas.

Dame, Señor, el abandono firme
ante el futuro ignoto y tu aventura 
soñada tantas veces en secreto.
Estoy contigo. Piensa cuanto quieras 
para hacerme sufrir o para verte. 
Bien sé que lo prepara tu ternura.
Hazme a diario un pobre sorprendido
de cada hoja, de cada mano abierta,
tendida a la penumbra de mí mismo.

Viviré así este miedo más alegre, 
con un verbo, no más, entre mis labios:
saberte junto a mí, Jesús, saberte.

Pedro Miguel Lamet



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7 thoughts on “En mis 50 años de sacerdocio”

  1. En primer lugar enhorabuena y gracias por sus escritos.La homilia enternecedora ,llena de recuerdos de lugares y personas , me ha encantado el poema y pido para que todos seamos un pobre sorprendido .Precioso mensaje .Felicidades y muchas gracias

  2. Enhorabuena, Pedro, por estos cincuenta años de sacerdocio, de servicio, de entrega. Gracias por tus escritos, por tus palabras, tu ejemplo. Eres una gran persona. Siempre te he admirado.

  3. Gracias Pedro por la abundancia de frutos de tu amor generoso que nos ha nutrido y acompañado durante tus años de sacerdocio y toda nuestra vida.
    Recuerdo cómo un sueño aquel día de tu primera misa, desde mis 6 años.
    Pero siempre he sentido firme y comprometida tú preocupación y apoyo por nuestra felicidad, la mía y la de mi familia.
    Gracias por tu vida regalada a los demás como persona, sacerdote, poeta, periodista, tío, amigo …
    Gracias por mi primera comunión, por recogerme aquel agosto como luz que ciega el miedo, como la esperanza que anuncia que Dios anda siempre por encima de nuestra pequeñez y nuestros miedos y fracasos. Eres testigo de la apuesta por la vida, contra toda desesperanza. Superando sufrimientos,
    golpes y soledades, nos enseñas que el amor, de diferentes formas, siempre gana la partida.
    Un gran beso
    Quique

  4. me conmueve tu temprana opción por seguir a Jesús, tras la enfermedad que en tu infancia te dejó limitado e impedido en casa, supongo que ese tiempo parado y la influencia de tu ambiente familiar, te polarizo hasta escoger tu opción jesuistica de en todo amar y servir, poniendo el Amor como referencia principal en tu vida. Esa LLAMADA tan temprana condicionó tu vida , que entre el conocimiento científico unoversitario y tu gusanillo o inquietud interior te pusieron en el camino del sacerdocio. Poco te conozco aun, pero tu bondad, tu espiritualidad y humildad siguen siendo un faro para los demás. Felicidades por tus bodas de oro de ordenación sacerdotal y le doy gracias a Dios por haberte puesto a estas alturas de la vida en nuestro camino cristianó. Un abrazo

  5. Gracias por tu sacerdocio y por todo lo que ha significado y significa tu vida para la Iglesia. Algún libro tuyo cayó en mis manos cuando era monja joven y siempre que encuentro alguna poesía tuya me llena el corazón de Dios.
    Gracias por esto 50 años de sacerdote de Cristo

  6. Que el Señor le colme de felicidad y bendiga en su caminar con El y de El. Enhorabuena por sus años sacerdotales y servicio cumplido, aunque, me consta, no concluido.
    Un abrazo fraterno.

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