Pálido espectro de un pasado ajeno
muerto al amor, pisando lo infinito,
que desanda quién sabe qué andadura,
ese tiempo sutil que el tiempo desvanece.
Tu mundo no es aquel, que dulce llora
secretos rosas de paz en la mejilla.
Ni se sabe qué sueño duerme ese escondite
en el temblor azul de ese minuto.
Se ha quedado tu foto descolgada
del ritmo irrefrenable de la vida,
posada con desdén y polvo antiguo
en caoba sin luz, sombra de sombra.
¿Quién te amó? ¿Quién fue espiando
el trajín cotidiano de tu cuerpo
y apuró con tus labios los sabores
de aquella muerte entonces no anunciada?
¿En qué limpios espejos te miraste
como al pasar, creyendo que aferrabas
el fulgor de satén de esa belleza?
¿Sólo el encaje níveo del escote
cristalizó en tu hombro levemente
al tacto imponderable de su hechizo?
¿O es que vivir es solo aquel posarse
apresado en el sepia fotográfico?
Mujer de aquel ayer en este ahora,
sin nombre ya, ni amigo, ni futuro,
pretexto sólo de un marco victoriano,
¿quién llevará tu rostro a su morada
sin ver ni adivinarte ese secreto
que sigues ocultando cuando miras?
Sólo el pobre poeta en su destiempo
de loco amor por nubes y por rosas
se llevará tu inútil azogue misterioso
y guardará el embrujo que vibra todavía
en el viejo papel que aprisionó tu calma,
viva sin tiempo, como una flor perenne.
(De Las palabras pequeñas,1992)
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