Siempre hace buen tiempo

El «Corpus», fiesta del Cristo total

«Tomad y comed»

En la memoria de muchos de nosotros, la festividad del Cuerpo de Cristo está unida a sensaciones infantiles de un día de sol, colores y olores inolvidables. El desfile de hermosas custodias, como las de Arfe, la ciudad engalanada, las fuerzas vivas de la Iglesia y la sociedad, el olor a flores, incienso y tomillo, los niños vestidos de primera comunión… ¿Qué sentido tenía entonces y tiene ahora esta solemne festividad?

 1. Una fiesta separada de la mesa, y una procesión con aspectos sociales

No se comenzó a celebrar hasta 1246 en la ciudad de Lieja, y fue instituida para la Iglesia universal en 1264, frente a las herejías que negaban la presencia de Jesús en la Eucaristía. En realidad,  venía a consagrar una nueva práctica, separada de la comida fraterna que, según los evangelios celebraba Jesús con sus apóstoles, particularmente en la cena de despedida de Jueves Santo. A partir del siglo VIII el sacerdote comenzó a “decir” la misa en latín, de espaldas al pueblo y en voz baja. Se centraba en el poder sacerdotal, la capacidad de “convertir” el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, más que en la participación activa de los fieles, como pueblo sacerdotal en la comida que perpetua su presencia.

Procesión del Corpus
Procesión del Corpus

Hasta el concilio Vaticano II no se recuperó el sentido originario de la celebración eucarística. Por otra parte, como el Jueves Santo era un día impregnado por el dolor de la cruz, se quiso subrayar el carácter de fiesta y alegría que supone la institución de la Eucaristía. Si a eso se añade, la unión de Iglesia y Estado en países como España, la procesión del Corpus se convirtió en un hecho social y un tanto oficial. Por ejemplo, los soldaditos tenían que madrugar, fueran o no creyentes, para cubrir la carrera de la procesión e hincar rodilla y fusil al paso de Cristo. Era uno de los tres jueves del año “que relucen más que el sol” hasta que el advenimiento de la secularización y la democracia suprimIera la fiesta laboral –a excepción de algunos lugares de tradicional raigambre como Toledo- y hoy en la mayoría de los sitios se celebra en domingo.

 2. Una fiesta de común-unión

 La liturgia nos propone a nuestra reflexión, un texto del Deuteronomio, considerado como el “testamento de Moisés”. Éste, en uno de sus discursos, hace memoria del pasado, donde Dios regaló al pueblo con alegrías y también sufrimientos que le hicieron madurar  en el desierto como prueba para que confiara solo en Yahvé y le recuerda que “no solo de pan vive el hombre, sino de cuanto sale de la boca de Dios”. Hoy, en medio de nuestros desiertos actuales, como el de la desigualdad y la pandemia, frente a los panes del consumismo, el dinero, el sexo, la fama, el poder, que no sacian al hombre, sino que le dan más hambre, celebramos el Pan de Vida, que llena el corazón humano. Un pan que sintetiza tanto la persona de Jesús como el mensaje de su reino.

Por otra parte amplia el significado comunitario de la eucaristía frente a nuestras divisiones. Nos une en el cáliz y el pan, el convite de Jesús (convite= compartir vida. Cuando convidamos a comer le damos al invitado energía de vida). Eucaristía significa  acción de gracias, el gozo de la fraternidad, la comunión (común-unión) la entrega. El pan es uno, nosotros somos muchos, al comulgar formamos un solo cuerpo.

 3. Una fiesta de nuestro cuerpo total

En tercer lugar, al celebrar la fiesta del Cuerpo de Cristo, ¿no celebramos también nuestro propio cuerpo? Al tomarlo Jesús para sí ¿no lo dignificó sobremanera? Lamentablemente en la tradición judeo-cristiana, a excepción del libro de “El cantar de los cantares”, ¿no hemos albergado en la Iglesia un cierto desprecio del cuerpo, al que hay que tener miedo como instrumento de pecado? Nos ha hecho daño el  dualismo filosófico griego de nuestra cultura. Hoy, después del Vaticano II, se ha abierto en la Iglesia una nueva espiritualidad y teología del cuerpo, dando importancia incluso a las posturas en la oración o quitando la perniciosa diferencia entre el cuerpo del hombre y la mujer al identificar esta última con Eva. Hemos de amar y tratar con dignidad este cuerpo creado por Dios que participa del milagro de toda la creación y que, desde la redención toda ella es parte del Cuerpo de Cristo, un cuerpo dolorido en los pobres, enfermos y angustiados de este mundo, los preferidos de Jesús.

Pobres en pandemia
Pobres en pandemia

 4Jesús sigue presente y “pasando” cada día entre nosotros

 Por último, la procesión puede tener un significado iluminador entre nosotros. Jesús sigue vivo y pasa entre nosotros. No importa que este año, por la pandemia, no haya podido salir físicamente de las catedrales. El no viene a provocarnos daño, sino que “pasó haciendo el bien”, sin obligar a nadie, solo ofreciendo su camino. Él sigue pasando por las calles, está particularmente en los sin techo, los inmigrantes, los excluidos, los enfermos y olvidados. Podemos comerlo, podemos compartirlo, podemos adorarlo también en el milagro de una mirada, de un silencio, de un gesto de solidaridad, incluso en la fragilidad y necesidad de amor de mi propio cuerpo y el cuerpo de todas las razas y procedencias, el Cristo total, como canta Pedro Casaldáliga: 

MI CUERPO ES COMIDA


Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.


Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.


El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.


Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

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