
Ahora que el niño se acurruca en este
gastado cuerpo
y que el mundo va camino de no saber caminos,
devuélveme la estrella
en su esplendor de estaño,
que anoche he vuelto a escribir cartas a la vida
y no responde nadie.
Ve al buzón de allí cerca
a recoger la mía, la que hace sesenta años
deposité a los Magos
pidiéndoles una bicicleta azul
para dar libertad
a mi cojera,
pues quisiera escuchar aún sus pasos
desde la almohada, el oído semidespierto
a un lejano rumor de dromedarios
camino de mi casa
y de mi ensueño.
Voy ahora a despertar a mis padres,
a levantarlos de la tumba
para ir en pijama hacia el cuarto de estar
y brincar con ellos de alegría,
pues aún conservo intacta la sorpresa
que ellos supieron sembrar
tragándose las lágrimas.
Desde entonces tomé el oficio
más bello de la tierra:
restaurador de sueños o , si queréis,
perseguidor
y lustrador de estrellas.
Pedro Miguel Lamet







Que bonito oficio «restaurador de suenos». La oscuridad de la realidad que vivimos no nos deja ver la estrella brillante y tampoco sabemos mirar hacia lo alto. Quien deja de sonar convierte la vida en rutina, sin esperanza. Dejar de sonar es matar la esperanza y sin esperanza se acaba la fiesta de la vida. Gracias Pedro Miguel por este bello poema que leido con atencion no nos dejara morir en un rincon oscuro espiritualmente vacio. Que tengas un ano de abundante cosecha y gracias por mantenernos despiertos y devolvernos la ilusion de la vida.
Precioso poema ,no perdamos la estrella del que espera confiado ..porque esa estrella será la que alumbre nuestros días
La que ilumine nuestros quehaceres,la que en definitiva nos lleve a encontrar a Jesús
De Nazaret .Gracuas y felices reyes .
Como entenderás he leído el poema entre lagrimas, muchos recuerdos.
Como todos los tuyos es muy bello, me gusta el oficio de lustrar estrellas que cada día intento vivir con los que ya no saben siquiera que existen las estrellas.
Lo más hermoso y cierto
es saber que la estrella
la llevamos por dentro
y que una vez despiertos
esa luz no se apaga
ni en la noche cerrada
ni en la cueva más honda
ni en la desesperanza del desierto
ni en las inmensidades
de cualquier tempestad inesperada
Esa estrella
es conciencia incandescente
es alquimia divina en movimiento
y tejido feliz,
es una epifanía de infinitos,
sustancia en expansión,
árbol de vida inmensa
nuestra propia raíz
sin aditivos
repartida y hermana,
cósmica y diminuta
tan divina y enorme
como humana