Enrique Jardiel Poncela cuenta, como supremo ejemplo del sentido humor, el caso de aquel gitano al que le llevaban a ahorcar el lunes, y por el camino iba diciendo: “¡Bien empieza la semana!”. Hace falta tener mucha moral y un profundo relativismo para encontrar ese lado grotesco, divertido, caricaturesco de la vida, que nos permite tomar distancia y mirar las cosas, incluso los acontecimientos más trágicos, de otra manera. Ya que, como decía Mark Twain, “el humorismo es el aspecto jovial de la verdad”.
Todo el mundo sabe que la verdad de don Quijote y Sancho es una tragedia. Es la historia de un loco y un palurdo. Pero, tocados por la barita mágica de Cervantes, se transforman en dos arquetipos de humanidad, sendos monumentos al idealismo y al sentido común. O que Charlot no deja de ser un pobre vagabundo fracasado. Sin embargo, todos llevamos a un hombrecillo con bastón y sombrero hongo, que se pierde solo y triste por el horizonte, debajo de nuestra chaqueta.
No vamos a cometer la presunción de definir el humorismo. El mismo Jardiel Poncela decía que es “como pretender traspasar una mariposa, empleando para ello como aguja un poste telegráfico”.
La risa podría ser la gran terapia después de leer el periódico, al acabar la estresante jornada de trabajo o al enfrentarnos con los problemas económicos, afectivos y familiares. Pero la risa, las más de las veces se ha convertido en esta sociedad histérica en risotada y el humor en astracanada. Falta ese cascabeleo interior, esa sombra de duda que no es desprecio, sino en el fondo cariño y solidaridad humana.
Una vez leído este número en la tranquilidad de las vacaciones quizás podamos decir aquello de Lloyd George: “Para mí, un cambio de disgusto es unas vacaciones” ; o lo que canta aquella copla popular: “Cuando me dieron la nueva / de que tú no me querías, / a la mar no me tiré / porque estaba el agua fría”. O quedarnos con la definición de Gómez de la Serna de los chalecos: “El chaleco es una americana que fue a al guerra”.
En una palabra reír es un forma sabia de vivir, y sonreír es la única manera de sobrevivir. Quizás porque el humor es amor y “gracias al amor se escapa el hombre de la escala zoológica”. El mal humor sin embargo es la tristeza duradera del alma, de la que deberíamos siempre huir. Así que: ¡Feliz amor! ¡Feliz humor!
Excelente!!! me encanta cómo escribe Pedro, trato de leerlo siempre.Actualmente estoy leyendo y disfrutando su libro sobre Arrupe.Muchas gracias y saludos