Este joven lector situado frente a una biblioteca de la calle San Justo de Madrid, debido al escultor Félix Hernando, no está leyendo. Eso sí, acaba de leer, y se halla en ese momento sublime de deglutir la lectura. Con la mirada perdida, sin mirar hacia un sitio concreto, elabora su propio pensamiento, sentimiento o vivencia que le han evocado las palabras que ha saboreado.
Mucha gente mitifica al autor como el único creador de libros, artículos, poemas, novelas. Pero no es así. El lector también es cocreador. Las escenas, personajes, pensamientos que plasma el escritor no son exactamente los mismos que imagina y vive el que lee. Por eso todos tenemos algo de poeta, ensayista o narrador. Saber escribir es el arte de alcanzar lo universal del corazón humano. Saber leer, la capacidad de sintonizarlo desde la propia subjetividad.
Leer es un modo de soñar, despertar, abrir horizontes, viajar, renacer cada día. Quizás por eso Edmund Wilson dijo que “no hay dos personas que lean el mismo libro”, porque el resultado de toda lectura es fruto de una interacción siempre nueva. Por eso, estoy de acuerdo con aquella afirmación de Adolfo Bioy Casares: “El recuerdo que deja un libro a veces es más importante que el libro en sí”.
(Foto: Joven lector PML)
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