El renacido es un hito en el cine épico de aventuras, tan frío y descarnado como el paisaje que refleja. Orquestada con tres globos de oro y doce menciones para el próximo Oscar, El renacido es una película que aparece en nuestras pantallas arrastrada por una ola de popularidad y reconocimientos de crítica, premios y éxito de taquilla en USA. La avala la manivela de su autor, Oscar Alejandro González Iñárritu, primer mexicano en lograr la gloria de Holliwood con un premio a la mejor película otorgado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, así como el segundo cineasta mexicano en obtener el premio Óscar al Mejor director y el del Sindicato de Directores (DGA). Lo mismo que el de mejor director en el festival de Cannes (2006). Además sus cinco largometrajes anteriores, Amores perros (2000), 21 gramos (2003), Babel (2006), Biutiful (2010) y Birdman (2014), le refrendaban ya como autor de probado prestigio
Pero con El renacido, Iñárritu, se desafía a sí mismo con un nuevo empeño propio de un coloso del cine: rodar, durante año y medio y a la luz del día, en medio de un hosco entorno natural, una historia épica de superación en convivencia y lucha feroz con la naturaleza.
En plena década de 1820, durante una expedición al desconocido Oeste norteamericano, todavía habitado por tribus indias, el trampero, explorador y cazador de pieles Hugh Glass, es brutalmente atacado por un gigante oso grizzly. Gravemente herido por la colosal bestia, es abandonado por sus propios compañeros que le dan por muerto. En medio de la más implacable soledad, con una pierna rota y aquejado de agudos dolores, Glass consigue sobrevivir, curar sus propias heridas, y alimentarse de carne cruda de animales que caza. Su único afán se reduce a mantenerse vivo para vengarse de los asesinos de su hijo, y de la traición de su confidente John Fitzgerald, en marcha siempre hacia adelante, rumbo a un remoto campamento que parece imposible de alcanzar. El frío de las escarpadas montañas nevadas, el acoso de tribus indias, su robinsoniana capacidad para autoabastecerse de la hostil naturaleza, y el amor a su familia, le espolean en su ruta de lucha y supervivencia.
La línea argumental no puede ser más simple y los ingredientes narrativos más elementales. Basado en el personaje histórico de Hugh Glass, que inspiró a Michael Punke para escribir la novela The Revenant: A Novel of Revenge, la película no sobresale pues ni por su argumento ni por su guion. Como historia, no pasa de ser una aventura lineal y hasta monocorde. Todo el mérito radica en la realización de Iñárritu y la eficaz fotografía de Emmanuel Lubezki, que consigue entonar un himno cósmico a la naturaleza feraz y genesíaca, rodada entre Canadá y Tierra del Fuego (Argentina)
Lejos de una interacción lírica con el medio ambiente, la película muestra el entorno como un hábitat ambiguo que hay que conquistar, que hunde y enaltece, mata y salva al mismo tiempo. De esta forma el film es un canto épico al espíritu humano por servirse de la creación, como amiga y enemiga, fuente de violencia y recursos, madre e implacable devoradora. El protagonista, Leonardo DiCaprio, en una interpretación antológica, se funde con el paisaje recuperando la primigenia índole animal del ser humano, que, en su debilidad, y gracias al espíritu de superación que le anima, cae y se levanta, está a punto de morir y se crece en su itinerario épico, casi brutal. En este sentido la película puede llegar a ser en momentos desagradable y primitiva. Pero refleja la verdad humana en su estado primigenio, se remonta a la prehistoria, donde el hombre no sólo ha de enfrentarse con los ,impedimentos de un medio hostil, sino también con sus propios congéneres salvajes en estado cercano al pitecantrupus erectus.
¿Dónde queda la dimensión mental y espiritual? En dos aspectos: la vinculación padre-hijo, y el la acción del indio que le ayuda y le salva a riesgo de morir él mismo, en un rasgo insólito de amor gratuito. De todas formas en el desenlace, pese a los recursos a la imagen de la amada muerta, como recuerdo, y otras leves escapadas más líricas, la motivación que sobrenada y mantiene vivo a Hugh no puede ser más pesimista: el simple anhelo de venganza. En realidad se trata un viaje iniciático que se resume en la alianza y la batalla del hombre con la naturaleza, pero donde está ausente cualquier iniciación hacia un crecimiento o descubrimiento del espíritu humano. Hugh es un héroe frente a las rocas, las bestias, los elementos, pero no consigo mismo, su victoria solo se traduce en más y más sangre,
Cine puro en cuanto culto a la imagen –apenas hay diálogo-, mantiene el interés con escasos elementos. En este sentido El renacido es un hito en la historia del cine de aventuras y en su lenguaje icónico hecho de paisaje y esfuerzo sobrehumano. Pero frío como la nieve que lo empapa, descarnado, pábulo para un espectador que exige manjares fuertes y una sociedad, como la que vivimos, donde la violencia descarnada y la tesis del homo homini lupus parece imponerse a cualquier otra. No obstante en esta importante película, a la que le falta alma, no está ausente una soterrada poesía, la que se desprende de fuerza y belleza de la naturaleza en sí misma.
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