Siempre hace buen tiempo

LA MIRADA

LA MIRADA

EL día en que no peses

y parezca

que eres silbo de un aire

o nota de una música indecible

o perfil de algún ángel

o el hijo inesperado del cruce misterioso

de la estrella y el trigo,

no lo dudes:

quizás, aun sin saberlo,

es que una tarde,

cualquier tarde sutil y transparente,

¡prodigio de la luz!,

el orbe se detuvo

y ocurrió lo imposible:

fuiste mirado

Porque «ver», ya se sabe,

ven las gallinas y los zorros

en busca de su presa.

Ven los tenderos contando sus monedas.

Para ver nacieron las mirillas

detrás de los fusiles,

y pantallas de ver

que no contemplan nada.

 

Mirar es pasearse

con las puertas sin llave

por la nieve que alivia a las montañas

y cantar en el valle al sol de la retama;

coleccionar azules igual que mariposas

y vivir de reestreno

el lindo sortilegio de una caja preñada

de sorpresas.

 

Mirar es algo más.

Es estar vivo.

 

Mas, ay, el día en que parezca

que flotas por la calle,

que tu verso

es el verso de Dios,

uno en el Uno

y encuentran aquel árbol en un bosque

más tuyo que tú mismo

 

 

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y dedicas al fin tu autógrafo

a la hormiga…,

y observas que no hay muros

detrás de las verdades;

el día que contemples

más allá de los brazos

y vagues como un loco

por caminos sin huella,

y te toquen por dentro los besos del paisaje;

y rías, y sangres, te llores y despiertes

con los poros abiertos

en volandas feliz de una alada alegría,

que es un tú sorprendente que tú no reconoces

de lo tú que se ha vuelto sin tú mismo…

 

Es que al fin aquel día

el cielo se ha hecho niño

y cabe en la pupila:

su mirada.

 

Pedro Miguel Lamet

(Del libro «Génesis de la ternura»)

 

 

 

 

 

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1 thought on “LA MIRADA”

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