Siempre hace buen tiempo

Daily Archives: 5 septiembre, 2023

No me sirven los nombres

NO ME SIRVEN LOS NOMBRES

No me sirven los nombres
ni los conceptos que encierran las palabras,
ni el pensamiento elaborado
que encarcela la vida en etiquetas.

He borrado al filósofo raquítico
que nada explica sino la ausencia
de sentido.
He colgado el álbum persistente
de las fotos con culpa 
y el ego enamorado
de mi yo en el espejo temblando de existir.

Solo busco encontrarte en ese agujero de la nada
para hundirme en la esencia del “no sé”.

Sé que no sé, y eso me llena,
alimenta un rescoldo de presencia,
una luz tan pequeña en que reposo,
que calienta en lo íntimo 
lo inefable, lo inmenso, lo remoto
el ahora, el ayer, lo imprevisible,
una chispa del fuego que seré
y ya me habita si no pienso.

Desde que estoy ausente de mí
me colma el Universo.

Pedro Miguel Lamet
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La presencia, el corazón de la cebolla

Contemplo a la gente en vacaciones y se parece mucho a la estresada de la vida cotidiana. Viven el tiempo como una carrera; en verano, carrera del disfrute, desde el miedo a perder el minuto. Con lo cual este modo de huir nunca es un verdadero descanso, ni para el cuerpo ni para la mente.

Nadie para. Todo el mundo huye de algo, probablemente de sí mismo: de la tortura de un pasado que no se acepta y el miedo a lo que va a pasar en el futuro. El problema parte de una desconexión central. El yo del ser humano es como una cebolla, con capas superficiales que nos subyugan con incentivos múltiples y alimentan el pequeño ego, el del éxito, el apego, la inmediatez.

Hacer turismo, por ejemplo, es disparar fotos como una metralleta: cuanto más vemos, menos miramos, y las imágenes no calan en el interior. Se acumulan en la memoria del smartphone.

Solo se vive plenamente conectando desde la almendra de la vida, el silencio profundo, la capa que se oculta en lo innombrable. En un rincón hondo donde siempre hay Presencia. Desde la Presencia la vida es ahora, toda la Vida. Ese “yo soy” conecta con la libertad, la luz, la hermosura, la verdad. Pero no la puedes calificar. Si le pones un nombre, la estropeas. La parcelas, la conceptualizas. Es, es simplemente.

Morder una fruta, contemplar una flor, hundirte en un crepúsculo, ahondar en una mirada. Todo es gracia, todo es plenitud. Pero para vivirlo hay que dar el salto de la utilidad, la propiedad, el dominio o poder, el miedo a perder o la obsesión del tener.

El “negarse a sí mismo” del Evangelio, es un “no” a ese pequeño ego superficial y agobiado, y un sí genial al “yo” conectado con la Presencia. Aunque sea un instante, rompe con la mente y desde el silencio saborea la Presencia, más allá de tiempo.

“El reino de los cielos dentro de vosotros está” (Lc 17, 20-25)

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La llamada del mar

LA LLAMADA DEL MAR
Cuando te miro sin pensar en nada,
mar de mi costa ribereña,
me siento el niño que perdido sueña
con navegar a la tierra deseada,

y el adolescente que en su mirada
quiere besar la plenitud sureña
del lejano horizonte que se empeña
en huir, gaviota en escapada.

Han pasado los años con presura:
el dolor, la alegría y la tristeza
como el velero ansía el infinito,

y tú, Señor, de nuevo con viveza
me gritas: ¡Ven, navega en mí, Pedrito,
por este Mar de amor y de locura!

Pedro Miguel Lamet
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Meditación ante el mar

¿Qué sentimientos, impresiones o intuiciones me trae el mirar al mar?

PLENITUD Y MOVIMIENTO: En primer lugar, no es abarcable para la mirada. Por tanto, me supera, rompe mis coordenadas de captación y al mismo tiempo está continuamente moviéndose y cambiando de color, como la vida misma, que no sé dónde empieza y donde termina, pero que intuyo como algo con un fondo infinito, que permaneces más allá del movimiento de las olas. Es decir, que pasa y queda.

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