CONSOLACIÓN
Detrás de mí, como una caracola
que me sonara a mar y a un sentimiento
de algo lejano traído por el viento,
una nube de ti vino en la sola
soledad, con que al despedirse inmola
la sangre de la tarde su momento
y se duerme de pronto el descontento
como la brisa acuna a la amapola.
Era un beso de fuego, una mirada,
la caricia sutil de una presencia,
una fuga del yo que se enamora,
un hueco de la luz desde la ausencia
que al sentirse vacía es liberada
si sabe que es el Todo sin ser Nada.
Pedro Miguel Lamet
Llega la Pascua y con ella una cierta locura. Los discípulos se hacen un lío. María de Magdala, la enamorada, no reconoce a Jesús a primera vista. Los de Emaús huyen atrapados por la murria. Tomás quiere meter su mano en la llaga del costado. Y en el centro, la polémica de la tumba vacía, que tanto preocupará a los teólogos.
No hay una prueba física, científica y racional de la resurrección. La gran experiencia definitiva de que Cristo ha resucitado es la transformación de aquel grupo de pescadores ignorantes y atemorizados, cuyo líder ha sido ejecutado a las puertas de Jerusalén, la confluencia de sus testimonios.
Jesús ahora atraviesa paredes, está y no está, despierta la duda o inflama el corazón. La experiencia del resucitado, aunque se apoya en hechos históricos, requiere la fe o en cierto modo la mística. En mi opinión, los apóstoles despertaron por dentro, descubrieron que la muerte no existe, que desde siempre eran seres sin tiempo en el tiempo, pertenecían a la explosión de luz que une lo creado con lo increado, manifestación de lo inmanifestado, y eso les cargó de comprensión y fuerza.
Hoy abunda la noche, el miedo, las puertas tranqueadas, los corazones solitarios, las tesis e ideas que dividen, el enfrentamiento agresivo de creyentes e increyentes e incluso de fieles entre sí, como siempre hubo, hasta ocasionar incluso guerras de religión. La resurrección ocurre en lo íntimo de cada conciencia y fuera de ella.
SABIDURÍA DE VIERNES SANTO
Enséñame a morirme cada día
porque sigo enganchado a la creatura
y tengo miedo a esa noche tan oscura
en que deje este mundo y tierra mía.
Tengo miedo al desagarro y a la fría
soledad de quien triste se apresura
a romper con el tiempo que no dura
y a ignorar si le espera la alegría.
Desde tu cruz, enséñame el camino
para vivir muriendo a la apariencia
y amar lo que respira entre las cosas
que así hallaré por ti un sabor divino
y la luz que trasciende toda ciencia
en el secreto oculto de las rosas.
Pedro Miguel Lamet
VÍSPERAS DE PASIÓN
Bulle Jerusalén de luna llena
y arde el monte con gritos de alegría
ahogando en fiesta su miedo y agonía,
y anhelando una luz de pascua plena.
Sola, bajo mi manto, ando serena
las calles de la noche larga y fría
hundiéndome en el ascua que me guía
desde el fondo del alma y de mi pena.
¿Dónde has ido Jesús? Ya no te veo.
¿Te ocultas de tu madre en el ocaso,
cuando van a arrancarte de mi vida?
¿No será que me escondes el deseo
de que llore en tu cuerpo por si acaso
reluzca aún más con mi dolor tu herida?
Pedro Miguel Lamet