Siempre hace buen tiempo

Monthly Archives: octubre 2021

El pálpito


«Yo apoyaba mi brazo izquierdo en el diván. No pude contenerme y recliné mi cabeza sobre su pecho, como acostumbraba. Entonces el tiempo se detuvo. Sentía el calor infinito de su piel y su corazón latir como un corcel desbocado. Dicen que a la hora de la muerte transcurren en un instante ante nuestra vista todos los acontecimientos de nuestra vida. Algo así me ocurrió a mí, Juan, el discípulo amado, en aquel momento. Pero no como la sucesión cronológica de hechos de una biografía, paso a paso desde el nacimiento hasta hoy, sino como si bebiera toda mi existencia en un solo trago o como sobre la superficie de una hoja verde se concentra todo el sol que brilla en una gota de agua. Como si, desde una cima, pudiera contemplar todos los caminos que confluyen en subidas y bajadas, valles y abismos, en ese solo punto donde ya no hay caminos, sino solo presencia, solo amor sin medida.


Oía perfectamente la voz de Jesús; distinguía las reacciones de los discípulos, su desconcierto, su expectación emocionada, su sorpresa cuando tomó en sus manos el pan y el vino. Entonces me di cuenta de que yo no era un mero espectador. No sé lo que era. Quizás también aquella voz, aquel pan y aquel vino. Yo bogaba dentro del corazón del Señor hacia un templo infinito sin paredes que contenía todo el mar, los paisajes del universo, un camino de estrellas que se perdía en la noche sin tiempo hacia simas insondables, solo luz.»


Pedro Miguel Lamet

(Fragmento de mi libro «Las palabras vivas: Confidencias de Juan, el discípulo predilecto», ed. Paulinas Madrid, 2011)
Foto: “Jesús y Juan” (Bajorrelieve) Está sobre la cabecera de mi cama.

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Sabatina

SABATINA

Era aún el chaval adolescente
que en las tardes lucía la alegría
de sentir en mi pecho, madre mía,
la cinta azul de tu medalla ardiente.

Y en los sábados, pálido e inocente,
postrado ante tus pies te repetía:
“Ayúdame a soñar desde esta fría
soledad de poeta evanescente”.

Y tú, joven ideal de lo imposible,
me inundabas del mar de tu mirada
más allá de las nubes y del viento

con solo esa sonrisa inaprensible
de la Madre que exclama emocionada:
“Ve tras mi Hijo y no pienses en nada”


Pedro Miguel Lamet
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¿Dónde andas los muertos?

¿DÓNDE ANDAN LOS MUERTOS?

El que no vive existe diluido
en los valles que ando y en la rosa
que llena de perfume cada cosa,
pues casi del todo aún no se ha ido.

Decidme, muertos, ¿qué dulce latido
es el que siento en la piel porosa
y qué noche me invita misteriosa
a vivir en presente lo perdido?

¿Dónde andáis o por dónde me parece
que ando yo este sueño de quimera
que es sentiros sin veros ni palparos?

¿No será que un ahora me amanece
en el que sin el tiempo venga a amaros
para ser Uno en una primavera?

Pedro Miguel Lamet
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