“Actuaba como un verdadero padre, que sabía conocer ‘la anatomía del alma’”.
Sabía mirar más allá de la apariencia, y al tratarlos se volcaba especialmente con las conciencias turbadas y afligidas, devolviéndoles muchas veces la serenidad interior
«En las cosas espirituales -decía- no hay más pernicioso error que el pretender gobernar a los otros por sí mismo, y pensar que lo que es bueno para uno lo es para todos.
Quizás conservaba algo del antiguo gentilhombre y cuando quería agasajar a alguien, parecía que lo quisiese meter en su alma
«En el tiempo que estuvo entre nosotros, con su presencia y conversación, reinaba en casa grande alegría».
Cuenta Gonçalves de Cámara que cuando un compañero regresaba a casa después de llevar a cabo un negocio, se limitaba a preguntarle: «¿Venís contento de vos?»
En eso de poner los medios humanos y luego dejar el asunto a Dios era tozudo
Cuando encomendaba algo a alguien, luego le dejaba libertad para actuar a propia iniciativa.
29.07.2021 | Pedro Miguel Lamet
El 31 de julio celebramos la fiesta de San Ignacio, este año dentro del quinto centenario de la herida que le transformó por dentro, una buena ocasión para revisar la famosa leyenda negra que presenta a Ignacio de Loyola como un militar adusto y distante, en el que dominaba la obediencia sobre el corazón, creador de una Compañía donde la autoridad y la eficacia están por encima de la persona. En mi reciente novela histórica Para alcanzar amor, su amigo Pedro de Ribadeneira al final de su vida, al revisar la biografía del fundador y sus primeros compañeros, se plantea también el tema de su trato con las personas. Ignacio quería a su gente. Eso sí, como buen vasco, era tierno por dentro, sobrio por fuera.
Copio algunoa párrafos:
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