AMOR DE AUSENCIA Me anocheces, Señor, cuando te miro desde el silencio oscuro de la muerte y en el hondo agujero que es tenerte como la nada habita en un suspiro Porque en ese vaciarme que respiro al olvidarme contigo de mi suerte, soy un velero que navega inerte hacia el mar del que vengo y al que aspiro. No dejes que mi alma se ate al puerto por miedo de las olas y el futuro o que ancle mi nave en la querencia del fugaz mundo que se escapa incierto. ¡Arrástreme tu viento al inseguro abrazo que me ocultas en la ausencia! Pedro Miguel Lametby
«DESPERTAR A LA PLENITUD: AUTOLIBERACIÓN INTERIOR»
El Centro de Espiritualidad Ignaciano de la Ciudad de México me invitó ayer a transmitir en directo esta conferencia sobre el Despertar Interior, de una hora de duración y 20 minutos de preguntas y respuestas, que ofrezco aquí para el que tenga la paciencia de escucharme. Asistieron en directo 130 personas de todo México y otros países latinoamericanos. Agradezco de corazón a los organizadores esta oportunidad y a cuentos tuvieron la amabilidad de seguirla. Ahora esta a disposición de todos en Youtube.
by«Para el presente amén, para el futuro aleluya»
En estos tiempos tan tumultuosos me gusta recordar algunas frases del padre Arrupe, porque sin duda era uno de esos hombres que, como a él le gustaba decir, tenía “el futuro en la médula”. Quizás mi preferida es la última que pronunció antes de morir. La oyó el padre Mariano Ballester, SJ, que le atendió mucho en los últimos días de su vida y que durante su enfermedad le ayudó en la logopedia con mucha dificultad a hablar y escribir después de la trombosis que sufrió de regreso de su viaje a Tailandia y Filipinas.
Hoy, con la pandemia encima, las injusticias y locuras políticas que estamos viviendo, es toda una meditación:
“Para el presente amén, para el futuro aleluya”.
Tiene más miga de lo que parece. El pasado no importa. Pasó, no hay que darle vueltas. Alimentar el sentimiento de culpa por algo que se hizo mal es masoquismo, no sirve para nada. Sobre todo, al saber que el amor de Dios lo quema, los perdona. Darle vueltas a lo negativo del pasado es una forma de protagonismo absurdo, una falta de fe y una tortura inútil.
Lluvia
La lluvia lava el paisaje y lo difumina como pintándolo a carboncillo, y detrás de los cristales vaga nuestra melancolía en busca del sol perdido.
La lluvia es el beso de Dios que fecunda la vida y hace florecer un futuro de primavera. Invita al recogimiento. Es el silencio mojado de las cosas, el retiro que se impone a sí misma la naturaleza para gozar más del estallido de los colores. Un periodo más del ciclo que nos conduce de dentro a fuera, de fuera a dentro.
En los días de lluvia podemos escuchar la música del cielo acariciar la tierra o ‟cantar bajo la lluvia», sabiéndonos parte del mismo himno de amor. También aprendemos a añorar el sol. En los días de lluvia el mundo parece un jardín de monasterio y el corazón un huérfano solitario que sueña con la alegría. Esos días es como si el mundo entornara sus ojos para ver mejor entre la emoción de las lágrimas.
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