Entonces brillaron los ojos de Jesús.
Con una voz firme y clara, la de esos momentos solemnes en que él solía empezar su frase con el «yo soy» -yo soy la luz, el agua viva, el camino, la verdad-, dijo en medio del campo esta frase que jamás olvidaré:
-Yo soy la resurrección y la vida: el que tiene fe en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que está vivo y tiene fe en mí, no morirá nunca. ¿Crees esto?
La voz de Jesús se vertió como un cántaro de agua fresca por los prados, atravesó los sembrados, colmó la mañana de luz, viajó más allá de las montañas. No era la voz de un médico ni un taumaturgo. La vida que el daba y da no es un parche para curar una herida, sino mucho más, llega a anular la muerte del que la recibe, equivale a resurrección, resurrección, devolución de la vida. Ante el fenómeno visible de la muerte natural, la vida ulterior es algo más que resucitar los huesos secos de Ezequiel, es toda una renovación desde el fondo. No se trata de un revivir el último día, una resurrección lejana, sino de la constatación ya mismo un ahora eterno, que podíamos ver con nuestros propios ojos, Jesús mismo.
Nos lo había dicho ya en Jerusalén después de la curación del impedido de Betesda:
«Os aseguro que quien oye mi palabra y cree en aquel que me envió tiene vida definitiva y no es sometido a juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Pues como el Padre posee vida en sí, así hace que el Hijo posea vida en sí; y, puesto que es el Hijo del Hombre, le ha confiado el poder de juzgar. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que están en el sepulcro oirán su voz» (5, 25 ss).
No hay que esperar para resucitar.
El paso de la muerte a la vida se produce desde el momento mismo de la escucha. La palabra revive y catapulta desde dentro al hombre.
Entonces Marta le contestó arrebatada:
-Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir al mundo»
Pedro Miguel Lamet
Del libro LAS PALABRAS VIVAS (Ed Paulinas)