Para nuestro mundo agobiado y para tanto corazón entristecido, siempre he encontrado mucho consuelo en la imagen de Juan, el discípulo predilecto, con su cabeza reclinada sobre el pecho de Jesús. De hecho este es el bajo relieve que, en version ingenua y sencilla, tengo sobre mi cama.
Hoy en plena Semana Santa le dedico este soneto:
DÉJAME QUE RECLINE LA CABEZA
Para seguir la huella de mi suerte
y descubrir el gozo de la vida,
penetrar necesito por tu herida
hasta el misterio oculto de la muerte;
para buscar la clave de esta fuerte
tensión entre el amor y la partida
de todo cuanto huye y cuanto anida
en un mundo vivo y a la vez inerte,
déjame que recline la cabeza,
cansada de pensar en esta noche,
sobre tu pecho lleno de dulzura
y, como a Juan, alumbra la certeza
de una luz que brilla a medianoche
porque solo la enciende tu ternura.
Pedro Miguel Lamet






