Siempre hace buen tiempo

Monthly Archives: marzo 2018

Déjame que recline la cabeza

Para nuestro mundo agobiado y para tanto corazón entristecido, siempre he encontrado mucho consuelo  en la imagen de Juan, el discípulo predilecto, con su cabeza reclinada sobre el pecho de Jesús. De hecho este es el bajo relieve que, en version ingenua y sencilla, tengo sobre mi cama.

Hoy en plena Semana Santa le dedico este soneto:

DÉJAME QUE RECLINE LA CABEZA

 

Para seguir la huella de mi suerte

y descubrir el gozo de la vida,

penetrar necesito por tu herida

hasta el misterio oculto de la muerte;

 

para buscar la clave de esta fuerte

tensión entre el amor y la partida

de todo cuanto huye y cuanto anida

en un mundo vivo y a la vez inerte,

 

déjame que recline la cabeza,

cansada de pensar en esta noche,

sobre tu pecho lleno de dulzura

 

y, como a Juan, alumbra la certeza

de una luz que brilla a medianoche

porque solo la enciende tu ternura.

 

Pedro Miguel Lamet

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Afinar el violín

La violinista Lucía Luque

La tarea de una vida es como la de un gran músico con su violín.

Tiene que afinarlo para que alcance la gran armonía con toda la orquesta. Cuando suena así, a su tiempo, sin desafinar, contribuye al milagro artístico de la sinfonía.

Afinar el ego no es hacer mortificaciones, ni negarse a la vida, ni renunciar a nada. Es ser capaz de ir más allá de él mismo y observarlo. Cuando se armoniza con la sinfonía , él sólo  se afina, ocupa su puesto con el acorde justo.

Lejos de lo que mucha gente cree, esto no es un acto de voluntarismo.

       Es dejarse ser, no poner trabas, perderse en el maravilloso poema sinfónico de la vida. Como un pétalo, un árbol, un valle, un ave, un insecto, un río o una montaña, el ego tiene también su papel en el poema del universo.

     El concierto se estropea cuando un instrumento se empeña en destacar en todo momento o cuando suena cuando no le corresponde entrar en la partitura. No hay como mirar a los ‟famosos»,  determinados políticos, modelos, periodistas, escritores y estrellas de cine que no paran de figurar. Es el ego ridículo que dice ‟aquí estoy».

      Afinar el ego es hacerlo tan sutil que no estorbe con sus condicionamientos, que no son más que creaciones de su mente, y resituarlo para que deje ver..

y escuchar la armonía del resto del universo.

 

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La lluvia, retiro de la naturaleza

Lluvia  frente a la iglesia ‘Wieskirche’ b en Steingaden, (Alemania)

La lluvia lava el paisaje y lo difumina como pintándolo a carboncillo, y detrás de los cristales vaga nuestra melancolía en busca del sol perdido.

La lluvia es  el beso de Dios que fecunda la vida y hace florecer un futuro de primavera.  Invita al recogimiento.

Es  el silencio mojado de las cosas, el retiro que se impone a sí misma la naturaleza para gozar más del estallido de los colores. Un periodo más del ciclo que nos conduce de dentro a fuera, de fuera a dentro.              En los días de lluvia podemos escuchar la música del cielo acariciar la tierra o ‟cantar bajo la lluvia», sabiéndonos parte del mismo himno de amor.

También aprendemos a añorar el sol.

En los días de lluvia el mundo parece un jardín de monasterio y el corazón un huérfano solitario que sueña con la alegría. Esos días es como si el mundo entornara sus ojos para ver mejor entre la emoción de las lágrimas.

 

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Abísmame en tu Ser

ABÍSMAME EN TU SER

Si del silencio hiciera un abismado hueco,

y en las tardes sin nadie el diapasón ardiente

del aire sobre el aire

hasta matarme el ego

por ser contigo

uno,

dormiría

tan  dormido y despierto,

tan nada y todo en uno,

como esa nube leve

del sol atravesada.

 

Si esta noche me dieras

el saber sin concepto,

un ser sin etiqueta,

un navegar sin nave

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Las enseñanzas del buho

En las culturas más antiguas el búho es el símbolo de la intuición. Todo ojos, es capaz de ver en la noche y su cuello puede girar casi al completo sobre su cuerpo. Y no es casualidad que sea uno de los animales que más fascinan a los niños. Quizás por su aspecto de estar perennemente alerta.

En Occidente le hemos dado demasiada importancia al conocimiento racional, al pensamiento lógico-matemático. Pero los grandes descubrimientos, desde el principio de Arquímedes al apriori de Kant partieron de una intuición. Esta manera de conocer es directa, por connaturalidad, de golpe, y engloba todo el ser. Es el modo de conocer de los artistas, los poetas, los genios, los amantes. Suele ir acompañado por la emoción y producirse como si de pronto se rasgara algo, como una visión.

Es verdad que las intuiciones pueden ser erróneas y necesitan ser examinadas por la razón para evitar fracasos. Pero ¿quién sabe lo que le pasa al hijo mejor que una madre? ¿Y cómo lo sabe? ¿Qué mejor descripción de un atardecer que la de Juan Ramón cuando sale a caballo al campo de Moguer: “A caballo va el poeta / ¡Qué tranquilidad violeta!”.

También la captación de nuestro ser y su entorno se da en la espiritualidad por una conexión intuitiva con el centro. Te sientas, cierras los ojos, respiras y percibes tu energía en comunión con la energía del Cosmos, como parte del Dios en que alientas, estás, eres. Se dirá que eso es mística. Pues bien, todo ser humano tiene siempre algo de místico.

En este no pensar surge la luz, la gran paz, la felicidad que somos y hemos olvidado. Nos falta la mirada contemplativa, como la de este búho coreano en medio de la nieve. Contemplar sin pensar.

Nuestras angustias proceden sobre todo del análisis, que parcializa, divide, se queda en un aspecto raquítico. Lo mejor de la vida es inexplicable, se capta de manera sintética, como un paisaje, una flor, una mirada una sensación de “más” que nos abarca y transporta. Lo que sucede es que para conseguirlo, hay que salir como el búho en plena noche, acallar la mente, cerrar los ojos de fuera para abrir los de dentro. “Lo esencial -¿recuerdan?- es invisible para los ojos”.

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Parpadeo del Universo

Cuando estoy solo es cuando estoy más acompañado. En el barullo de la vida cotidiana es fácil narcotizarnos. Rodeados de gente nos dormimos y drogamos nuestra auténtica naturaleza, obsesionados con el papel que representamos en la vida, la careta del hombre o la mujer que creemos ser. Sólo puedes volver con la gente cuando descubres quién eres realmente.
Pues no somos el centro, ni tan importantes como creemos desde el yo. Nuestra vida es un parpadeo del Universo. Un parpadeo único, irrepetible y cósmico en miles de años y espacios, pero un solo parpadeo.

Cuando desaparece ese personaje, ese ego mental que creo ser, despierto.

Escribe Willigis Jäger: “Una vez más se me ha permitido y se me sigue permitiendo experimentar que mi vida no representa otra cosa que un simple golpe de mar en ese acontecimiento cósmico, y que lo que yo soy verdaderamente retornará sin tiempo y sin forma a la infinitud de la que nació mi yoidad”.

La salvación pues está en callar el run-run de la mente que da importancia excesiva a lo temporal, crea el dolor y el miedo a la muerte. En esa zona de nuestra verdadera naturaleza percibes que todo esto que me preocupa es una película que pasa y que lo importante es la luz que está detrás del proyector y no pasa.
Tú perteneces ya a esa luz.
Cierra los ojos y sumérgete en el instante presente. Conectas con tu realidad sin tiempo. Te das cuenta que eres uno con el cosmos y que todos lo seres son pedazos de ti mismo. Que la muerte no es muerte, es una transición de forma, un beso con que te besa Dios al retornar a tu ser. Pero no es necesario morir para sentirse besado.

No eres el papel que representas, como diría Calderón en El gran teatro del mundo. Ni el ciudadano envuelto en las circunstancias fáciles o difíciles, de éxito o fracaso que te rodean. Ya aquí y ahora “somos ciudadanos del cielo” (Flp 3.20).
Es un error convertir la santidad en otra forma de protagonismo para alimentar el ego.

Perderse es encontrarse. Entonces te percibes uva de racimo, gota entre millones de gotas del mar, chispa de una sola luz. Y cambia tu ser y tu compromiso con el mundo. Como certeramente encesta el mejor baloncestista, da en la diana el arquero, crea el músico, cuando no es él, sino la naturaleza, el Ser, a través de él. El Uno es mi olvidado apellido de familia.

 

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«El tercer rey», algo más que una novela histórica

Reproduzco  a continuacion el comentario de Porlomenix sobre mi novela histórica «El tercer rey» en la web  Anika entre libros:

Argumento:

Cardenal Cisneros
Un genio político en la España de los Reyes Católicos

Carlos V llega a España dispuesto a tomar las riendas de un estado donde reina su madre Juana I de Castilla. Recluida en Tordesillas ha tenido que luchar contra todos, su padre Fernando el Católico, su marido Felipe el Hermoso y el regente Cisneros. El cardenal, el mejor situado para ponerle al corriente de la situación española, espera un encuentro que no se va a producir.

Francisco Ruiz, su compañero de viaje, narra la vida de un hombre de oración que gustaba de asuntos de artillería y de pólvora, que fruto de su amor por la cultura fundó la Universidad de Alcalá de Henares, inquisidor y tres veces regente de los reinos de España.

Un perfil desconocido del Cardenal Cisneros al cumplirse el quinto centenario de su muerte.

Opinión:

Asistimos a las últimas horas del cardenal Cisneros, enfermo y en espera de ser recibido por Carlos V, recién llegado a la península para ser coronado como Carlos I de España. El narrador de los acontecimientos es Francisco Ruiz, personaje real que acompañó a Cisneros desde que este fue nombrado confesor y consejero de la reina Isabel la Católica. Su labor como secretario del clérigo, con quien compartió muchos desplazamientos por la península, duró hasta la muerte del cardenal el 8 de noviembre de 1517. En la novela irá construyendo la figura de uno de los personajes más conocidos e influyentes de nuestra Historia; un monje que quiso quedarse en una cueva para meditar pero que las circunstancias le obligaron a convertirse en el tercer rey.

Nada mejor para una novela de estas características que el relato pormenorizado del autor para meternos en situación. Un árbol genealógico y el orden de sucesión previo a Isabel la católica, una niña que creció sin conocer su destino, es el primer apunte histórico que nos llevará a otros muchos; pues si algo tiene esta novela es que todo lo que en ella se trata marcaría el futuro de España.

A través de la convivencia entre ambos, Francisco va conociendo los primeros datos de una biografía tan interesante como extensa. Así, conocemos que el sacerdote se llamaba Francisco Jiménez de Cisneros, que de bautizo fue llamado Gonzalo, que venía de Torrelaguna, pueblo cercano a Madrid, estudiante de Derecho en la Universidad de Salamanca y teólogo vocacional. De su infancia y juventud poco puede arrancarle, aunque consigue conocer algunas aventuras y algo del periodo de seis años que estuvo en Roma, ciudad de la que vuelve cuando muere su padre. Después, los años en Torrelaguna, donde espera destino de alguna plaza vacante y se hace cargo de su familia.

 

El relato está lleno de curiosidades, como la permanencia en prisión durante seis años o el tiempo que vivió como ermitaño, momento en el que comenzó a llamarse fray Francisco. Es curioso ver como va acumulando un poder que no desea, como le complican la vida, la manera en que maneja las leyes, o su desafío ante los privilegiados que iban dejando las monarquías y las consecuencias de sus decisiones. El ideal de Cisneros se puede sintetizar en que trabajó para el bien común e hizo todo lo que estaba en sus manos para ver unidos los reinos de España y que se empeñó en fortalecer una religión en la que también hizo limpieza a través de sus reformas. Un amante de la cultura, fundador de la Universidad de Alcalá de Henares, que fue capaz de quemar libros de teología de moros y judíos; un cambio en la personalidad de Cisneros que el narrador comenta e intenta defender.

Posiblemente, lo más destacado es su papel como político y estadista. A su labor como mediador entre Fernando el Católicocon Juana I de Castilla, al morir la reina Isabel I, le siguieron las intrigas en las que tuvo que enfrentarse al rey Fernando y a Felipe el Hermoso; y finalmente al reinado conjunto de la reina Juana I y su hijo Carlos. Una vida dedicada a la alta política que echa por tierra las viejas creencias de tipo duro e inquisidor general de Castilla y León.

En su última regencia es cuando tiene que abordar su lado más militar, con frentes en Navarra, las Indias, el norte de África, Andalucía y cualquier rincón donde hubiese alguien dispuesto a aprovecharse del momento: una reina encerrada en Tordesillas, un rey fuera de España y un regente al que no todos aceptaban. El cardenal Cisneros supo frenar todos los intentos hasta que dejó todo en manos de Carlos I, el emperador que no quiso recibirle. Sus preocupaciones no terminaban ahí, pues a la rapiña habitual de los flamencos se le unía la corrupción de los nobles, los sobornos para ocupar futuros puestos y el pillaje de aquellos que veían acabar sus días junto a la monarquía.

Un homenaje al Cardenal Cisneros en el quinto centenario de su muerte, un religioso que tuvo la difícil tarea de gobernar donde otros se perdieron en quimeras y saqueos. «El tercer rey» es algo más que una novela histórica, es una guía para situarnos durante todo el siglo XV y principios del XVI. La acumulación de datos induce a leer sin prisas, a documentarse y recordar otras novelas, al tiempo, que disfrutamos con la narración de los hechos históricos exentos de personajes de ficción.

Porlomenix

Título: El tercer rey. Cardenal Cisneros
Título Original: (El tercer rey, 2017)
Autor: Pedro Miguel Lamet
Editorial: La Esfera De Los Libros
Colección: Novela Histórica

Copyright:

© Pedro Miguel Lamet, 2017

© La Esfera de los Libros S.L., 2017

Edición: 1ª Edición: Octubre 2017
ISBN: 9788491641322
Tapa: Dura
Etiquetas: Roma, basada en hechos reales, biografía novelada, religión, historia de España, ficción histórica, histórica, homenaje, inquisición, literatura española, Madrid, novela, siglo XV, siglo XVI, Fernando el Católico, Juana la loca, religiosos, reyes católicos, Carlos V, monarquías, Cisneros, Isabel I, política española, Carlos I, Felipe el hermoso, ex convictos, Tordesillas, eremitas, cardenal Cisneros, Torrelaguna
Nº de páginas: 338

 

 

 

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El rostro de la diosa

Cuentan que un adepto quería ver el rostro a una diosa. Pero en el templo el rostro de la diosa estaba cubierto por un velo. Se decía que quien quitara el velo a la diosa y le viera el rostro al instante moriría. El adepto no pudo aguantar más. Se dijo: prefiero morir que vivir atormentado toda la vida con este anhelo. Fue al templo y destapó el velo. ¿Y qué vio? Se vio  a si mismo.

Nuestra más profunda identidad es divina. Somos centellas, chispas de esa luz, aunque no nos demos cuenta. Dios quiere pasar por este mundo en esta forma humana, con estos ojos, estas manos, estos pies.

Consideramos una blasfemia si tú o yo decimos “soy Dios”. Pero si un místico dice “soy Dios”, no hay problema, porque no habla su ego, habla Dios.

Lo que hacemos en el bautismo es reconocer mi unidad intemporal con Dios, señalar mi pertenencia a él.

Dios dice de cada niño o niña: “Este es mi hijo, mi hija muy amada”. Jesús sólo vino a redescubrirnos como hermanos suyos, hijos del Hombre, hijos de Dios.

El día que nos despertamos quitamos el velo a “la diosa” que somos.

 

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¡Quítate la careta!

Recuerdo haber leído una frase deI famoso novelista japonés Susako Endo: “Las personas nunca conocen su verdadero aspecto. Todo el mundo cree que esa máscara social falsa y afectada que luce es su auténtico rostro”. Desde niños, de forma inconsciente, cuando vamos alcanzando el uso de razón comienza en nosotros una difusa sensación de miedo a no ser valorados, a no ser queridos. Entonces nos comparamos con aquellos de nuestro entorno que reciben alabanzas, protección y cariño. “Mira tu hermano, qué bien se porta”. “Fíjate en fulanita, qué niña tan mona”. Y nos muestran un arquetipo, una figura ideal que debe ser imitada: el estudiante aplicado, la adolescente ordenada, el hijo obediente que nuestros padres y familiares han proyectado desde su “superego” para nosotros. O bien, para escapar de eso, elegimos personajes rebeldes o alternativos que nos atraen en el cole, el cine, la religión,  la calle como identidad apetecida.

Así arranca en mí la necesidad de ponerme una máscara, adoptar un determinado disfraz. A medida que crecemos el truco se hace habitual y se multiplica. Ya no adopto una sola careta, sino varias, según las circunstancias: una en casa y en familia, otra con los amigos, la tercera en la oficina, que también cambia ante el jefe, los compañeros de trabajo o los clientes. Solo cuando cerramos la puerta de nuestro cuarto emerge algo de lo que somos en verdad, y esa incoherencia nos pone tristes.

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Las palabras pequeñas

LAS PALABRAS PEQUEÑAS

Poesía es esa voz que permanece,  cuando todo

se queda sin voz,

el aleteo que ocultan los nombres conocidos

cuando dejan de serlo,

y el brumoso sentir de lo indecible

que se hunde en el hueco más hondo de las cosas.

Poesía es no saber, adormecerse

en el vaso secreto, todo luz,

que se esconde detrás de cada sombra

y estar solo mirando por si acaso

su rostro amaneciera.

Poesía es no tener, quedarse solo,

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