Siempre hace buen tiempo

Monthly Archives: noviembre 2017

Una vida en zig zag

Reproduzco a continuación el comentario a mi libro «El tercer rey» de la profesora Henar Pizarro Llorente, publicado en la revista Razón y fe

LAMET, Pedro Miguel: El Tercer Rey. Un genio político en la España de los Reyes Católicos, La Esfera de los Libros, Madrid, 2017, 344 pp. ISBN: 978-84-9164-132-2.

Esta novela histórica realiza el acercamiento a la biografía de una figura tan polifacética como Jiménez de Cisneros desde una clara perspectiva política, como el propio autor especifica al final de su obra. Desde el inicio, el lector se ve imbuido en un torbellino narrativo que no da oportunidad a la  pérdida del interés o a la monotonía. No cabe duda  de que Cisneros fue un hombre a caballo entre dos
épocas históricas. Esta cuestión constituye uno de los ejes más atractivos del libro, y que conviene resaltar respecto de otras cuestiones igualmente significativas.
Asistió a acontecimientos prodigiosos que cambiaron la concepción del mundo en sí misma y que dejaron profunda huella en el devenir de la Historia. Tuvo el enorme acierto de evolucionar con versatilidad, lo que no siempre es fácil cuando se está inmerso en el cambio de paradigma. La mutación es nítida desde la perspectiva histórica, que nos permite el análisis de los factores que determinaron la transformación. El valor de hombres como Cisneros, con sus luces y sus sombras, fue percibir la línea que unía las dos realidades, situarse a caballo entre ellas y proyectarse en aquella que nacía a la par que el nuevo siglo. Las muestras de esta capacidad fueron muchas, puesto que, como nos dice el autor «nada en su vida avanzó en línea recta» (p. 21).

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Un beso fugaz de Dios

Músico callejero. Rastro de Madrid. © PMLamet

¡Qué milagro cotidiano! De pronto en una calle cualquiera alguien cierra los ojos y se pierde, se sumerge, se sale del tiempo gracias a la música. Y el viandante atareado se detiene y por un instante  olvida  sus preocupaciones y asciende con él a la nube del artista por la escalera del pentagrama a un lugar extático, a un mar de notas que le embriagan.

Porque, como canta fray Luis en su Oda a Francisco Salinas, “el aire se serena y viste de hermosura y luz no usada”. Desde el embrujo de la música  el que la escucha se hace tan niño que reconoce su origen: “A cuyo son divino / el alma, que en olvido está sumida, / torna a cobrar el tino / y memoria perdida / de su origen primero esclarecida”.

Pierde por un instante el interés por lo material: “Y como se conoce, / en suerte y pensamientos se mejora; / el oro desconoce, / que el vulgo vil adora, / la belleza caduca, engañadora”.

Y da así el gran salto a lo trascendente: “Traspasa el aire todo / hasta llegar a la más alta esfera, / y oye allí otro modo / de no perecedera / música, que es la fuente y la primera”.

De esta manera en cualquier calle y en cualquier momento, gracias a la música, si cierras los ojos, puedes llegar a sentir el beso fugaz de Dios.

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